Majestuosa clausura
AUDITORIO KURSAAL ·
María José Cano
Domingo, 28 de agosto 2022, 07:31
La Quincena despidió ayer su 83 edición con un concierto grandioso de la Filarmónica Checa, a la que se unieron las hermanas Labèque, varios solistas y el Orfeón Donostiarra. La música de tres compositores checos nos trasladó a su país en el paso del XIX al XX con unas versiones formadas, auténticas y llenas de energía de un repertorio valiente y más que atrayente.
La 'Obertura Carnaval 'es una obra resplandeciente con un pasaje intermedio a modo de pastoral, que vuelve al potente comienzo, con el ritmo impetuoso de la música popular, carácter que Bychkov subrayó. El lirismo de los violines, la calidez de las maderas, -el clarinete, la flauta y el corno inglés- y el desbordante colorido y frenesí del final arrancaron el primer gran aplauso del público.
Endiablado. Este es el adjetivo que quizá mejor define el 'Concierto para dos pianos' de Martinu, una amalgama de ritmos sin descanso para los solistas. Las Labèque, que siguen en plena forma técnica, regalaron no sólo la complicidad y conexión que les caracteriza, sino también una nada sencilla compenetración con la orquesta. El evidente trabajo realizado con Bychkov y la agrupación checa se materializó en una versión brillante, expresiva y sin fisuras de una partitura que reúne muchos estilos y es muy complicada.
«La iglesia para mí es la esencia de la muerte», declaró Janáček. Sin embargo, después de la primera ejecución de su 'Misa Glagolítica' en una iglesia en 1927 un crítico del periódico checo escribió: «El anciano maestro, un hombre profundamente devoto, ha compuesto esta Misa con la convicción apasionada de que la obra de su vida estaría incompleta sin una expresión artística de su relación con Dios». Janáček se indignó, porque su propósito era más patriótico que religioso. El resultado es una obra tan atípica como impresionante. Escrita para soprano, contralto, tenor, bajo, doble coro, órgano y orquesta, es hermosísima y recomendable incluso para los neófitos.
La orquesta checa brilló en las triunfantes fanfarrias dominadas por los metales, pero también en los acompañamientos a las voces. Tanto el cuarteto solista como el coro bordaron sus intervenciones, en partes vibrantes y rítmicas. Resulta difícil pensar en mejores intérpretes para la 'Glagolítica' que los que la ofrecieron ayer en el Kursaal. El Orfeón Donostiarra, que la interpretó hace exactamente diez años, la cantó con grandeza, sensibilidad en los pasajes que lo requerían y una rica gama dinámica. Bychkov sacó jugo a todos regalando una enorme paleta de colores y dando a la Quincena un cierre majestuoso.