«La literatura no puede derrocar un régimen, pero sí ser el mosquito que lo irrita»
«Me siento muy cómodo en las redes sociales, aunque a veces me digan barbaridades», asegura el escritor nicaragüense, que el martes hablará en Donostia con sus lectores
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez (Mercado, 1942) ha pasado de compañero de Daniel Ortega en el Frente Sandinista a exiliado del régimen. Con una dilatada ... trayectoria literaria a sus espaldas, marcada por la militancia política, Ramírez asume que «la literatura, por supuesto, no tiene la capacidad de derrocar un régimen, pero sí tiene ese poder de ser el mosquito que lo irrita como un piquete y eso es suficiente». Premio Cervantes 2018, el autor estará el martes en Donostia (C.C. Ernest Lluch, 19.00 horas) para hablar de 'Literatura, política, memoria' en un encuentro organizado por Donostia Kultura.
– ¿Cree que la etiqueta de 'literatura comprometida' sirvió para desacreditar un tipo de novelas?
– Eso depende del uso que la literatura reciba en estos casos porque en América Latina en algunos momentos la unión entre literatura y política es muy demandante debido a las condiciones anormales de sus sociedades. En otros momentos esa literatura se vuelve gratuita porque se abusa de esa herramienta. Lo único que para mí no puede ser la literatura es un instrumento expreso de denuncia porque sale sufriendo, pero la situación política cabe dentro de la trama literaria o necesita de ella, entonces es muy legítimo. Eso pasa con ese género conocido como 'la literatura del dictador', que son personajes que estaban ahí reclamando ser introducidos en un relato. Eso creó toda una época, pero me parece que también ha llegado a agotarse.
– ¿A usted le ha pesado esa exigencia latinoamericana de posicionamiento político al escritor?
– Me ha pesado por la propia condición de mi vida. Yo nací en 1942 bajo la dictadura del viejo Anastasio Somoza, llegué a la universidad en 1959 cuando gobernaba su hijo, Luis Somoza, y me tocó ayudar a derrocar al último de la dinastía. Entonces, es imposible zafar mi vida de la dictadura de los Somoza y ahora me encuentro con Daniel Ortega, que deformó la revolución y se ha entronizado como un nuevo Somoza.
«Me arrepentiría de haber despreciado la oportunidad de transformar Nicaragua, aunque luego fracasara»
– ¿Se arrepiente de que la militancia política interfiriera en su trayectoria literaria?
– No creo porque hubo una etapa de mi vida que yo tuve que haberla vivido. Más bien me sentiría arrepentido si hubiera despreciado la oportunidad que me dio la Historia de intentar una transformación de Nicaragua que después resultó fracasada. Pero el fracaso no estaba en mis planes. Si vuelvo a aquella edad, lleno de sueños de aquella época, volvería a hacer lo mismo. Si me lo pidieran ahora, desde la experiencia de lo que pasó, no, pero no me puedo desdoblar.
– Usted pertenece a una generación de escritores latinoamericanos que no encaja ni en el 'realismo mágico', ni en la 'Generación McOndo'.
– Claro. McOndo plantea una ruptura con el llamado 'realismo mágico', que tampoco fue una invención latinoamericana, sino europea, más bien francesa.
– ¿Ah, sí?
– Francia miraba a España como un territorio histórico de exploración romántica en el siglo XIX, con su Carmen, sus cuchilleros y sus bandoleros.
– Una mirada vinculada al subdesarrollo, como luego hizo Europa con América Latina...
– Claro. A los ojos de Francia, cuando aparece 'Cien años de soledad' todo es realismo mágico y nada que no sean mujeres que vuelan o mariposas amarillas tiene valor y eso legitima la reacción de la generación de McOndo, es decir, la literatura latinoamericana no es sólo eso, ni tampoco lo que pretendió el propio García Márquez. El realismo mágico pronto fue sustituido por una diversidad muy grande de voces. Y ahora ha conseguido una tesitura diferente, siempre explorando la Historia, y por ejemplo, la novela de Juan Gabriel Vázquez 'Volver la vista atrás' es otra vez la historia de las guerrillas maoístas, pero con una visión literaria de gran excelencia.
«Cuando aparece 'Cien años de soledad', nada que no sean mujeres que vuelan o mariposas amarillas tiene valor»
– ¿Qué le interesa más? ¿El realismo mágico' o esa realidad más urbana de los nuevos escritores?
– Es que yo no me matriculo con esto del realismo mágico o el anti-rrealismo mágico. La novela latinoamericana explora una realidad que parece mágica, pero que la vivimos todos los días. Creo que fue Carlos Monsiváis el que dijo que en América Latina Kafka hubiera sido un escritor costumbrista y eso es verdad.
– ¿Era más fácil escribir antes contra un enemigo identificable que ahora, cuando todo se ha vuelto más vaporoso?
– Hay muchos temas que tienen que ver con el realismo en la novela latinoamericana, en el sentido en el que lo concebía Flaubert. Tiene que ver con el fenómeno con las neodictaduras del socialismo del siglo XXI –porque ahora el testigo pasó a la pretendida izquierda mesiánica de los Chávez y los Ortega–, y también con el narcotráfico, con toda su parafernalia, o las migraciones hacia Estados Unidos. Cuando hablamos de 80.000 migrantes eso no es novela, sino cuando tú bajas con el dron y logras identificar a uno, dos o tres personajes en ese drama. Eso lo vuelve universal porque estamos viendo migraciones en todas partes, no sólo la de los ucranianos que huyen de las bombas de Putin, sino también las de los marroquíes y el resto de africanos a través del Mediterráneo. Este fenómeno, que es masivo, periodístico, estadístico, político, y que afecta a las relaciones internacionales de los países y desata reacciones emotivas en la ultraderecha, es un fenómeno de la novela también.
– La literatura sería entonces el arte del matiz y de la transformación del caso concreto en universal...
– Eso es. La novela tiene sus propias necesidades y toma de cualquier ámbito lo que necesita.
– ¿Es el género más híbrido?
– Es el más cervantino que hay porque Cervantes ya inventó la novela de múltiples cajones, donde cabe todo: lo contemporáneo, lo histórico, la mentira, la verdad... Eso sigue siendo la novela.
– En su caso, se ha constatado que resultaba molesto para el poder en su país. ¿Aún temen los gobernantes a los escritores?
– La literatura irrita siempre al poder, sobre todo, el humor. El poder tiene siempre esa cara de palo que no puede ser conmovida. No me refiero al poder democrático, que tiene sus resortes de tolerancia, sino al arbitrario. Al dictador le molestan el humor, la burla y la ironía. Una invención que se ocupa de un dictador no es para alabarlo, sino para desnudarlo y eso desata represiones. El mío no es el primer caso de escritores perseguidos en América Latina.
«Para un exiliado se vuelve una angustia pensar en cuándo va a regresar a su país. Por ahora no me lo planteo»
– En cierta forma, tiene un aspecto reconfortante que todavía los libros resulten tan molestos...
– La literatura, por supuesto, no tiene la capacidad de derrocar un régimen, pero sí tiene ese poder de ser el mosquito que lo irrita como un piquete y eso es suficiente.
– Usted ha publicado un libro con las entradas que escribió para su blog y también lo ha hecho con artículos de prensa. Parece que hay vasos comunicantes entre lo analógico y lo digital.
– Yo me siento muy cómodo en esas redes sociales. Te puedes quedar al margen y vivir como un ermitaño sin teléfono digital, ni podcast, ni ediciones digitales de periódicos, pero es una especie de aislamiento social. Hoy es imposible librarse de internet. A mí me gusta muchísimo dialogar con los lectores. Estoy en Facebook, Instagram, Twitter, aunque son muy denostados porque también sirven para cosas muy malas y sacar lo peor de los seres humanos por el problema del anonimato.
– Pues es usted un caso insólito porque casi todos los escritores reniegan de las redes sociales por los insultos que reciben.
– A mí me dicen barbaridades también, pero lo veo como normal. Antes la maledicencia y el rumor iban boca a boca, ahora por las redes y todo el mundo se entera. Pero la parte esencial de las redes no es ésa, sino que yo puedo escuchar un concierto de una orquesta sinfónica en YouTube, leer un capítulo de 'El Quijote' mientras voy en el tren o mi periódico preferido en una tableta. Ésas son las grandes ventajas de la comunicación digital.
– ¿Cuál es su situación actual en España como exiliado?
– Estoy viviendo en Madrid con mi esposa desde septiembre y aquí nos vamos a quedar por un plazo indefinido porque no depende de mí. Me siento muy bien porque tengo la doble nacionalidad, ya que la española me la concedieron con motivo del Premio Cervantes.
– ¿Espera volver a Nicaragua o es algo que ni se plantea?
– No, ahorita no me lo planteo porque para un exiliado se vuelve una angustia pensar en cuándo va a regresar. Simplemente, es un asunto de espera paciente, mientras rehaces la vida. Me encanta Madrid, viajar por España y conocerla.
«Javier Cercas es de los primeros en mirar España hacia atrás con 'Soldados de Salamina'»
- ¿Mantiene la literatura su capacidad de transmitir la memoria o ha retrocedido frente a otros formatos, en concreto, los audiovisuales?
- Creo que no y en este sentido, el caso de España es muy aleccionador. En un determinado momento, se encuentra con su propia realidad en la literatura y esto ocurre a partir de los noventa, cuando los escritores vuelven la vista atrás y comienzan a ver el franquismo o la Guerra Civil. Comienzan a ocuparse de esos temas y yo diría que Javier Cercas, con 'Soldados de Salamina', es de los primeros que se aproxima a mirar el país hacia atrás, algo que no estaba todavía en el mapa de la literatura española. Luego vino el ciclo histórico de Almudena Grandes, que repite los 'Episodios' de Benito Pérez Galdós, y ahora ya no se puede separar el ciclo histórico de la novela contemporánea española. Eso no quiere decir que excluya otros temas porque la literatura no puede excluir nada, es un abanico abierto de posibilidades narrativas. Si nos acercamos al conflicto de ETA, por ejemplo, ya tenemos a Fernando Aramburu, que es el cronista de esa etapa de la Historia de España. La novela se acerca a los individuos, no se ocupa del colectivo.
- Ya que menciona 'Patria', ¿ha sepultado esa novela todas las que se escribieron antes sobre el mismo tema?
- Lo que pasa es que la literatura tiene toda clase de registros y algunos resumen a los demás escritores.
- ¿Es el caso de la novela de Aramburu?
- Yo creo que sí. 'Patria' es una gran novela que ya figura en la Historia de la Literatura española.
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