Ramón Eder: «No me gusta ir de juez, pero tomar el pelo a los vanidosos mejora la especie»
Publica 'Los regalos del otoño', nuevo libro de aforismos en la carrera de un autor imprescindible en este género literario
El escritor navarro afincado en Pasaia saca a la luz un nuevo libro de aforismos, editado por Renacimiento. Ramón Eder (Lumbier, 1952) es una ... de las principales figuras del aforismo en lengua española. Premio Euskadi de Literatura en 2019, opina que los aforismos siempre son «paisajes íntimos».
– ¿Este libro mira más hacia la melancolía, a la resistencia o a la gratitud por lo vivido?
– El título es voluntariamente ambiguo y rezuma cierta melancolía, pero a los 70 años es lo normal. Aunque la palabra 'regalos' se asocia inmediatamente con gratitud. En fin, hay escritores que suelen tener muchos títulos para el libro que están escribiendo, incluso hacen listas, pero lo normal es barajar varios y al final elegir, generalmente por una corazonada. El título de este libro quiere reconocer agradecido que en el otoño de la vida los regalos son algo melancólicos, pero también magníficos.
– ¿Cómo siente este libro en relación con el resto de su obra aforística?
– Mientras lo escribía tuve dudas porque notaba que estaba cambiando de temas y de tonos y me sentía inseguro, pero tras varias versiones dejé de leerlo unas semanas y al volver me sorprendió positivamente. Entonces se lo mandé a una buena lectora que disipó mis dudas porque me habló muy bien del libro y no es de elogio fácil precisamente. Así que quizás haya tenido la suerte de, a estas alturas, mejorar. Aunque creo que los auténticos aforistas no cambian mucho en su escritura cuando han conseguido tener una voz propia. Algunos lectores superficiales exigen cambios, innovaciones, experimentos, pero los buenos aforistas cuando consiguen perfeccionar un tipo de aforismo y tener una voz propia ya no suelen cambiar y lo que hacen es exigirse mucho.
– ¿Cómo es el proceso de su escritura?
– Escribo un libro de aforismos como un novelista muy exigente se plantea la escritura de una novela. Y además este género tiene el peligro de los espejismos, hace que se vean maravillas donde hay lugares comunes o ocurrencias vanas que, una vez identificadas, hay que eliminar. Y por eso corrijo mucho y puedo escribir hasta siete versiones en las que quito y añado nuevos textos.
– Explica que la mejor manera de leer aforismos es «como un filólogo aficionado».
– En mi caso se trata de leer y releer mucho esos libros muy buenos e importantes para uno mismo. Y de todos los géneros, clásicos y modernos. Si domino bien el idioma leo la versión original. Y también aunque lo conozca solo un poco, con ayuda del diccionario. Y, por supuesto, leo muchas interpretaciones y estudios que han escrito otros agudos escritores de esa obra. En fin, leer y releer un texto hasta que descubro sus tesoros, sus verdades y sus bellezas secretas, pero cada uno tiene su manera de profundizar en un texto. A eso lo llamo, paradójicamente, leer como un filólogo aficionado. Pero también leo a escritores contemporáneos y libros que me envían y tengo sorpresas muy agradables.
– Si, como usted dice, el aforismo «tiene que seducir rápidamente a la inteligencia», ¿necesita más de lectores inteligentes que otros géneros?
– No creo que haya que ser un premio Nobel ni tener un doctorado o una licenciatura para poder leer aforismos y disfrutarlos. Hay que tener el hábito de la lectura y un nivel digamos de un buen bachillerato que puede ser mejor que una licenciatura mediocre. Eso sí, no hay que tener prejuicios tontos y creer que los aforismos son chistecillos o refranes raros. Conozco abogados y arquitectos que leen las novelas de los premios Planeta, por ejemplo, y que no entienden la gracia del aforismo. Y al revés, personas que no tienen grandes estudios pero que disfrutan con el juego mental que les depara un libro de aforismos.
– ¿Teme ser injusto al resumir un comportamiento en una frase?
– Procuro no serlo nunca, otra cosa es que lo consiga. Y, además, no me gusta ir de juez. Pero tomando el pelo a los vanidosos mejora la especie.
– ¿Han ido desapareciendo temas en su escritura, quizá por no querer repetirse?
– Supongo que ciertas cosas van dejando de interesar con el paso del tiempo y otras, al contrario, interesan cada vez más. La vejez es un asunto cuya importancia aumenta según uno se va acercando a ser una sombra de lo que fue. Pero también puede ser que ciertos temas dejan de interesarnos porque la vida es cambio.
– ¿Usa para sus textos más ser observador de lo ajeno o de lo propio?
– Creo que uno es más observador de lo ajeno cuando hace mucha vida social y conoce a mucha gente. Y en épocas en las que frecuenta menos las relaciones humanas tiende a la introspección. Entonces dependerá de en qué época se encuentre cuando escribe. Quizás lo mejor sería equilibrar ambos extremos y tener un buen conocimiento del mundo propio y una experiencia amplia y variada del mundo exterior. Eso es lo que he intentado conseguir.
– ¿Un aforismo es casi siempre un paisaje íntimo?
– Siempre lo es. Somos pura subjetividad. Pero para que el aforismo sea legible hay que utilizar las convenciones del lenguaje. Hay escritores que profundizan en su intimidad y los hay que describen el mundo, pero estos también lo describen a través de sus sensaciones. Por eso creo que todo escritor escribe de lo que le da dolores de cabeza y de lo que le da alegrías.
– ¿Cuántos aforismos le ha regalado el paisaje del puerto de Pasaia que contempla desde su casa?
– Muchos. Recuerdo uno que le gustó a un amigo aforista: «Los gritos de las gaviotas son la áspera música del mar».
– «La manera natural de pensar es a base de aforismos», escribe. ¿Se siente un cazador de pensamientos?
– Más que un cazador de pensamientos soy más bien un pescador de aforismos. Espero que ocurran cosas. Suelo estar contemplativo o leyendo o hablando con un amigo o paseando por la orilla del mar, pero a veces puede que vaya con cazamariposas, como Nabokov, y trate de cazar esos colores que vuelan.
– ¿Por dónde recomienda empezar a quien no haya leído un libro de aforismos?
– No hace mucho salió la antología de aforismos 'Marcas en la piedra-doce aforistas vascos', en una excelente edición de Aitor Francos en la Editorial Renacimiento. Aprovecho para nombrar a los que salen en ella: Patxi Andión (RIP), Beñat Arginzoniz, servidor, Ángel Gabilondo, Gabriel Insausti, Tere Irastortza, Karmelo C. Iribarren, Juan Cruz Igerabide, Karlos Linazasoro, Ander Mayora, Juan Manuel Uría y Ana Urkiza. Y también echo de menos a algunos como Fernando Aramburu, Roberto Herrero o Itziar Mínguez. Ahora quizás se publican demasiados libros de aforismos poco trabajados. Igual me acusan de matar la gallina de los huevos de oro... Lo cierto es que el aforismo es el género más fácil de escribir, pero es el más difícil de escribir bien.
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