Ana María Matute, la niña que nunca dejó de fabular
Centenario ·
La escritora catalana, figura clave de la literatura del siglo XX, visitó Donostia en diversas ocasiones para presentar algunos de sus libros, participar en talleres, ofrecer charlas y alentar el placer de la lectura al público infantilSu primer 'érase una vez' conmovió toda su «pequeña vida». A los cinco años escribió e ilustró su primer cuento. «Cuando yo sea mayor haré ... esto. Ni siquiera sabía que era 'esto' y con el tiempo lo supe: era participar del mundo imaginario de la literatura». La primera vez que leyó la palabra 'bosque', en las historias con las que entretenía a sus hermanos de los sonoros bombardeos en plena Guerra Civil, «supe que me movería en ese ámbito. Jamás había experimentado una realidad más viva y que me revelara la existencia de otras realidades tan vivas como aquella que me reveló el bosque, el real y el creado por las palabras».
Ana María Matute (Barcelona, 1925-2014) nunca supo –ni quiso– despedirse de la niña que fue. «Tal vez la infancia es más larga que la vida», fabulaba. «Creía en el honor y la valentía e inventaba la vida. El que no inventa no vive», pronunció a sus 85 años en el discurso que pronunció en la entrega del Cervantes. Un lema con vida propia con el que han bautizado una exposición que repasa su vida y obra por su centenario, el 26 de julio. Una efeméride que su editorial de cabecera aprovecha para que sus libros vuelvan a las librerías «con la intención de que jóvenes y nuevos lectores puedan (re)leer su obra. Sus títulos aúnan realismo y fantasía que, al mismo tiempo, visibilizan las desigualdades y la dureza de la posguerra, incluso haciendo frente a la cruel censura a la que Matute tuvo que hacer frente en su carrera.
Escenario vasco
Empezó a mover los hilos de Ilé Eroriak, el protagonista de 'Pequeño teatro', cuando todavía era menor de edad. Dibujó las calles de Oiquixia –un pequeño pueblo pesquero, ficticio, que situó en la costa vasca– donde sus habitantes desnudan sus sentimientos, mezquindades y envidias. Nunca desveló cuál fue su inspiración, pero así presentó 'Pequeño teatro' a la editorial, que le impidió publicar la novela porque era menor de edad y necesitaba el permiso de su padre para formalizar el contrato. La novela tardaría 11 años en ver la luz. Publicó antes 'Los abel' (1948), 'Luciérnagas' (1949) y 'Fiesta al Noroeste' (1953) y fue la que le hizo ganar el Premio Planeta. Así consiguió ser la primera mujer en lograr dicha distinción. En ser antecesora de Dolores Redondo o Espido Freire.
Donde empieza el cuento: los dibujos secretos de Matute
Un mundo que no solo eran relatos y cuentos, también dibujos e ilustraciones hechos por una joven que necesitaba hablar. El legado de Ana María Matute cuenta con una faceta hasta ahora desconocida para el gran público: una amplia colección de obras. Algunas realizadas en su infancia, otras durante su madurez, que revelan su propio universo: princesas tristes, criaturas fantásticas, árboles que parecen susurrar, escenas cotidianas teñidas de ensoñación... Destaca 'Autorretrato', hecho a los 14 años, cuyas pinceladas no solo reflejan una melancólica infancia, también una temprana conciencia del paso del tiempo, de la soledad y de ese mundo fantástico que nunca habitaría. Un trazo precoz que ya contenía a la narradora que vendría.
«No me considero referente de nada ni nadie. No creo que exista la literatura femenina, lo que hay son mujeres que escriben maravillosamente. Lo que existe es la literatura, la buena, la mala y la mediocre», declaró en una entrevista concedida a este periódico en 1998. Llegó entonces a la capital donostiarra para participar en la primera Campaña de Animación a la Lectura que formalizaron más de treinta centros escolares guipuzcoanos.
Nunca supo –ni quiso– despedirse de la niña que fue. Creía en la infancia, «más larga que la vida» y en la invención para vivir
Una visita que Matute aprovechó para citarse con DV y reflexionar sobre el paso del tiempo: «No renuncio a la experiencia porque es muy útil, sobre todo para escribir. Lo que pasa que experiencia... ¿Sabes lo que quiere decir? Vejez».
Nunca abandonó a sus lectores más jóvenes, pese que rehuía de la etiqueta de 'escritora para niños'. También sacó hueco en su apretada agenda para su público veterano. A los pocos meses de su anterior visita a Donostia, Matute visitaba el centro tecnológico de Miramón para reivindicar «la vejez como una etapa que merece la pena ser vivida, pero alerta contra la sociedad. Tenemos que saber escuchar la batallita del abuelo; así reviven». Hacía dos años que había publicado su obra cumbre, 'Olvidado rey Gudú', la segunda entrega de la trilogía medieval que comenzó con 'La torre vigía' (1971) y 'Aranmanoth' (2000), la última entrega. «Es la obra de la que más satisfecha me siento», reveló entonces con una tierna sonrisa.
«No existe la literatura femenina, sino buenas escritoras y literatura buena, mala y mediocre», declaró a DV en 1998
La epopeya fantástica devolvió a la escritora barcelonesa a la primera línea de la literatura en castellano hasta el punto de ser elegida académica de la RAE para ocupar el sillón K, recibir el Premio Nadal en 1959, el Nacional de las Letras en 2007 y el ya citado Premio Cervantes en 2010.
«Es un libro muy cruel que también habla del amor y de la alegría de las personas. Me interesa por encima de todo el ser humano». El rey Gudú –personaje– convivía con su hijo y sus sobrinas, «en los cuentos que yo les contaba cuando eran pequeños, en nuestra vida en Sitges», relataba la autora, a la que le costó varios lustros terminar su obra culmen debido a una depresión. Fue su agente literaria y amiga Carmen Barcells la que le animó a concluir el manuscrito: «Un día llegué a su casa y le prohibí salir hasta que no acabase la novela», explicó la editora catalana en uno de los múltiples documentales en honor a Matute.
'Primera memoria'
Es la primera lectura que recomiendan para sumergirse en su «partículas modo de ver». Su editor en los últimos años, Emili Rosales (Editorial Destino), recomendó una guía de lecturas que comenzaba con las aventuras de Matía, Borja y Manuel, adolescentes que no querían dejar de ser niños.
A su primera época como escritora se corresponde 'Los hijos muertos' (1958), una melancólica recreación de la España gris, sumida en la guerra, a través de unos personajes profundamente concienciados y con grandes ínfulas de libertad. Una cuidada prosa, llena de imaginería y metáforas muestra un mundo único, lírico, vago y misterioso.
Se convirtió en la primera mujer en ganar el Planeta y en una de las autoras más premiadas ganando el Nadal o el Cervantes
Poco después viajó a Estados Unidos para impartir talleres de literatura por diferentes universidades que contaban con su sapiencia para impartir clases de literatura. Para entonces tenía ya la custodia de su hijo, la cual tardó en conseguir tras una complicada separación matrimonial. Varias dolencias físicas y la publicación de cuentos para adultos marcaron toda una década itinerante que terminó con la catalana instalada definitivamente en Sitges, con Julio Brocar, empresario. El amor de mi vida. Con él era feliz pero lo sufrido me pasó factura».
Su último inédito en vida fue 'Paraíso inhabitado' (2008), en la que regresa a su infancia para reflexionar sobre la pérdida de la inocencia y la fuerza de la imaginación. Escasos meses después de que falleciese, en 2014, vio la luz 'Demonios familiares', una ficción que estaba escribiendo cuando tuvo que ser ingresada en Barcelona y que se publicó póstumamente, sin haber podido acabarla. Aún así, Destino –su sello de confianza– pudo revisarla y lanzó una cuidada edición que todavía sigue disponible. Un título atemporal acorde con su obra, porque Matute o escribió para el momento, sino para la memoria.
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