Pío Caro-Baroja escribe el duelo tras la muerte de su padre, «un intento de combatir su ausencia»
«Trato de agarrar la memoria de los objetos, los olores y las voces de su mundo, con la casa de Itzea como símbolo», dice Pío hijo del Pío padre, fallecido en 2015
Es toda una tradición en la saga Baroja: despedir al ausente con una memoria escrita y sincera, cariñosa dentro de la contención familiar y ... con fogonazos de ese humor socarrón que solo puede calificarse, precisamente, como barojiano. Pío Caro-Baroja Jaureguialzo (Madrid, 1969) publica 'El cuaderno de la ausencia', un diario escrito tras el fallecimiento de su padre, Pío Caro-Baroja, en 2015. «Es mi rebeldía contra ese fenómeno ininteligible que es la muerte, y mi intento de atrapar los olores, los objetos o las voces relacionadas con el mundo de mi padre», dice el Pío hijo. «Es un libro que intenta cubrir el hueco que deja en mí y en mi familia», añade.
«Desde joven tuve la certeza de que mi vida, con los años, iba a ir a peor», confiesa Pío. «Sabía que el mundo idílico que disfruté en mis primeros 25 años de mi vida junto a mi querido tío Julio o junto a mi padre no volvería. Eran personajes irrepetibles que además reunían a su alrededor otros personajes especiales. Fueron como dos padres para mí».
Escribir como consuelo
Julio Caro Baroja murió cuando su sobrino Pío tenía 25 años. Hace cinco años falleció Pío padre. «Tras su fallecimiento me quedé patas arriba, rodeado de un mundo familiar ya solo femenino, con mi madre, mi hermana... Y me puse a escribir este diario en el que los objetos tienen tanta importancia como la huella material que dejan las personas en el mundo. Por mi naturaleza, un poco melancólica, en el libro recreo el pasado, el rastro familiar, la casa de Itzea y Vera de Bidasoa pero también el sur, en Málaga, prolongacion del mundo carobarojiano que eligió Julio y continuó luego mi padre».
En el diario, además de las evocaciones, se asoma también al día a día, «como los papeleos que siguen a la muerte, los encuentros mágicos con los amigos del pueblo de toda la vida, mis viajes en autobús desde Bera a San Sebastián o Irun...».
Dice el autor de 'El cuaderno de la ausencia' que «he escrito un libro sincero, porque no me callo las cosas y no ando con remilgos a la hora de dejar bien a uno a otro. Me propuse detener el relato al año de la muerte, y cuento lo que me ocurría en esos doce meses, las angustias, los sueños... Es curioso porque la persona fallecida desaparece físicamente, pero siguen los olores, las texturas, cosas difíciles de escribir. Es un libro de duelo, como el 'Ordesa' de Manuel Vilas. Mi modesta aportación como homenaje a mi familia y también a mi país».
Asume Pío Caro que recoge la tendencia familiar de escribir sobre la desaparición de los más próximos. «Tras la muerte de Pío Baroja su sobrino Julio Caro Baroja, mi tío, escribió en 1972 'Los Baroja', fruto de su añoranza por el novelista. Años después, cuando murió Julio, mi padre Pío escribió varios textos de memorias, como 'Itinerario de Itzea'. Son intentos de atrapar los recuerdos, de luchar para que quienes se van no lo hagan del todo».
En el libro asoman también otros asuntos cotidianos, como las críticas a la omnipresencia de la cocina en la sociedad vasca. «Creo que mi madre nunca perdonó a Benet que dijera que en casa de los Baroja se comía mal», bromea Pío. «La gastronomía es un activo de primer nivel para el País Vasco, pero me gustaría que el resto de las actividades, y sobre todo las culturales, también fueran atendidas con el mismo interés. Cuando voy a la librería de Irun veo cómo dominan los libros de pintxos y de recetas», lamenta el autor con una sonrisa.
El papel de la madre
Precisamente su madre, Josefina Jaureguialzo, aparece citada en distintas ocasiones en el libro. «Mi madre, una mujer de carácter guipuzcoano cien por cien, aunque con impronta navarra, es dura, callada e imprescindible, y era la conexión con la tierra de mi padre, siempre proclive a la fantasía y la melancolía».
Porque en el libro se reflexiona sobre las dos líneas de la saga Baroja. «Pío Baroja y Julio eran más serios, estudiosos, formales. Y hay otro ramalazo anárquico, creativo, de ensueño, que viene de aquel personaje disparatado que fue Serafín Baroja, y llega a Ricardo y mi padre». En esa dos líneas complementarias se identifica este Pío ya acostumbrado a ser llamado «Pío el hijo» o «Pío el joven» pese a que ya rebasó los 50 años. Él sigue al frente de la editorial familiar, Caro Raggio, con su hermana Carmen, continúa su labor artística como fotógrafo y escribe una «literatura de la memoria» que encuentra uno de sus mejores ejemplos en este volumen que edita Cátedra.
Unas imágenes cargadasde simbolismo
Pedimos a Pío Caro-Baroja un álbum íntimo para ilustrar la conversación y elige varias fotos. En una de ellas padre e hijo posan en un banco del jardín de Itzea observados por una pottoka minúscula. «Veníamos del médico. Mi padre estaba contento porque le dejaban ir a casa y yo preocupado por lo que había oído. Falleció dos meses después».
En otra foto se ve al Pío padre en su 'parque temático' de la finca familiar de El Carambuco, en Málaga. «Ahí escribía rodeado de sus cachivaches». Otra imagen característica, obra de Fernando Larruquert, presenta a los hermanos Pío y Julio en Itzea, en eterno diálogo. Y una más antigua, un joven Pío Caro-Baroja con su madre Carmen y su tío Pío.
El cuaderno de la ausencia
Pío Caro-Baroja
Estilo: Diario.
Editorial: Cátedra.
Páginas: 196.
Precio: 14 euros.
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