Confieso que he mirado: Cinema Paradiso está en Donostia
Uno sigue siendo el chaval que vio 'Annie Hall' deslumbrado en el Bellas Artes. (Y un dato: la peli más vista en la historia de Gipuzkoa es 'Ocho apellidos vascos') (Y una propina: si hoy es Jueves Gordo es Tolosa)
Son vísperas de Oscar. Hay años en que llegan los premios de Hollywood, uno tiene su película favorita y la defiende como un 'hooligan' del ... fútbol. Esta vez no me ocurre: que gane la que los acdémicos quieran. Yo vengo a escribir una crónica sentimental de cines y películas. La empresa donostiarra Sade cumple cien años en este 2025 y prepara distintas actividades. Me pidieron refrescar mis memorias como espectador y viví un divertido 'revival': cuántos buenos ratos he pasado a lo largo de la vida en una sala de cine.
Todos tenemos un Cinema Paradiso en la cabeza. Entre mis primeros recuerdos de ir a una sala está 'Bambi', creo que en el Petit Casino: sí, soy de la generación que creció con esa película traumática. Pero mis mejores recuerdos de adolescente espectador están asociados al viejo Astoria, antes de que se convirtiera en multicines. Aquella enorme sala de 1.500 localidades (pensemos que el Kursaal tiene 1.800) fue el lugar donde vi 'Tiburón', 'El coloso en llamas' o 'La guerra de las galaxias', que es como se llamaba aquí antes de convertirse en esa larga saga de 'Star Wars' que tan frío me deja.
En realidad lo más parecido a Cinema Paradiso que viví fue el viejo Bellas Artes, ese edificio que se reconvierte en hotel. Desde el cole de la calle Sánchez Toca nos llevaban ahí a veces a alguna proyección: decenas de chavales enloquecidos compartiendo eso que se llama 'magia del cine' era una película en sí misma. Años más tarde, ya con pantalón largo, uno de mis mejores momentos fue en ese cine un largo ciclo de las películas de aquel Woody Allen en su mejor momento. La sala estaba ya desvencijada pero era un placer descubrir joyas como la deliciosa 'Annie Hall', una de mis pelis favoritas, que sigue aguantando a la perfección nuevos visionados. Es más moderna, y por supuesto mejor, que las películas más recientes del director. Nunca pudo imaginar aquel chaval del Bellas que un día vería a Woody rodar en Donostia, aunque la floja comedia que casi es mejor no recordar.
Fuimos felices en aquel Amaya que parecía de juguete, en el Novelty, que era como de película de la 'nouvelle vague', en el gigante Miramar, en aquel Savoy también enorme o en el aogedor Rex de Sancho el Sabio. Uno asocia épocas de su vida a las salas: cuando el Trueba se reconvirtió en dos y fue reducto gafapasta de versión original o el Antiguo Berri donde ya íbamos como padres a películas «familiares». Quizás las salas más cómodas fueron las de Warner en Illunbe, que tan pronto desaparecieron. Y confieso que aún no conozco los cines de Garbera. Tampoco se trata de un repaso exhaustivo, sino de un No-do desordenado de recuerdos.
Los Príncipe son ahora el valor siempre seguro. Esperamos que perduren las salas en un tiempo en que cambian los consumos del audiovisual. Los veteranos seguimos pensando que la experiencia de «ir al cine», con su liturgia compartida, supera a cualquier consumo doméstico de película.
Hace unos años investigué cuáles habían sido las películas más taquilleras de la historia en los cines de Gipuzkoa. ¿Saben cuál es el filme más visto? 'Ocho apellidos vascos', con más de 210.000 espectadores. 'Ben Hur', convertida en fenómeno cuando se estrenó en 1961, 'Titanic', 'Avatar', 'ET' y 'Doctor Zhivago' completaban el 'top'.
Un poco de Tolosa es mucho
Al final la vida son ritos. El Jueves Gordo volví a Tolosa a vivir el Carnaval en uno de esos largos días de alegría, amistad y música, de comer y beber, de compartir y de sumergirte en una burbuja donde parece que el único problema que existe es dónde tomar la siguiente. Luego llega el Viernes Flaco con la rebaja y descubres que el mundo sigue mal. Pero la vida está bien.
El Carnaval de Tolosa también tiene para mí su vertiente sentimental. Primero, por la emoción casi infantil de volver al pueblo de mi padre, ese que él siempre definía como «el mejor del mundo» aunque pronto prefirió Donostia para vivir. Y también había esta vez mucha emotividad para recordar a nuestro amigo Antxon Elósegui, que se nos fue en junio pero a quien seguimos recordando como si estuviera aún en la última fila de la txaranga del Kabila. Sabemos bien que uno no muere mientras haya quien lo recuerde y en el caso de Antxon somos muchos los que aún pensamos que en cualquier momento sonará el teléfono con su última propuesta festiva o su nueva idea cultural. Era el primer Carnaval sin Antxon y su Kabila le recordó ante el Ayuntamiento, como otras tantas sociedades.
Disfruten el Carnaval, en Tolosa o donde sea.
mezquiaga@diariovasco.com
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