Caravinagre y otros ritos con pañuelico
Los sanfermines son territorio de alegría y emociones: del recuerdo a nuestro amigo Antxon a los premios a Roser Torras y Pedro Miguel Etxenike
Hay fiestas que son para vivirlas, no para contarlas: los sanfermines, por ejemplo. Y sin embargo la cita de Pamplona genera todo un género literario ... y periodístico. Es una fiesta que «da bien» en pantalla y en letra impresa, por su vistosidad y sobre todo porque es la patria de la alegría. Todo el que llega a Pamplona esta semana de julio se anuda el pañuelo rojo al cuello nada más poner el pie en sus calles: es como un pasaporte natural con el que nos integramos con los demás.
Existen tantos sanfermines como sanfermineros. Es un universo tan amplio que cada uno encuentra el suyo: de día o de noche, de tranquilo o de exceso, con niños o con toros. En mis años juveniles viví la fiesta más nocturna y desde hace ya tiempo la diurna, de señor mayor, con cita en el apartado en la plaza, acogedor restaurante de joteros y marichis, toros en sombra y trago posterior. Durante muchos años mi amigo Antxon Elósegui fue el guía en ese mundo. Este año «no ha podido venir», entre otras cosas porque nos dejó hace un mes, pero también nos dejó el encargo de que disfrutáramos como cuando él era el alma de la reunión, y eso hicimos en su memoria, con su hijo Antxon como sucesor. Los últimos años salí de la plaza bailando con las peñas con el viejo Elósegui (que era el más joven a sus 92 años) y esta vez con el joven Antxon, mezclados con los de Oberena, la peña que tiene conexión con Tolosa (por ahí andaba, por cierto, Eneko Andueza, que pese a sus responsabilidades al frente del PSE también mantiene sus ritos sanfermineros).
Pamplona excita las emociones. Había que ver a Roser Torras, exdirectora de San Sebastian Gastronomika, cómo lloraba al recibir el premio Europa por San Fermín, que conceden los hermanos Idoate, del Europa, a sanfermineros de pro. Y me cuentan que también se emocionó Pedro Miguel Etxenike, el navarro/donostiarra, con el premio Gallico de Oro que le concedieron los de la sociedad Napardi. Luego hasta dirigió a La Pamplonesa con buena mano.
Este año he tenido ración doble de sanfermines porque también cumplí con mi hijo Simón otro ritual que nos apasiona: sumergirnos en la comparsa de kilikis, zaldikos y gigantes, que es un fenómeno de movilización masiva. Buscamos que Caravinagre nos pegara y danzamos con sus músicas. Pamplona, tan excesiva, tan multitudinaria, tan de comer y beber estos días, nunca defrauda. Aunque luego sus resacas sean cada vez más largas.
No pudimos ver a Izaro, que llenó una noche la Plaza del Castillo con el show que arrasa por donde va. La música de Mallabia afincada en Donostia se fue de Iruña a Nueva York, donde ha actuado hace un par de días, y la esperamos en La Zurriola porque inaugurará las citas playeras del Jazzaldia. En este mundo de ritos que es el verano ya asoma el momentazo del Festival de Jazz, que son como unos sanfermines más tranquilos e íntimos con saxos y guitarras. Los disfrutones gozamos allá donde vamos.
Una inspectora en el Velódromo
Más ritos: el Zinemaldia. Es curioso que la primera alfombra roja del Festival de San Sebastián sea en Madrid: cada mes de julio se presenta en la Academia del Cine la cosecha española seleccionada para el certamen. Tocó ayer, y buena parte del sector se juntó en ese espacio. Ya contamos por otras zonas del periódico las pelis y series elegidas, con esa prometedora 'Yo soy Nevenka' de Iciar Bollain, que ya demostró en 'Maixabel' su mano para recrear en pantalla historias reales. También apetece ver la adaptación de 'Los últimos románticos', la estupenda novela de Txani Rodríguez, o el debut en la dirección del músico C. Tangana.
Una cita que llega con un aroma especial: la proyección en el Velódromo de 'Celeste', la serie del irunés Diego San José protagonizada por Carmen Machi e «inspirada» por los problemas de Shakira con Hacienda (Machi hace papel de inspectora). San José, fiel a su ironía, decía ayer que se alegra de que 'Celeste' nazca en Donostia «porque en Donostia nacen las cosas bonitas, como las gildas, Arconada, la tarta de queso de la Viña, Eduardo Chillida, Alex Ubago, mi primera novia y La Buena Vida (el grupo de música y el enfoque bon vivant)». Se acerca el Zinemaldia, que pronto dará más y grandes sorpresas. Atentos.
mezquiaga@diariovasco.com
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