«Todo escritor desea llegar a los lectores y huir de la penumbra»
El autor donostiarra publica 'Nunca llegan los tártaros', una extensa recopilación de artículos sobre otros escritores y la literatura en generalJorge G. Aranguren Escritor
Hoy lo presenta junto a Ángel García Ronda en la libreria Zubieta, en Reyes Católicos, a las siete de la tarde. 'Nunca llegan los tártaros' es un libro por cuyas páginas asoman, entre otros muchos, Pasolini, Octavio Paz, Ricardo Ugarte, Carlos Aurtenetxe, Unamuno, Baroja, Martín Santos, Ramiro Pinilla, Gabriel Celaya, Mishima y Sabina. Es lo que el maestro Santiago Aizarna describió en este periódico como un peinado cultural al vivir literario de Aranguren.
– ¿Por qué este título?
– Responde a mi devoción por un novelista italiano, Dino Buzzati, autor de la novela 'Ildeserto dei tartari'. Me sedujo el tratamiento de la prosa, el aliento lírico y su capacidad para ofrecernos un mundo donde fantasía y realidad forman un entramado ambivalente. Esta característica se repite en sus obras: 'El Secreto del bosque viejo' y 'La famosa invasión de Sicilia por los osos', entre otros títulos.
– ¿Quiénes son hoy los tártaros?
– Los tártaros, una metáfora, son aquellos hechos o personas, de carácter relevante, esperados a lo largo de la vida, con los cuales, a la postre, tendremos que enfrentarnos. Ello supone una alerta ante el choque inevitable que nos exigirá fortaleza y presencia singular.
– ¿A través de las lecturas se muestra un escritor tanto como con sus textos?
– Todo escritor es fiel a sus lecturas. Escribimos, en parte, por analogía y somos deudores, justo es reconocerlo, de quienes nos han enseñado los caminos por recorrer.
«Escribimos en parte por analogía y somos deudores de quienes nos han enseñado los caminos»
– En el libro ejerce sobre todo de crítico literario, pero su opinión de la crítica es escéptica.
– El crítico tiene limitaciones; su opinión conlleva una importante carga de subjetividad. Soy, por lo tanto, parcialmente escéptico. Otro asunto es el rechazo o aceptación ante la crítica. Hay que aceptarla y propicia, las veces más favorables, la alegría de comprobar que nuestra opinión coincide con quien ha de juzgarnos.
– Opina que habitualmente el lector no puede captar todo «lo que el autor ha dispuesto en su texto» y que en realidad crea un libro paralelo.
– La importancia de ese lector que gracias a una lectura atenta viene a crear, él también, un libro equidistante, la subrayaron Jorge Luis Borges o Juan Ferraté, tan diestros ambos en una cuestión al parecer inatacable. Sí, escribimos nuestro libro mentalmente al compás del que estamos leyendo.
«El lector crea un libro equidistante. Lo hace mentalmente al compás del que está leyendo»
– Dice que en España «el crítico literario es muchas veces un diletante», es decir que son aficionados, que ejercen su labor de forma superficial. ¿No es generalizar mucho?
– Quizás exageré con este juicio. En España siempre han existido buenos críticos literarios, pero también están quienes, por prisa o falta de criterio, se contentan con leer las solapas y repetirlas. Ortega decía que el crítico debe extraer de cada libro lo mas valioso y resaltarlo. Es una pauta generosa. La crítica literaria exige un trabajo evidente y nada banal, preparación proporcionada por las lecturas asimiladas.
– Opina que los editores actuales desdeñan la literatura de interior a favor de la de acción y la de aventura.
– Es muy posible que, hoy en día, los editores prefieran la anécdota a la calidad, lo superficial sobre lo profundo. Ellos tienen un negocio para ganar dinero, y el ritmo de las ventas y de los gustos les marca el camino a seguir. Quedan, no obstante, aquellos que conceden al primor una importancia sobresaliente. Pocos. Hay en las librerías muchos libros prescindibles y otros que la mercadotecnia –el fenómeno de nuestro siglo– lanza al usuario sin valores evidentes.
«Hay críticos excelentes, pero también quienes se contentan con leer las solapas y repetirlas»
– Su obra poética es extensa. En en 1976 ganó el prestigioso premio Adonáis. ¿Cómo sigue su relación con la poesía?
– Tratamos de llevarnos bien, somos viejos camaradas. Me agradaría reunir mis cuatro últimos poemarios en un solo libro. El tiempo de que dispongo es algo escaso, he ahí el principal inconveniente. Incluso así la poesía es un género que, en momentos poco esperados te mueve y casi te obliga a escribirla.
– Autores como Fernando Aramburu y Francisco Javier Irazoki opinan que es uno de los grandes escritores vivos en castellano. ¿Siente que no ha tenido el reconocimiento que merece?
– Agradezco de veras el criterio halagüeño de mis dos amigos. Ocurre que nunca me ha preocupado en demasía la difusión de mi obra; no he participado en cenáculos literarios, ni me han quitado el sueño las referencias de las redes sociales. Me ha faltado ambición, acaso; puse todo mi interés en el valor intrínseco de mi obra. Dicho ésto, no existe escritor que no desee llegar a un número aceptable de lectores y huir de la penumbra.
«Marginarlo por razones personales y políticas es una desfachatez y retrata a quien lo perpetra»
– ¿A los 83 años es tiempo de hacer cuentas con su vida?
– Por encima de hacer cuentas con mi vida, trato de perseverar en lo que ha podido enriquecerla enseñándome su lado más amable. Sigo con mi trabajo. Actualmente llevo un programa de poesía en Kaixo TV. He presentado ya a medio centenar de poetas y leído una parte representativa de su labor. Queda en mi horizonte la publicación de un texto de comentarios breves: recuento desapasionado de filias y fobias. Llevará por título 'Pan con chinchetas'. Hacia el otoño aparecerá mi último libro de relatos. Y Kaixo TV está interesada en crear un mediometraje con texto mío. Por consiguiente, no tengo tiempo de aburrirme.
– Los partidos políticos del Ayuntamiento de San Sebastián, excepto el PP, han votado en contra de conceder la Medalla de Oro de la ciudad a Pio Baroja. ¿Qué le parece?
– Algunas de las resoluciones de nuestros entes públicos revelan la indigencia mental de sus responsables. Triste es reconocerlo, pero sucede. Baroja se merece atención universal. Marginarlo por razones personales y políticas es una desfachatez y retrata con tintes oscuros a quien lo perpetra.