«Ofrecemos un concierto hecho para dejarse llevar»
El músico canario, solista de la Orquesta Nacional de España y reconocido docente, cierra este lunes junto con el pianista Miguel Ángel Castro el ciclo de música de cámara
La música de Ravel, Debussy y Poulenc servirá de carta de presentación en Donostia del dúo de violonchelo y piano formado por Angel Luis Quintana ... y Miguel Angel Castro y de despedida del ciclo de música de cámara, que cambia de escenario y horario: pasa de San Telmo a la sede del Orféon Donostiarra y se adelanta a las 18.00 horas.
– Tiene una larga trayectoria y, sin embargo, es la primera vez que actúa en la Quincena.
– Sí, es mi primera vez como dúo e incluso como agrupación de música de cámara. Estoy muy feliz. Con la Orquesta Nacional de España hemos tenido una presencia habitual en la Quincena. Es un gran referente dentro de nuestras actividades, conciertos y festivales. Es siempre un privilegio, un placer y un orgullo.
– Ofrece un concierto junto al pianista Miguel Ángel Castro con obras de Ravel, Debussy y Poulenc. ¿Por qué ha escogido a estos autores?
– Es nuestra pequeña y modesta contribución a las celebraciones que conmemoran el 150 aniversario del nacimiento de Maurice Ravel, con obras suyas y de compositores coetáneos, pero con matices y producciones musicales diferentes.
– De hecho, abren su recital con'Deux mélodies hébraïques' del autor de Ziboure. ¿Cómo son?
– Son dos melodías hebreas, 'Kaddish' y 'L´énigme éternelle', originalmente compuestas para voz y piano, orquestadas por el propio Ravel y posteriormente transcritas por Tognetti para violín y para violoncello. Con ellas nos gustaría crear una emoción interior, contenida, así como un expreso manifiesto y deseo de paz, que tanta falta nos hace.
– De Ravel también interpretan la 'Sonata para violín y piano nº 1' transcrita por Christian Proske para su instrumento.
– La sonata póstuma para violín y piano, aunque no lo parezca, fue compuesta con 22 años (1897). Fue su primera sonata para violín, pero se le llamó 'póstuma' porque no se publicó hasta después de su muerte. La música recuerda aún a compositores como Fauré, así que no es el Ravel que todos tenemos en nuestras mentes y oídos.
«Vivir en una orquesta como la OCNE es participar de una vida excepcional. Es un mundo increíble»
– ¿Qué destacaría de las otras dos obras que ofrecen?
– La 'Sonata para violoncello y piano' de Debussy, compuesta en 1915, supone para nuestro repertorio, quizás, un primer lenguaje contemporáneo. Es como un collage, muy pictórica, está repleta de efectos y colores nuevos para el momento en el que fue escrita. Es significativa y muy descriptiva. Hay una nota manuscrita, no impresa en la edición de la partitura, que da una indicación de su carácter: «Pierrot furioso con la luna». El programa termina con otra sonata, en este caso de Francis Poulenc. Es de 1948, neoclásica y barroca en sus formas, con cuatro movimientos muy contratantes. Sus pasajes líricos son bellísimos, nostálgicos y contrastan con momentos de una especial alegría y sentido del humor.
– ¿Cómo es este repertorio cara al público?
– Ameno, atractivo, curioso, muy contrastante. No es el programa esperado como supuestamente 'impresionista', sino hecho para dejarse llevar. Siento que puede seducir, porque te transporta a distintos estados de ánimo de manera súbita.
– Clausura esta tarde el ciclo de música de cámara, género que ha cultivado a lo largo de su carrera. ¿Cuáles son las claves, en su opinión, de un buen entendimiento con los compañeros cuando se hace música?
– Pienso que la actitud, siempre, siempre, debe ser la de aprender, la de absorber todo aquello que te puedan aportar los demás, sin pretender nada más. Es maravilloso, apasionante, cuando tocas la misma obra en infinidad de ocasiones, con compañeros diferentes, o con los mismos, y siempre aprendes, lo cambias todo. Jamás me aburro. Aprendo mucho siempre.
«Es extraordinario, cálido, sensible, potente, muy especial. Tuve y tengo con él un enamoramiento diario»
– Ha sido miembro de orquestas como la de RTVE y la Nacional de España. ¿Qué destacaría de su experiencia de formar parte de una gran agrupación?
– Mi experiencia en la RTVE fue relativamente corta, fueron solo cinco años, en un periodo que considero formativo, y que por otra parte fue vital. Yo era muy joven. Realmente mi orquesta ha sido la OCNE (Orquesta y Coro Nacionales de España), donde he pasado casi 40 años. Vivir en una orquesta como la OCNE es participar de una vida excepcional. Es un mundo increíble. No puedo explicar con palabras lo que supone sumergirte en una sinfonía de Mahler, Beethoven o Brahms, o viajar en un poema sinfónico de Richard Strauss.
– ¿Es muy diferente a lo que siente cuando toca como solista?
– Son experiencias muy poco comparables. En ambas situaciones asumes responsabilidades y roles diferentes. En la orquesta te tienes que sentir parte fundamental de un engranaje, eres remero, o como mucho un timonel en una fragata que debe sumar y aportar en un mismo sentido, aunque eso no significa que seas menos importante. Como solista tu papel es diferente, quizás te permite ser tu mismo, sin renuncias.
– Toca un violonchelo J. Guadagnini, 'Il Soldato', cedido por la Fundación Columbus. ¿Qué características tiene?
– Es un instrumento extraordinario, cálido, sensible, potente, muy especial. Tuve y tengo con él un enamoramiento diario. Es una bendición que la Fundación Columbus confiara en mi y le estoy eternamente agradecido. El trabajo que realiza la Fundación en todos sus campos es espectacular. Gracias a ellos y su violoncello, me siento un mensajero, tengo una misión que cumplir: contribuir en lo posible a la ayuda y cura de niños enfermos.
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