Miquel Ramos: «La amenaza de la extrema derecha es una guerra total contra la democracia»
Miquel Ramos | Periodista ·
El periodista presenta hoy en Donostia 'Antifascistas', una crónica de los movimientos ciudadanos frente a la violencia ultra desde la TransiciónEl periodista Miquel Ramos (Valencia, 1979) pormenoriza de un modo exhaustivo la evolución de los grupos de ultraderecha y la respuesta resistente de los movimientos ... antifascistas en España en los últimos cuarenta años en 'Antifascistas' (edit. Capitán Swing), que presenta esta tarde en la librería donostiarra Kaxilda (19 horas). Una crónica condensada y documentadísima que comienza con la resaca ultra del búnker franquista y la acción de grupos parapoliciales aún en los años ochenta, y que continúa hoy con el ascenso, por ahora imparable, de Vox.
– Su interés nació a los catorce años, cuando una compañera de colegio presenció cómo un antifascista de dieciocho años (Guillem Agulló) fue asesinado por ultras.
– Así fue. Aquellos años, los grupos neonazis ya habían asesinado a Lucrecia Pérez en Madrid, a Sonia en Barcelona, y vimos las imágenes de los ataques contra centros de refugiados en Rostock y otras ciudades alemanas. Nos decían que el fascismo había muerto con Franco, y que a los nazis los derrotaron tras la II Guerra Mundial. El asesinato de Guillem nos golpeó de lleno porque nos llevábamos pocos años y éramos del mismo entorno. Había impunidad, las autoridades negaban el problema, y nosotros lo sufríamos en la calle.
– De los grupos parapoliciales tardofranquistas a los skinheads, la infección neonazi en campos de fútbol, los movimientos neofascistas y, ahora, la institucionalización a través de Vox. ¿Se pueden fijar las líneas de fuerza de la evolución de la extrema derecha?
– La extrema derecha española siempre ha ido unos años por detrás de la del resto de Europa. Los nostálgicos empiezan a menguar a mediados de los ochenta para dar paso a ultraderechistas, más parecidos a los del resto de Europa: el movimiento skinhead nazi, los ultras del fútbol... Pasan de una extrema violencia durante los 80-90 a un intento de adaptarse al sistema a comienzos del nuevo siglo. Además, cuando llega Zapatero al Gobierno se inicia una revolución neoconservadora dentro de lo que había sido la casa común de todas las derechas, el PP, que acaba cristalizando en la llegada de Vox.
«Vox plantea una batalla cultural contra el sentido común progresista, contra los derechos humanos»
– La respuesta a las acciones neofascistas ha pivotado durante décadas sobre movimientos ciudadanos, al margen de la clase política. ¿Eso puede explicar que algunos partidos defiendan con naturalidad la convivencia con la ultraderecha?
– Muy poca gente se sintió interpelada por la amenaza de la extrema derecha. Se vendió el relato de que la violencia neonazi era un asunto de peleas de bandas juveniles. Esto sirvió para criminalizar también a los pocos que se plantaron ante estos grupos. Primero para proteger su vida, ya que estos grupos nazis iban a matar, y mataron mucho e hicieron mucho daño. Esa violencia nazi acabó yendo mucho más allá, como fue el caso de Aitor Zabaleta, al que mataron simplemente por ser vasco.
– El aficionado txuri-urdin Aitor Zabaleta fue asesinado por ultras atléticos en 1998, han pasado décadas y sigue existiendo connivencia de algunos clubes.
– Ha habido una permisividad total durante años de los clubes. Los neonazis entendieron que había que hacerse con las gradas para reclutar adeptos con la excusa del fútbol y así lo llevan haciendo, aunque ahora estén más restringidos. El caso de Aitor fue tremendo, y puso el foco sobre estos grupos, aunque los clubes no actuaron. Cuando lo hacen, nos encontramos con que se prohíben o sancionan gritos o pancartas antifascistas, mientras se permiten insultos y pancartas machistas o racistas. Y quince años después del asesinato de Aitor, neonazis vuelven a matar a un aficionado, a Jimmy, del Depor, cuyo caso sigue impune.
«Esa violencia nazi acabó yendo mucho más allá, como en el caso de Aitor Zabaleta, al que mataron simplemente por ser vasco»
– ¿Qué cambios observa en el perfil sociológico de los ultras?
– Siempre ha existido una extrema derecha sociológica en el Estado español, la mayoría dentro del PP, pero hace quince años que ese sector empezó a despegarse tras perder Aznar las elecciones. El ala ultra del PP empieza a alimentar un entramado de fundaciones, medios de comunicación y 'think tanks' que romperán a la derecha desde dentro. La escisión llega con Vox, que plantea una batalla cultural contra el sentido común progresista, contra los derechos humanos, lo que ellos llaman 'dictadura progre' o 'marxismo cultural'.
– A veces, las víctimas de los grupos violentos de extrema derecha no denuncian las agresiones porque desconfían de la Justicia.
– Los colectivos que habían sido siempre víctimas de la extrema derecha han tenido una gran desconfianza en la Justicia, en las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y también en los medios de comunicación. Se han sentido solos, y a veces incluso criminalizados o revictimizados. Hay muchos casos que, cuando se han judicializado, han sido una auténtica vergüenza, como el de Guillem, el de Jimmy, el caso Panzer o la criminalización de los movimientos sociales y del antifascismo.
'Antifascistas', de Miquel Ramos
Editorial: Capitán Swing.
Páginas: 632.
Precio: 25 euros.
– ¿Indefensión?
– No ha habido un interés real en acabar con los grupos de extrema derecha ni con su impunidad. Más allá de las estructuras que quedaron del franquismo sin depurar (judicatura, FCSE, etc), hay un claro sesgo ideológico en estas instituciones. Hace falta todavía mucha pedagogía, y los relatos equidistantes que ponen en un mismo plano a fascistas y antifascistas, a racistas y a antirracistas, todavía se utilizan y hacen mucho daño.
– Hay un debate permanente entre el concepto de delito de odio y los límites de la libertad de expresión.
– La legislación de delitos de odio se creó para proteger a colectivos vulnerables, pero se pervirtió y empezó a usarse sin criterio alguno, llegando a acusar a un activista LGTBI de delito de odio por protestar contra un acto homófobo. Incluso las FCSE han sido consideradas víctimas de delito de odio, como si fuesen un colectivo vulnerable. Esto provoca que esta ley pierda el sentido. Es lo que pretende la extrema derecha con las leyes contra la violencia machista: llamarla 'intrafamiliar' para borrar el componente estructural que esta ley trata de corregir. Mientras la extrema derecha se escuda tras la libertad de expresión para difundir el odio, leyes como la Ley Mordaza se utilizan para perseguir las críticas a las instituciones, o se otorga un poder excepcional a las FCSE.
«No ha habido un interés real en acabar con los grupos de extrema derecha ni con su impunidad»
– 'Antifascistas' también hace una lectura muy crítica del papel que han desempeñado los medios de comunicación.
– A la mayoría de periodistas les ha pillado a contrapié esta irrupción de la ultraderecha en las instituciones y la han aceptado como una opción democrática más. Una equidistancia muy peligrosa a la que se suma el tratamiento mediático de ciertos temas; si te pasas el día hablando de MENAs, okupas, terroristas, 'invasión de inmigrantes', ya le estás haciendo el trabajo. Sin embargo, creo que cada vez más periodistas son conscientes de que la amenaza de la extrema derecha es una guerra total contra los derechos humanos y la propia democracia.
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