El extraño caso del escritor que lo ganaba todo
El errenteriarra Iñigo Legorburu acumula más de ochenta galardones literarios en quince años. Calderero de profesión, el autor cultiva con éxito casi todos los géneros, del relato al aforismo, pasando por la poesía y bertsopaperak
A la hora de hacer la declaración de la renta, los recibos de la dotación económica de los premios literarios que gana cada año se ... le deben acumular a Iñigo Legorburu. Con más de ochenta galardones en su haber en los últimos quince años, Legorburu, que asegura ser incapaz de calcular cuáles han sido sus ingresos por esa vía hasta el momento, se asemeja poco al protagonista del cuento de Roberto Bolaño 'Sensini', un escritor especializado en rastrear el mapa de los premios literarios, incluidos los más recónditos, con el objetivo de ganar, ingresar la cuantía del galardón y seguir tirando. No es el caso de Legorburu (Errenteria, 1976), calderero de profesión y experto en ganar un premio literario detrás de otro, principalmente en certámenes literarios en euskera, y en los más diversos géneros: narrativa corta, microrrelatos, poemas, biografías o bertsopaperak. Sin embargo, asegura que no termina de considerarse escritor. «Tengo mis dudas. Yo escribo pero ese estatus me da un cierto respeto. Me divierto haciéndolo, pero de ahí a considerarme escritor va un trecho. Para mí la escritura es un hobby y es ocio. Yo trabajo de calderero».
Para Legorburu, el año pasado terminó como ha empezado éste. Si el pasado día 20 recogió en la Facultad de Educación, Filosofía y Antropología de la UPV el trofeo y los 500 euros que le acreditan como ganador del Premio del IX Certamen de aforismos Oihenart por 'Lehen(en)go pertsona(n)', con aforismos como «la pornografía es ciencia-fricción», «los coches de policía llevan muchas luces... para compensar» o «el arte y la cultura son puertas que nos atraviesan», en la primera semana de 2020 ya se ha llevado tres de los cuatro galardones en las categorías de poesía y prosa de los certámenes literarios Satarka y Bordari de Hondarribia. El jurado del premio Oihenart, conformado por escritor como Eider Rodriguez o Juan Kruz Igerabide, destacó «su tenaz empeño en sintetizar las frases y la capacidad del autor para plasmar su particular mirada crítica hacia el mundo», lo que certifica también su pericia literaria en el género de la estocada certera.
«Tengo mis dudas sobre si soy o no escritor; ese estatus me da un cierto respeto»
El autor erreteriarra reconoce que «rastreo el mapa de los concursos literarios a través de unas webs que hay hoy en día y cuando veo alguno que me atrae, adquiero la costumbre de participar todos los años». Legorburu, que se reconoce una gran lector de prensa diaria y menos de lo que le gustaría de literatura propiamente dicha, no guarda un cajón con originales, sino que únicamente cuando ha decidido presentarse a un certamen se pone con la escritura del texto que presentará al galardón. «Depende de la extensión, de la temática y del entorno en el que se convoca. Me dejo llevar por el instinto. Leo las bases y pienso los temas a partir de frases cortas o imágenes. A partir de ahí, me pongo a escribir» de una forma que califica de «caótica: lo mismo empiezo por el final que por el medio, pero no me pierdo de la idea original que tenía».
'Ganadores' profesionales
El suyo no es un caso único. Alrededor de una decena de autores se recorre la geografía de los certámenes literarios con el envío de originales, hasta el punto de que algunos de ellos han conseguido vivir de lo que ganan en los concursos. Y aquí Legorburu cita a Ernesto Tubía, de Haro, «que también trabaja en otra cosa y puede llevar ganados doscientos premios». También hay lugar para la picaresca. «Parece ser que hay algún elemento que envía el mismo relato, con el título cambiado, a A Coruña y a Sevilla. Claro, como nunca se comunicarán...».
Lo que sí le gustaría a Iñigo Legorburu es que además del trofeo y de la dotación económica que habitualmente le acompaña, los galardones incluyeran la edición del texto ganador. «Eso es lo malo hoy en día. Muchas veces se entrega el premio, se hace la foto y se queda ahí, pero el verdadero premio para los que escribimos es que se publique la obra, algo que se hace sólo en determinadas ocasiones».
«Cuando escribo poesía o bertsos subyace mi personalidad, como una máscara transparente»
A la hora de describir las temáticas, especialmente en lo que al relato corto se refiere, no oculta que la actualidad que recoge la prensa es una de sus principales fuentes de inspiración. «Creo que en las noticias hay muchos argumentos que no han sido debidamente trillados y soy mucho de tirar ahí: 'Y yo, ¿qué habría hecho?', '¿qué habría pasado si....? o ¿qué se esconde detrás de esa persona?'». Y a partir de ahí aprovecha las licencias que la ficción se puede permitir, no así el periodismo.
«Poesía terrenal»
En cuanto a la poesía, se muestra partidario de la línea clara. «Escribo poco, pero me suelo basar en el juego de palabras o el aforismo. Igual es una poesía más terrenal. Necesito algo que me enganche, no me gusta que no tengas por dónde pillarlo, sino que haya algo que te atrape». Entre sus referentes, cita a Pello Otxoteko, Pako Aristi y Karmele Jaio en poesía, y a Haritz Gorrotxategi, Harkaitz Cano y Eider Rodriguez, «que son referentes, pero bueno, juegan en otro liga respecto a mí», añade. Y fuera del euskera y quizás por encima de todos, confiesa su admiración incondicional hacia unos de los maestros del género: Stephen King. «Me parece una persona capaz de agarrar al lector y no soltarlo. Creo que lo que consigue es increíble».
No es ajeno Legorburu a los riesgos de la dispersión creativa, de forma que la dedicación multidisciplinar y en cierta manera 'industrial' a la escritura de géneros acabe por difuminar la posibilidad de hacerse con una voz propia e inconfundible. «Sí, cuando escribo bertsos o poesía subyace la personalidad de la que escribe. Es como una máscara transparente: no soy yo, pero detrás sigo siéndolo. Cuando me leo lo que escribo, descubro que en el fondo sigo estando ahí, aunque no sea de forma explícita. Mantengo una mirada, que puede cambiar por los formatos, pero que encuentro reconocible». ¿Y cuál sería ese rasgo identificable en todas sus obras? «No lo sé. Sí que me suele gustar la problemática social, el día a día pegado a la actualidad. Ese mundo que está a nuestro lado, pero que no lo vemos porque nos resulta invisible. Hay argumentos que están ahí». Y Legorburu se dedica a encontrarlos.
«Repaso bien los textos, no se los doy a nadie para conocer su opinión y me fío de mi criterio»
Pero no hay trucos para anotarse un premio tras otro y si los hay, no será Legorburu quien los desvele, más allá de algunas generalidades. «Ponerle pasión y empeño. Cuando escribo algo estoy centrado exclusivamente en eso. Antes de enviar el texto, lo repaso y lo miro bien. Lo que nunca hago es enviárselo a otra gente para conocer su opinión. Siempre me quedo con mi criterio». En lo que sí se fija es en dónde tiene lugar el certamen, al menos, en el caso de los bertsos, en donde «creo que sí tengo identificadas qué temáticas les agrada a unos y a otros. Como nos conocemos todos, siento que en el Lazkao Txiki puede funcionar algo más rural y en Basarri de Zarautz, por ejemplo, algo más social, moderno o urbanita. En prosa y poesía, no tanto». Finalmente, puntualiza la a su juicio relativa importancia de su currículum literario: «El mundo de escritores en euskera que se presenta a estos premios tampoco es tan grande», concluye el autor errenteriarra, que ya está a la espera del fallo de algún que otro jurado.
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