«Llevé muy mal la promoción de la novela porque el asesinato de mi abuelo era un tabú familiar»
La autora bilbaína reedita siete años después su primer libro, galardonado con el Premio Euskadi y llevado al cine por Ángeles González-Sinde
ALBERTO MOYANO
san sebastián.
Sábado, 26 de febrero 2022, 07:12
A los siete años de su publicación, seis años después de recibir el Premio Euskadi de Literatura y a la espera de que se estrene ... su adaptación cinematográfica, 'El comensal' vuelve a las librerías reeditada por Random House. El libro de Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983) reconstruye desde una perspectiva familiar el secuestro y asesinato de su abuelo en 1977 a manos de ETA, a la vez que narra la enfermedad y muerte de la madre de la escritora en 2011. «Considero 'El comensal' una especie de balbuceo, una primera aproximación a este lenguaje donde pongo nombre a los hechos que estaban negados. La muerte estaba oculta en mi familia y de alguna manera, en el libro la hago visible», asegura Ybarra.
– Han pasado siete años desde la publicación de 'El comensal'. ¿Cómo la ve a día de hoy?
– Es un libro que no me ha abandonado. Ahora lo abordaría de otra forma.
– ¿En qué sentido?
– Cuando terminé de escribirla, acabé agotada y pensaba que ya nunca volvería a tocar el tema de ETA. Lo pasé muy mal en la promoción, con las entrevistas, porque el asesinato de mi abuelo y las amenazas eran un tabú familiar del que nunca se había hablado. Ya escribir el libro me costó porque fue una lucha contra ese silencio y, de repente, hablar sobre el asesinato me dejó exhausta y con mucho rechazo hacia el tema del terrorismo. Sin embargo, cuando intentaba escribir sobre otras cosas acababa volviendo a cómo había vivido yo el terrorismo.
«Cuando desde niña aprendes a reconocer los temas sobre los que no se habla, esos tabúes te señalan un problema»
– Igual le estoy haciendo una faena al llevarle de vuelta al tema...
– No, qué va... Ha pasado el tiempo y ya lo he encajado. He necesitado tiempo para entender qué era 'El comensal' en mi historia como autora porque ahora comprendo que fue un primer paso en una lucha contra el silencio que me permitió elaborar un lenguaje propio para abordar este trauma familiar que tengo.
– 'El comensal' precedió a 'Patria' y a toda esta ola de novelas y películas sobre ETA...
– Es lógico que haya sucedido así. Poco a poco empiezan a surgir historias y libros porque con ETA activa es más difícil escribir sobre ella, estás pensando más en cómo sobrevivir. Además, de alguna manera hacerlo te ponía en la diana, así que tras dejar las armas, hay más libertad para escribir y más calma para reflexionar sobre lo que se ha vivido. Y más relatos que van a surgir. Yo creo que es sano elaborar los traumas a través de las historias.
– Su novela habla de los secretos familiares, en este caso, el secuestro y asesinato de su abuelo. Quizás el problema de los secretos familiares es que siempre falla algo y acaban filtrándose.
– Desde luego, el silencio es lo más expresivo que hay. Cuando desde niña aprendes a reconocer los temas sobre los que no se habla, esos tabúes te señalan un problema.
– ¿Cómo se tomó su entorno familiar el verse retratado en el libro?
– De primeras fue chocante porque no se esperaban esto. El libro lo escribí sin compartirlo con nadie y sin contar nada porque sabía que tratarían de impedirme que lo sacara adelante. Cuando lo publiqué fue un shock, pero luego lo han asumido y han sido generosos al apoyarme. De alguna manera, ha abierto algunas vías de comunicación, sobre todo, con mi padre, que me ha contado más cosas. Ahora ve el efecto que ha tenido el libro en mí y en las personas que lo han leído, así que creo que lo consideran positivo.
– Usted ahora es madre. ¿Cree que esa circunstancia le haría variar el tratamiento literario de la suya en la novela?
– Creo que no lo hubiera cambiado. Los libros son hijos de un momento y del tiempo. Así era la relación con mi madre cuando escribí 'El comensal'. En lo que estoy escribiendo ahora, la maternidad aparece de otra manera porque tengo otra experiencia. Cada libro representa un momento.
– Neguri gravita sobre el imaginario de los vascos. El que usted pinta coincide con la época de decadencia, visto con una mirada distante. ¿Hubiera sido usted una mujer de Neguri?
– Yo fui superfeliz en Neguri. Me costó muchísimo mudarme de allí porque aunque sea un sitio cerrado y opresivo, para un niño es un paraíso porque está lleno de jardines y parques y, en teoría, tiene ese aspecto de lugar seguro, así que te dejan bastante libre cuando eres pequeño. Mi imagen de Neguri es de paraíso infantil, más que como lugar de poder o de negocios. Todos los sitios tienen sus estigmas y clichés, pero pienso que allí hay gente de todo tipo, como en cualquier barrio.
– ¿Estuvo ese entorno a la altura de las circunstancias durante el secuestro de su abuelo? En el libro describe las negativas que encontró la familia para obtener préstamos...
– Allí cada uno buscó protegerse. Igual no hubo la mayor solidaridad, pero tampoco era fácil porque pagar el rescate tampoco era una solución ideal.
– Aunque sí comprensible, estando la vida en juego.
– Sí. Yo tampoco lo viví, no sé cómo se afrontó aquello, pero me imagino que no sería fácil. Está claro que los hijos querían salvar a su padre, pero pagar a una banda terrorista para que siga financiando atentados contra tus vecinos, no sé yo si es lo más correcto. Supongo que al final cada uno estaba pensando en su propio interés.
– En el libro, los lugares son importantes. Usted muestra interés en ir al bosque en el que fue asesinado su abuelo.
– Para mí los lugares son muy importantes, creo que mantienen una energía del pasado. Yo tengo muy presentes a los fantasmas de otro tiempo. En el caso de Neguri, aunque ya no es lo que fue, ahí están los palacios, aunque ahora sean la sede de una empresa o vivan varias familias en donde antes sólo vivía una. Toda esa arquitectura te cuenta historias de un pasado. En los lugares permanece la energía de lo que ocurrió allí. Respecto a mi abuelo, tuve la necesidad de ir al bosque para hacerle mi propio ritual de despedida, porque tengo la sensación de que al ser una muerte tan violenta y traumática, el duelo no se pudo hacer de la mejor manera.
«Escribí el libro sin compartirlo con nadie de mi familia porque sabía que tratarían de impedir que lo sacara adelante»
– Ángeles González-Sinde ha adaptado el libro al cine. ¿Cómo lo ha vivido?
– He colaborado en la elaboración del argumento, pero no he participado en los diálogos. Sí tuve ocasión de ir un par de veces al rodaje y una de ellas me impresionó mucho ver que lo que escribí yo en la soledad de mi habitación se había convertido en actores, cámaras, camiones... Me pareció muy divertido.
– Será extraño verse a una misma y a los suyos en pantalla...
– Desde luego que es extraño. Cuando he visto la película terminada tenía la sensación de estar viendo un psicodrama, como esas terapias en las que otras personas representan tu vida. Nunca había vivido nada parecido, así que me resulta algo complicado de describir. A veces se me olvidaba que estaban hablando de nosotros porque la directora ha hecho una interpretación del libro y ni los actores se parecen a nosotros, ni hemos quedado para que vieran cómo nos expresamos y movemos. Me tiré toda la película llorando, estaba muy impresionada.
«Lo que me mueve a escribir no es la denuncia, sino quitarme de encima ese trauma»
- Lleva siete años de silencio literario. ¿Qué puede adelantar sobre su próxima novela?
- Estoy escribiendo contra el silencio. Considero 'El comensal' una especie de balbuceo, una primera aproximación a este lenguaje donde pongo nombre a los hechos que estaban ocultos y negados. La muerte estaba oculta en mi familia y de alguna manera, en 'El comensal' la hago visible. Una de las cosas que he descubierto es que no me basta con lo real para contar esta historia, sino que también recurro a elementos sobrenaturales. Muchas veces me preguntan si escribo para denunciar algo y lo que contesto es que no, aunque pueda pasar. Lo que me mueve es quitarme de encima ese peso, ese trauma. Lo que quiero es vivir mejor y tener más libertad a la hora de relacionarme con el mundo. Meter ese elemento fantástico al hablar de los años del terrorismo me da mucha libertad porque con ese dolor, ese miedo y con los propios etarras puedo hacer lo que me da la gana: los puedo meter en un cohete y mandarlos para la Luna si quiero. Eso me resulta más lúdico y menos pesado que estar tan atada al dato y al hecho en sí.
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