El miedo en el encierro (y un Beach Boy en el Tourmalet)
Vibraciones de julio: los minutos previos a las 8 de la mañana en Estafeta, las horas de espera a los ciclistas en el Pirineo y una noche en la 'Trini' / Más Julio: Iglesias (el cantante) en Gipuzkoa
Julio: sanfermines, Jazzaldia y Tour, la trilogía. Cómo nos gustan y cuánto se ha escrito sobre los tres. Abro tres miradas tangenciales para el fin ... de semana en que empieza todo:
1. Lost In Estafeta. Los sanfermines son la fiesta de iniciación de muchos, incluidas sucesivas generaciones de guipuzcoanos, pero quiero hablar del miedo. Por razones que no vienen al caso (en sanfermines las razones nunca vienen al caso) hace solo unos años me vi varado en pleno recorrido del encierro minutos antes de las 8 de la mañana. Pasé los oportunos controles de la Policía Municipal, esos que filtran borrachos y te cachean como si fueras a tomar un vuelo, y de pronto estaba rodeado de gente que calentaba como si fuese a correr la final de los 100 metros Había algunos de esos 'paracaidistas' que bisucan el postureo, pero impresionaban los rostros de los corredores de verdad: la adrenalina del miedo podía cortarse. Lo contó en su libro Chapu Apaolaza: ese miedo, por mucho que se hayan sofisticado las retransmisiones, no se refleja en la tele. En fin: escapé a tiempo y desde un balcón de Estafeta vi correr junto a los toros a los mismos que supuraban nervios un rato antes. Tanto como el miedo en el encierro impresiona la banda sonora. Si en 'Tardes de soledad', la película de Albert Serra premiada con la Concha de Oro, impacta más el sonido de una corrida que las imágenes (y eso que son duras), en el encierro impresiona el silencio previo. el ruido de los toros, los gritos de la gente. Mañana llega el chupinazo y se repetirán los ritos del encierro, como vuelve cíclicamente el debate sobre los toros y Pamplona. Disfrutemos de la fiesta: ya tengo el pañuelico preparado.
2. Esperando a los ciclistas. Vuelve el Tour de todos los veranos, ese que hace un par de años vino a visitarnos. La carrera es otra liturgia que nos levanta del sofá en sus ascensiones alpinas y sigue generando porras de bar en los tiempos de las apuestas de internet (también hay apuesta txirrindulari digital, pero pervive el bar como red social del ciclismo). Como hablamos de 'sensaciones' vuelvo a los días pirenaicos del año que Mikel Fraile me llevó de reportero al Tourmalet y sus inmediaciones. Es el momento que más he 'respirado' el gen Tour, con los aficionados acampados desde el día anterio. Son horas y horas de espera para que luego pase todo en unos minutos: como la vida, sin ir más lejos.
3. Jazzaldia. Julio también es el festival, este año con un aniversario redondo: 60 cumpleaños. Fue pionero cuando Donostia era pionera en tantas cosas, llega con sus escenarios diversos, de la fiesta playera de Jamie Cullum a los ritmos de la Trini (más sensaciones: nada una noche de buena música ahí en una noche de verano) y con The Beach Boys en el Kursaal con John Stamos de invitado solo unas semanas después de la muerte de mítico Brian Wilson. La historia de las separaciones del grupo es como un culebrón, pero uno de sus históricos, el muy veterano Mike Love, sigue liderando la formación que cantará 'Good vibrations'. Buenas vibraciones, eso queremos.

Te dejamos con Julio: cuando cantó en Gipuzkoa 'Soy un señor, soy un truhán'
Cuando llega el mes de julio el móvil se llena de 'memes' con la imagen de Julio Iglesias. El cantante parece retirado, con rumores sobre su salud, pero siempre está de actualidad. Hace unos meses el brillante Ignacio Peyró publicó el libro que cuenta la vida del músico y es también una crónica de España.
Leyendo a Peyró me entraron ganas de bucear en la historia guipuzcoana de Julio Iglesias. Su último concierto en Donostia fue en octubre de 2012: llenó el Kursaal (y eso que batió el récord de precio de entradas), cantó dos horas largas y se despidió de un público enfervorizado con 'A mi manera'. La víspera había cenado en Arzak con su amigo Juan Mari: a los dos les unía (y les une) su 'vitalismo disfrutón'.
Más divertidos son los conciertos guipuzcoanos de la prehistoria del artista que era «un truhán y un señor». Actuó en los años 60 en la Trini cuando la plaza, además del jazz, acogía otras citas de verano (en la foto). Y en Irun, y en la discoteca Venecia de Mutriku, sala que merecería otra novela en sí misma. Para muchos el 'momentazo Julio' fue en la Semana Grande de 1992 en el Velódromo de Anoeta.
Parece difícil que vuelva Julio. Raphael, sí: recuperado de sus dolencias, está anunciado el 11 de octubre en el Kursaal, ese auditorio donde el miércoles Calamaro levantó al público con sus grandes canciones y lo sentó con sus monólogos deslavazados. Así lo conté en este papel, y a él no pareció gustarle. Al margen de sus opiniones siempre nos quedarán sus enormes canciones.
mezquiaga@diariovasco.com
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