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Magia en un minuto

Magia en un minuto

El californiano Tony Molina es un rey de la brevedad, con joyas melódicas y armónicas en las que no se molesta en repetir estrofa o añadir un estribillo

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Miércoles, 25 de julio 2018

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Si un oyente desprevenido escucha por primera vez una canción de Tony Molina, es probable que acabe desconcertado e incluso con un asomo de frustración. Porque la música arrancará, perfecta y arrebatadora, la voz entonará unos versos de melodía irresistible y, justo cuando el recién llegado empieza a asombrarse ante la calidad de este clásico escondido del rock, la canción se habrá terminado abruptamente, así sin más. El californiano Molina es un apóstol de la brevedad que no ve la necesidad de las repeticiones en una canción, así que la mayoría de sus temas rondan el minuto de duración. Pero, y ese es su gran mérito, no se trata de esbozos, ni de esos cascotes de escombro con los que otros artistas engordan el 'tracklist' de un disco, sino de composiciones completamente formadas que se podrían alargar hasta conseguir gloriosas canciones de extensión convencional. ¡Muchos grupos matarían por material así!

Molina es un veterano del hardcore, la música a la que se aficionó en la adolescencia, y sigue repartiendo su tiempo entre varias bandas de ese estilo, aunque su grupo por excelencia fueron Ovens. Con ellos dio forma a la singular forma de entender la música que le caracteriza, aunque no obtuvo la repercusión que habría merecido: en alguna entrevista ha comentado que todavía quedan cinco álbumes de Ovens sin editar. Resulta tentador vincular su historial en el hardcore, siempre apresurado y acuciante, con esa concisión que caracteriza el resto de su actividad artística, pero el propio Molina ha descartado esa explicación facilona: «No, yo creo que viene del hecho de que no me gusta mi voz y odio tener que grabarla. Me cuesta muchísimo tiempo grabar la voz. Un montón de mis canciones tienen solo uno o dos versos y me lleva una eternidad. Si tuviese que grabar muchos más versos, estribillos y toda esa mierda, jamás terminaría. Además, soy inseguro y lo cuestiono todo, así que pienso 'tío, mejor acaba la canción tan rápido como puedas'», ha admitido en una entrevista con la revista 'CLRVYNT'.

Su grupo favorito

En su carrera en solitario, ha aplicado ese principio a rajatabla, aunque otras características de su música hayan ido evolucionando. El primer disco a su nombre, 'Dissed and Dismissed', contenía doce canciones en doce minutos y exploraba en breves viñetas el territorio intermedio entre el power pop y el indie noventero, con influencias identificables como Weezer o Teenage Fanclub y un toque insoslayable de Dinosaur Jr. en los solos. Después vino un EP, aunque en su caso la frontera entre formatos nunca queda del todo clara: 'Confront the Truth' incluía ocho canciones en once minutos y se había desplazado de manera brusca hacia el territorio inconfundible de los Beatles. Sobre ese disco, hay dos datos interesantes. El primero, que Tony Molina tardó cuatro años en componerlo: «Escribir canciones cortas no es fácil, porque no tienes sitio para relleno, ¿sabes? Si vas a hacer una canción realmente corta, tienes que asegurarte de que todas las partes cuentan de verdad», comentó en su momento a 'Exclaim!'. La otra curiosidad es que, por mucho que lleve más de quince años en la escena del hardcore, Molina es fan fatal de los Beatles: «Son mi grupo favorito de todos los tiempos», ha dicho más de una vez este hombre.

Tony Molina regresa este viernes con una nueva andanada de pop sucinto e intemporal, 'Kill the Lights', editado por el sello Slumberland. Esta vez son diez canciones que ocupan alrededor de quince minutos y de nuevo tienden al clasicismo estilístico: la propia discográfica cita referencias como Paul Simon, George Harrison o la ELO, aunque también hay momentos que remiten directamente a los Byrds, como el bellísimo sencillo de adelanto 'Nothing I Can Say' (que, por cierto, dura un minuto y once segundos). A nuestro protagonista, la convivencia de su filiación hardcore con estos gustos tan clásicos le parece absolutamente lógica: «No creo que sea interesante o raro que me gusten Napalm Death y los viejos Bee Gees, aunque suenen totalmente diferentes los unos de los otros -ha reflexionado en '3rd Outing'-. ¿A quién pueden no gustarle esas dos bandas?».

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