Una escort a la deriva por los Hamptons

Emma Cline (Sonoma, California, 1989) irrumpió en el panorama editorial en 2016 con la novela «Las chicas», que la encumbró en una trayectoria que tuvo su segundo hito con «Harvey», donde suplantaba la mente de Weinstein 24 horas antes de que conociera su sentencia. Llega ahora «La invitada», título socarrón para narrar la historia de un escort sin rumbo en una zona de veraneo para neoyorquinos ultrarricos, Long Island, territorio de los Hamptons.

Si en «Las chicas» la protagonista, Evie, era una adolescente que hacía un turbulento y salvaje ritual de paso a la mayoría de edad en una comuna hippie inspirada en el clan de Charles Manson, ahora la protagonista también es una joven solitaria, Alex, de veintidós años, pero de rasgos bien diferentes: seductora, manipuladora, ambigua, a la deriva y propensa a cometer errores de cálculo sin solución de continuidad Su deambular fantasmagórico acentuará la profundidad psicológica del. Esta riqueza de matices y el ritmo narrativo constituyen los principales acicates de esta obra, embebida de un turbador magnetismo.

La actividad de Alex como acompañante retribuida está de capa caída cuando conoce a Simon, un cincuentón potentado con el que se va a pasar un mes en una mansión de playa. Sin embargo, cuando le pilla en la piscina tonteando con el marido de una amiga, le pone de patitas en la calle. Puerta. Con una bolsa de ropa, un móvil que funciona a medias y la sombra acechante de Dom, su anterior cliente, al que desplumó y que ahora le persigue con mensajes amenazadores, aunque aún no la ha localizado.

Colgada y sin tener donde caerse muerta, Alex tira de su particular manual de supervivencia para sortear un horizonte inmediato de pura intemperie. «¿Se podía vivir así para siempre, en un universo alternativo gobernado por la inmediatez?».

La protagonista despliega su versátil capacidad de seducción para encadenar arriesgados encuentros, en el filo de la navaja que descubra su verdadera identidad, mientras hace tiempo, hasta que al cabo de siete días Simon celebre su Día del Trabajo, que ella espera como el de la reconciliación. Y será esa pista americana de contratiempos la que convierta las peripecias de Alex en una sucesión de expectativas que tensa el suspense narrativo, de manera que el desastre parece precipitarse con cada una de las decisiones de la protagonista. Así, lo que comienza siendo el remedo de una historia de lujo y prostitución se transforma en un thriller psicológico presidido por la ambigüedad moral de la protagonista, al albur del autoengaño y la desorientación.

Emma Cline ajusta el temporizador de la intriga mientras Alex depura su capacidad de intrusión en el universo de los potentados que fiestean en los Hamptons, sea a través de un mayordomo, una niñera o un adolescente medicado. Su propósito es «olvidarse del miedo» y ganar tiempo, aunque en su interior cunda la sensación de vivir una realidad gradualmente enajenada. Para Alex es una cuestión de supervivencia y no dejará de bracear, como cuando estuvo a punto de ahogarse en el mar, para llegar a buen puerto, a Simon y su existencia muelle.