«No temo resultar muy duro. Si uno no es libre cuando escribe, ¿cuándo piensa serlo?»
El escritor navarro ha publicado 'El año en que murió John Wayne', catorce relatos tan descarnados como dotados de una prosa brillante y directa
La creación literaria de Gracia Armendáriz es extensa, desde novelas como 'La línea Plimsoll', 'La pecera' y la más reciente 'Guía de extraviados', hasta diversos ... libros de relatos y los diarios en los que habla de su enfermedad renal. En 'El año que murió John Wayne' se presenta al lector con su habitual prosa de gran calidad y unas crudas historias centradas en la familia, especialmente en la figura paterna. «Soy consciente de que he escrito un libro desafiante e intenso», expone como carta de presentación.
– Dejando a un lado sus diarios, ¿este es su libro más introspectivo y autobiográfico?
– No, no lo es. En mi anterior libro, el ensayo fragmentario 'Fuego amigo' (2021), esos aspectos que señala estaban más presentes. Por otra parte, el componente biográfico está presente en la obra de cualquier escritor. La biografía no sólo comprende la experiencia en primera persona, sino también las experiencias vicarias, que debemos a otros: maestros, padres, libros, películas, es decir todos los conocimientos adquiridos en la vida.
– Se ha destacado que estos relatos llevan un componente importante de violencia, a veces de una violencia interior. ¿Está de acuerdo?
– Me resultaba muy siniestro cuando se tildaba de 'los violentos' a los terroristas, por ejemplo. Violentos podemos serlo todos, Lo que ocurre es que vivimos en una sociedad cada vez más pueril, más infantilizada en el peor sentido. Esto se aprecia hasta en la forma como tratamos a nuestras mascotas, las volvemos maniáticas, neuróticas. A mí me gusta mi perro porque se comporta como un perro, no como un peluche castrado. Por otra parte, si no hay conflicto no hay historia, esto ya lo mostró Aristóteles. Sin conflicto no se desencadena la acción narrativa, y violencia es, en efecto, un conflicto. Probablemente, el más antiguo.
«Trato a mis lectores como adultos, como me gusta que me traten los escritores cuando los leo»
– Esa violencia, sin embargo, posee a veces un componente de ternura y amor hacia unos personajes casi siempre rodeados de dolor.
– Hay una perspectiva sutilmente tierna hacia algunos de los personajes. Pienso ahora en dos; dos niñas, concretamente. La primera, que protagoniza el relato 'Diario de papá', no es del todo consciente de ese dolor, aunque lo presienta. Lo expresa de un modo distorsionado, sin perder, a pesar de todo, su inocencia. La segunda es la niña protagonista del relato 'Avispas', que es un relato de iniciación, de una chica que se siente mejor con los chicos, algo bastante habitual y que, sin quererlo ni ella ni sus amigos, termina descubriendo cosas que quizá no deberían descubrir. En todo caso, evito siempre demostrar una tesis en mis textos, no soy sociólogo ni pedagogo. Trato a mis lectores como adultos, tal y como me gusta que me traten los escritores cuando leo sus obras.
El año en que murió John Wayne
Autor: Juan Gracia Armendáriz
Género: Relatos
Editorial: Pre-Textos.
Páginas: 164.
Precio: 18 euros
– ¿Le ha pesado el temor a que el libro fuera demasiado duro?
– No temo que pueda ser así. Si uno no es libre cuando escribe, ¿cuándo piensa serlo? Quiero decir que siempre he escrito lo que me parecía necesario, al margen del grado de dureza o blandura de los textos. A eso no voy a renunciar nunca. Por otra parte, es difícil encontrar en la narrativa que más me interesa, historias 'blandas'. Me interesa la buena literatura, eso es lo que me atrae como lector. Como escritor intento alcanzar los límites de mi talento. No soy nada autocomplaciente, pero estoy completamente seguro de que entre las piezas que componen 'El año en que murió John Wayne' están algunos de los mejores textos que he escrito.
– ¿Cómo fue el proceso de escritura, la decisión de volver al relato corto?
– En 1994 publiqué 'Queridos desconocidos', el libro ganó el Premio Institución Príncipe de Viana, que llevaba aparejada la edición del libro, pero a lo largo del tiempo he escrito bastantes relatos, algunos por encargo o propuestas de editoriales; otros por puro placer. Soy un lector curioso y asiduo del género. Advertí que tenía una colección de relatos con cierto aire de familia, por así decir; el tono, la temática, aunque hubieran sido escritos en distintas etapas. Hice una selección, de la que se cayeron unos cuantos. Quedaron trece. Redondeé la colección con el relato más extenso, el último, que da título al libro, este escrito como colofón del libro, con total libertad y sabiendo ya que era el que iba a cerrar la compilación.
«Como escritor intento alcanzar los límites de mi talento. No soy nada autocomplaciente»
– Algún crítico ha señalado ese relato como el mejor del libro.
– No estoy de acuerdo con ese juicio. Ese relato posee una fuerza especial porque narro qué le sucedió en 1980 a una familia amenazada por ETA, cómo fue aquel verano, cómo salieron huyendo, su estancia, semiocultos, en la costa mediterránea... Es uno de los relatos donde el componente autobiográfico es más evidente, pero he insuflado a esa narración elementos que van más allá de lo estrictamente testimonial. Recordemos que ese año ETA asesinó a 96 personas. Además, ese relato está en diálogo con otros del libro. Pero creo que hay piezas más perfectas que ese relato. Las dos más breves son, a mi entender, momentos claves del libro.
«El relato que da título al libro es el más personal, trata de una familia que tiene que huir de ETA»
– ¿Esas dos piezas son 'Nuevo Mundo' y 'Tanto ruido'?
– Así es. Son dos relatos muy breves, casi microrrelatos. En el primero, el narrador, un adolescente, profetiza, sueña, imagina qué va a ser de su familia, en una mezcla de realidad y fabulación; en el segundo, rompo con la sintaxis elegida, frase breve, relampagueante, y me lanzo por una sinuosa cascada de frases para narrar un suceso de los que aparecen día sí, día no, en los telediarios, solo que el final no es el que suele cerrar ese tipo de sucesos... En el fondo, es el único relato en donde puedo señalar una influencia evidente y que no me avergüenza: el primer texto que leí, asombrado, de David Foster Wallace, titulado 'Generación quemada'.
– ¿Qué opina de la tendencia a situar el relato corto como un género menor ante la novela?
– He escrito novelas y relatos y, francamente, esa impresión no se sostiene. Hay novelas de una mediocridad que asusta y relatos de una complejidad asombrosa, pensemos en 'El nadador', de John Cheever. Es imbatible, sólo las mejores novelas están a su altura. Cambia la técnica, el modo de escribir, el planteamiento previo, pero la dificultad está presente en todos los géneros literarios: novela, relato, aforismo... Por otro lado, presiento que ese prejuicio va cambiando, hay editoriales especializadas en relato que se han hecho con un hueco importante logrando algo que antes era impensable. Y también hay premios con prestigio y autores excelentes. La prueba de que no existen géneros mayores y menores es que hay novelistas que escriben relatos mediocres y cuentistas que fracasan en la novela.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión