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Mónica Pérez Sobrino recuerda que en Donostia pasó algunos de sus mejores momentos. UXIO DA VILA
«Es mejor vivir un amor, aunque sufras cuando termina, que no vivirlo»
Mónica Pérez Sobrino | Escritora

«Es mejor vivir un amor, aunque sufras cuando termina, que no vivirlo»

La periodista zaragozana, «con medio corazón en Donostia» y afincada en Madrid, publica 'Madame Nadie', una novela sobre las adicciones a través de la relación de una pareja

Mitxel Ezquiaga

San Sebastián

Domingo, 20 de abril 2025, 10:43

Nació en Zaragoza y vive en Madrid, pero tiene «medio corazón» en Donostia, la ciudad de sus momentos más felices. Mónica Pérez Sobrino (1993) es periodista (colaboró en Gipuzkoa de Moda deDV, tiene su propia agencia de comunicación y una legión de 40.000 seguidores en en su perfil 'Mimisicu' en Instagram: no solo pone fotos bonitas, sino impresiones sobre libros, películas y cosas. Publica 'Madame Nadie', su primera novela, sobre adicciones: al amor y a las drogas. La música, de The Strokes a Mozart, es omnipresente en sus páginas, con escenarios tan sugerentes como Formentera o la propia San Sebastián.

– Preséntese a quien no la conoce: ¿qué es eso de tener 'medio corazón' en Donostia', como dice en la solapa del libro?

– Soy de Zaragoza pero siempre digo que tengo medio corazón en San Sebastián: desde pequeñita pasé en Donostia los típicos veranos de tres meses. Luego viví también durante un tiempo. Mi infancia es la playa de La Concha. También ejercí de periodista ahí hasta que monté mi propia agencia en Madrid, Vivace Studio, que también tiene clientes en San Sebastián.

– Y llegó la propuesta de novela.

– Le conté a Eva Serrano, de la editorial Círculo de Tiza, la idea que tenía en la cabeza y enseguida me firmó el contrato. Aquí está.

– Presente 'Madame Nadie'.

– Empezaría por el título. Hace un par de años leí una columna de Isabel Coixet que contaba que Marilyn Monroe reveló en 1956 en Londres a la psiquiatra Ana Freud que a veces se sentía tan destruida emocionalmente que para inscribirse en un hotel de incógnito lo hacía como 'Madame Nadie'. Era un icono, la musa de las musas, pero a la vez se sentía tan derrotada que firmana como 'nadie', la negación de todo. A la protagonista de mi novela le ocurre parecido: en su intento de salvar a su pareja pierde la propia identidad. Se mira en un espejo y dice: Hola, Madame Nadie, mis sueños y proyectos quedan desbancados por la persona con la que estoy, en mi intento de ayudarle me he perdido a mí misma.

El libro
«Quería escribir de la adicción a sustancias, y también de la dependencia emocional»

– De eso va su historia.

– De dependencias, de drogas y otras sustancias tóxicas, pero también de dependencia emocional. A veces la dependencia emocional no hace tanto ruido pero es igual de peligrosa que la que generan las drogas. Mi intención inicial era narrar la destrucción generada por los consumos.

– La música es fundamental. Al final detalla el completo y variado 'play list'.

– Desde pequeña la música me ha ayudado. Dijo James Rhodes que la música le salvó la vida y yo podría decir lo mismo: me ayudó a encontrar el camino cuando pensaba que todo se venía abajo. Yo descubrí primero la clásica porque mi madre estaba muy vinculada a ese mundo, estudié piano, y luego el rock y otros mundos me rompieron la cabeza. Esa mezcla musical está muy presente en la historia.

– También los escenarios tienen protagonismo.

– La novela arranca en Formentera después de la pandemia, cuando todos queríamos recuperar el tiempo perdido. Y también era esencial que parte de la trama fuera en San Sebastán, en el hotel Niza, en la Parte Vieja...

– Como 'medio donostiarra' asentada en Madrid, ¿cómo va ahora la ciudad?

– La vida en Madrid es tan agotadora que cuando voy a San Sebastián siento que el mundo se ralentiza. También es verdad que si paso mucho tiempo en San Sebastián me entran ganas de volver a Madrid. La única pega son las conexiones, esos trenes eternos o las horas de carretera.

– Es muy activa en Instagram bajo el perfil de Mimisicu. ¿Por qué ese nombre?

– Es por la película 'Un niño en París', que yo veía de pequeña con mi padre. Otras niñas veían películas de Disney y yo era la rara que veía esta peli francesa de un hombre que descubre que su exmujer ha tenido un hijo de él en la Polinesia. Se lleva al niño, que se llamaba Mimisecu, a París y el chaval se comporta como un salvaje. Mi padre me empezó a llamar Mimisecu porque yo era también asilvestrada, y terminé eligiendo ese nombre para mi perfil de Instagram.

– No solo pone «fotos con estilo»: también textos largos.

– Las redes sociales tienen sus peligros evidentes pero también te permiten comunicar directamente con una comunidad de lectores, 40.000 personas en mi caso. Escribo con mis opiniones, de películas, de libros, de gentes y recibo un amplísimo feedback, por ejemplo con reacciones a la novela.

la ciudad
«Donostia sin mis largos veranos en La Concha: cuando voy mi vida se 'ralentiza' para bien»

– ¿Qué ha aprendido de esas reacciones de los lectores?

– Escribir una novela tiene dos extremos: primero, la soledad salvaje de pasarte nueve meses encerrada en casa, y después, salir a presentarla hablando todo el rato de tu libro. Es una experiencia positiva, claro, y por eso estoy escribiendo ya la siguiente. Tú escribes para ti misma: no tienes ni idea de lo que va a suceder después. Sigo sorprendiéndome cuando de repente me llega un mensaje o alguien me para por la calle para contar su historia de amor, tan intensa como la del libro, que en los primeros meses avanza y después gira hacia el derrumbe y la descomposición de la pareja. Hay mucha gente que se siente identificada porque todos hemos estado en un lado o en otro. Todos hemos sido el que traiciona o el que traicionado.

– ¿Es pesimista en el amor?

– Mi novela es romántica : los protagonistas tienen todo en contra pero pelean por intentarlo, ponen el amor por delante a ellos mismos. Soy una persona extremadamente positiva en el amor, aunque a veces no hay amor sin dolor. Decía Faulkner que «entre el dolor y la nada, yo elijo el dolor». Si te dan a elegir entre sufrir después de haber vivido una historia maravillosa o no sufrir, sin haberla vivido, me quedo con lo primero.

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