«Si no te opones a la guerra, no tienes sitio en el mundo de los derechos humanos»
El músico ucraniano, residente en Nueva York, inaugura el Jazzaldia el miércoles en Chillida Leku y repite el jueves en la primera cita de San Telmo, dos conciertos benéficos
Atiende la videollamada desde Alemania, tras haber tenido que suspender los dos últimos conciertos de su larga gira europea por culpa del Covid. Era la ... presentación de su álbum 'Odesa Suite', un trabajo que el pianista ucraniano dedica a la ciudad que le vio nacer y de la que hoy ve solo ruinas por televisión. Vadim Neselovskyi (Odesa, 1977) hace años que salió fuera de Ucrania a estudiar piano, alcanzó su sueño y hoy es profesor en la prestigiosa Berklee College of Music de Boston, pero no se olvida de sus orígenes. Recuperado ya del virus, prepara su debut en el Jazzaldia con dos conciertos (miércoles en Chillida Leku y jueves en San Telmo) cuyos beneficios destinará a su país.
– Antes de nada, ¿cómo se encuentra?
– Bien, bien. Tuve algo de fiebre porque era la primera vez que lo pasaba pero, por suerte, con las tres vacunas no ha ido a más. Viajé como un loco durante la pandemia por motivos de trabajo y no lo cogí, pero justo ahora que terminaba la gira, ¡boom!
– Suerte que no ha tenido que suspender nada. ¿Esta será su primera vez en San Sebastián?
– Sí, lo será. He tocado en España algunas veces con Gary Burton, pero hace ya bastante tiempo. Estuvimos en varios lugares y recuerdo muy vivamente el festival de jazz de Madrid, incluso hicieron una retransmisión de televisión.
– ¿Cómo recibió la invitación del Jazzaldia a venir?
– Con mucho entusiasmo, por supuesto. He oído tantas cosas de San Sebastián y el País Vasco que ya estoy enamorado del lugar y su cultura, así que estoy deseando llegar y tocar.
«Solo espero que paren los bombardeos que matan a gente inocente. Pero no va a suceder porque están dementes, lidiamos con unos absolutos maníacos»
– Además lo hace por partida doble, para presentar su nuevo álbum 'Odesa'.
– Es mi manera personal de contar una historia sobre mi hogar y también sobre mí mismo, mis raíces y mi identidad. A mucha gente le suena Odesa por la película 'El acorazado Potemkin' de Serguéi Eisenstein, otros porque conocen músicos clásicos de la ciudad, y en EE UU, por ejemplo, por los judíos que emigraron y cruzaron el charco desde allí. ¡Odesa está en todos lugares! Pero si rascas esa superficie, la gente no sabe mucho más ni tiene ninguna conexión emocional con la ciudad.
– Y se propuso crearla.
– En realidad fue mi agente quien me dió la idea de hacer este proyecto y se me quedó por ahí rondando. No podía ni dormir pensando en el cómo. En aquel momento mi padre estaba sufriendo un cáncer. Él era quien mejor encarnaba lo que es Odesa: una ciudad sureña en el Mar Negro que puede ser tan bella en el verano, tan brillante y con tan buen humor... pero también que posee una historia tan dramática. La belleza y la tristeza de la vida están ahí, en Odesa y en mi padre. Al menos pudo escuchar los primeros movimientos de la suite desde su cama del hospital.
– Es un viaje interior, a veces violento, a veces calmado. Un disco a piano solo que suena entre el jazz y la música contemporánea. ¿Cuáles son sus referencias?
– Todas. Me da la sensación de que la gente se esfuerza por intentar poner este disco en una sola caja, pero la verdad es que no encaja en ninguna en concreto. Imaginemos a los Beatles: no es una banda de rock and roll, no es de pop, tampoco de jazz, pero tiene todo ello dentro. Eso es lo que lo hace maravilloso. Stravinsky se puede etiquetar como música moderna del siglo XX, pero en realidad combina desde clasicismo hasta surrealismo o influencias del jazz. De hecho, si hubiera vivido más, estaría con la música electrónica. El arte no quiere fronteras, como tampoco nosotros queremos fronteras en nuestros países.
Los conciertos
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Miércoles, 20 de julio Chillida Leku, a las 19.00 horas. Entradas a 25 euros
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Jueves, 21 de julio Museo San Telmo, a las 11.00 horas. Entradas a 25 euros.
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Programa 'Odesa Suite', a piano solo
– Ha tocado junto a John Scofield, Benny Golson, Pat Metheny, Herbie Hancock y Steve Coleman. Estos dos últimos vendrán también al festival.
– Me encantaría ver a ambos, porque coincidimos juntos en el Monk Institute e incluso con Herbie viajé a India y compartimos un piano a cuatro manos. Soy un gran fan.
– ¿Mantiene familia en Ucrania?
– No, pero tengo muchos amigos allí y compañeros musicales por todo Ucrania. Desde que empezó la guerra estoy constantemente en contacto con todos ellos e incluso he ayudado a algunos de ellos a salir como refugiados. Tengo una fuerte conexión con mi país.
– El 1 de julio un ataque aéreo ruso dejó 21 muertos en el puerto de Odesa. ¿Qué noticias le llegan desde allí?
– Todos los días no hacen más que llegarme noticias perturbadoras y, en ocasiones, la mente me dice que pare porque es más de lo que puedo asimilar. Es difícil ponerlo en palabras. Cada día hay algo nuevo y solo puedes esperar que esta locura pare, que paren los bombardeos que matan a gente inocente. Pero no va a suceder, porque están dementes. Lidiamos con unos absolutos maníacos. En cualquier caso, quienes viven allí y no están en primera línea, no tienen más noticias de las que nos llegan a nosotros. La única diferencia es que allí tienen las alarmas que avisan de bajar a los refugios, es algo que ya forma parte de su rutina de vida.
«Es muy simple. Me da igual lo que diga tu pasaporte, ¿a quién le importa? Lo que me importa es tu posición respecto a la situación»
– Hace tiempo que salió de Ucrania para seguir con sus estudios. ¿No ha sido llamado a filas?
– Los hombres entre 18 y 60 años no están obligados a ir al frente, pero muchos colaboran como voluntarios porque no pueden abandonar Ucrania. Yo llevo fuera de casa desde los 17 años y mis padres viven en Dortmund pero, si tuviera allí mi residencia permanente, habría recibido un correo diciendo que no puedo dejar el país. Toda mi vida ha pasado fuera de allí, pero me preguntaba qué podía hacer para ayudar.
– ¿Y encontró la respuesta?
– No tengo experiencia militar, pero sí musical, así que pensé que podría hacer mucho más si recaudaba dinero en conciertos benéficos. Ya son más de 30 los que he tocado que han recaudado 200.000 euros para Ucrania. Los dos conciertos del Jazzaldia serán también benéficos.
– Seguro que la cultura puede jugar un papel, pero ¿qué opina del veto a Rusia? En Jazzaldia no participa ningún músico ruso.
– Esto es muy simple. Me da igual qué diga tu pasaporte, ¿a quién le importa? Lo que me importa es tu posición respecto a la situación. Conozco músicos increíbles de origen ruso que son muy activos en acciones pro ucranianas, que no veo por qué deban ser rechazados. Están peleando esta guerra en el lado bueno. Pero hay gente que trata de balancearse para hacer su negocio como siempre, y eso para mí es inaceptable.
– Se refiere a quienes no condenan públicamente la invasión.
– No se puede intentar seguir sacando rentabilidad en todos lados. Imagina un artista de la Alemania nazi que se siente cómodo tocando en Berlín durante el régimen de Hitler y que luego vuela a Estados Unidos para hacer una gira. Se ve imposible, ¿no? O te opones a la guerra o no tienes sitio en el mundo de los derechos humanos.
– Ya han pasado 5 meses desde el comienzo de la invasión, y parece que en Occidente ya se habla más de la crisis del gas que de las bombas.
– Por eso creo que es tan importante hacer las cosas que hago. Siempre tocaré conciertos, con o sin una guerra, pero cuando toco este programa para una audiencia es como si, de pronto, juntos nos acordáramos de las horribles influencias de la guerra. Se trata de hacer un trabajo por sentir. He tocado 'Odesa' más de 30 veces en directo, y cuando cierro los ojos pienso en las cosas más duras, en las imágenes de Mariúpol... Cada día que subo al escenario tengo que repasar esos momentos y es un trabajo muy intenso y emocional. Pero eso desaparece rápido, entran otros pensamientos y nos olvidamos.
– ¿La fatiga emocional?
– Exacto. Las cosas no mejoran y es muy difícil gestionar todas esas noticias psicológicamente. Por eso estos conciertos son en los que la gente vuelve a sus emociones, a lo importante. La música nos ayuda a sentir.
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