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La pasión del irundarra Eneko Iriarte por el clarinete le ha llevado a convertirse en el clarinetista principal de la Orquesta de Vaasa, una ciudad finlandesa de unos 60.000 habitantes que está a orillas del mar Báltico. Iriarte, de 33 años, se ha recorrido media Europa hasta alcanzar la meta de conseguir una plaza estable en una orquesta que se propuso cuando empezó a estudiar música. Aunque admira la disciplina y la responsabilidad de los fineses, reconoce que su sueño después de dos años de convivir con ellos es regresar a Euskadi.
Se aproxima el invierno y en Vaasa apenas hay ya dos horas de luz al día. «Por esta época llega ya el frío, los días se recortan y el paisaje se empieza a teñir de blanco», cuenta por teléfono desde Jakobstad, una ciudad que está unos cien kilómetros al norte de Vaasa a la que se ha desplazado para participar en un festival de música. «Se llama precisamente Festival Rusk, una palabra que en sueco sirve para definir este tiempo de transición hacia el invierno, es uno de los últimos festivales de música de la temporada en Finlandia». La llegada de la oscuridad y el frío no molesta demasiado a Iriarte, que después de dos inviernos en el país escandinavo reconoce sentirse muy atraído por los paisajes blancos que le acompañarán hasta la primavera. «El manto de nieve que lo recubre todo le da un encanto especial», apunta.
El trayecto entre Irun y Vaasa no ha sido en línea recta, sino que ha tenido estaciones intermedias en lugares tan diferentes como Badajoz, Estocolmo, Elizondo o Rotterdam. Podría decirse que su pasión por el clarinete ha hecho de él un trotamundos. «Empecé en el Conservatorio Municipal de Irun con Miguel Ángel García compatibilizando los estudios de música con el bachillerato», cuenta. Tenía claro que el clarinete era su instrumento, así que trató sin éxito de encontrar una de las escasas plazas para cursar estudios superiores de clarinetista en los conservatorios de Zaragoza, Barcelona o San Sebastián (Musikene). Al final pudo empezar primero de grado superior en el conservatorio Bonifacio Gil de Badajoz, centro en la que estuvo un curso antes de que otra carambola del destino le permitiese regresar a Gipuzkoa para integrarse en la disciplina de Musikene.
Mientras completaba sus estudios superiores en Donostia de la mano de José Luis Estellés, amplió su círculo de contactos y tomó conciencia de que el centro de Europa era el mejor destino para perfeccionar sus conocimientos. «En Europa están los países con mayor tradición y cultura musical, y también las mejores orquestas y profesionales, así que llega un momento en que te das cuenta de que si quieres dedicarte a la música es imprescindible tomar contacto con ese ambiente».
Terminada la carrera superior de clarinete en San Sebastián, puso rumbo a Rotterdam, donde cursó un máster durante un par de años de la mano del profesor Henri Bok.
Convertido ya en un consumado clarinetista, se planteó la meta a la que aspiran buena parte de los que estudian música: lograr una plaza en alguna orquesta sinfónica. «Vivir de la música es un privilegio, pero la exigencia para entrar es altísima». Fue en esa etapa cuando supo de una vacante de profesor en la escuela de música de Elizondo. «Me permitió regresar a casa y tener por primera vez unos ingresos estables, además de acercarme al mundo de la enseñanza». Pero el gusanillo de la interpretación estaba lejos de haber desaparecido, así que en cuanto se enteró de que existía la posibilidad de realizar unas prácticas en la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, volvió a hacer el equipaje y se trasladó a Suecia. «En cuanto descubrí que tenía la oportunidad de poder aprender de Martin Fröst, uno de los mejores clarinetistas de mundo, pedí una excedencia y me fui a Estocolmo».
Mientras se formaba en la filarmónica de la capital sueca se enteró de que la orquesta de una ciudad costera de Finlandia buscaba un clarinetista. «Entonces fue la primera vez que oí hablar de Vaasa. Como había un vuelo directo desde Estocolmo, decidí acercarme para participar en la audición, que es la forma en que se resuelve el proceso de selección. Tuve un gran día, estuve muy concentrado y me salieron redondas todas las interpretaciones».
Fue así como Iriarte se convirtió en enero de 2018 en el clarinete principal de la Vaasa City Orchestra, un puesto que le ha permitido conocer de cerca un país por el que siente un gran respeto. «Tienen un civismo impresionante, no hace falta que las autoridades amenacen a nadie con las multas como ocurre por ejemplo con el coronavirus en España. Si el Gobierno dice que hay que llevar mascarillas, al día siguiente todos los finlandeses salen a la calle con la mascarilla».
La orquesta de Vaasa está conformada por una treintena de músicos, la mayoría de ellos finlandeses. «Tienen una cultura musical muy fuerte, de pequeños les enseñan a tocar algún instrumento en las escuelas», cuenta Iriarte, que se ha convertido en estos dos años en experto conocedor de la obra de Jean Sibelius, el más conocido de los compositores finlandeses y por extensión también el más interpretado en los conciertos del país escandinavo. Aunque se siente a gusto en Vaasa, donde al fin y al cabo ha cumplido su sueño de conseguir una plaza estable de músico, el clarinetista irundarra sueña con volver a Euskadi. El Cantábrico siempre será más azul (y más cálido) que el Báltico.
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Eneko Iriarte, en una imagen promocional.
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