Hermanados flamenco y fado
Fusión. El trío de Carles Benavent llevó el flamenco-jazz a un vibrante territorio eléctrico y Mariza trajo al presente la tradición del repertorio de Amália Rodrigues
No ha faltado calor del público ni se ha sentido sensación de vacío o aspecto desangelado en la plaza de la Trinidad en estos días, ... a pesar del necesario distanciamiento social y los huecos entre sillas antaño apretujadas. Pero había faltado la confirmación del lleno total en este nuevo aforo. Ayer, como estaba previsto, sí se cumplió y en sábado se vivió por fin la respuesta de apoyo total al esfuerzo que está suponiendo esta edición de la pandemia. Se sabía de antemano: en unas horas se vendieron todas las entradas el día que se pusieron a la venta, para una doble sesión en la que abía una protagonista total: la portuguesa Mariza.
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Con su elegancia innata y una sabia mezcla de devoción por la tradición y ganas irrefrenables de innovar con respeto, Mariza se ha convertido no solo en la renovadora del fado y una figura muy popular y respetada en la música portuguesa, sino en una cantante de gran carisma y proyección internacionalmente. Nacida en el Mozambique portugués hace 46 años, Marisa dos Reis Nunes parece estar cumpliendo en este momento un ciclo vital y artístico con respecto a sus inicios.
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Iñaki Salvador, Jorge Pardo y Tino Di Geraldo se sumaron entre el público para asistir a la segunda comparecencia del bajista Carles Benavent en la plaza de la Trinidad, quien si la noche anterior había actuado con Pardo y Di Geraldo, esta vez lo hacía al frente de su propio trío, acompañado por el pianista Roger Mas y el percusionista Aleix Tobías, dos escuderos brillantes en el lirismo y en el impulso. Y así Benavent dio rienda suelta a la variedad de esencias que ha ido acumulando en su amplia carrera a partir del jazz, con base sobre todo en el flamenco, pero también más mediterráneas, orientales o latinas, apoyado en las diversas percusiones que completan la batería de Tobías.
La plaza de la Trinidad llenó las 650 localidades disponibles, con las entradas agotadas desde el primer día de venta
Los desarrollos de '¿Bailas?' y 'La luz' desembocaron en el frenesí de 'Para Carles', el tema que Mas dedicó a Benavent. Hubo otros tributos e intercambios, en forma de dúos o llevando un tema pianístico de Federic Mompou a la forma de soleá. Benavent juega a tres bandas con su instrumento, que ejerce al mismo tiempo de solista y base, y combina el punteo, los acordes y los percusivos golpes sobre las cuerdas continuamente. De ahí el poderío de su propuesta, que él también achacó a la influencia que ejerció Paco de Lucía, «que estuve veinte años tocando con él», recordó Benavent. Y del maestro recuperó el tema 'Zyryab' y una bulería. Pero Benavent evita el protagonismo en todo momento, y fue la comunicación entre los tres lo que prevaleció y convenció a un público que los despidió en pie.
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La entrada de Mariza en el escenario fue espectacular, aunque sin ningún artificio: llegó ya cantando, con uno de sus característicos vestidos largos que remarcan su innata elegancia y su potente voz invadió absolutamente la plaza. Una voz grande, clara y poderosa que eleva majestuosamente el dramatismo profundo de su canto. Enseguida expresó lo emocionada que estaba de poder «volver a cantar después de este tiempo tan diferente, porque solo sé expresar mis emociones cantando».
Y vaya si las expresó. Primero con algunas canciones del disco de homenaje a Amália Rodrigues que publicará en octubre. Luego con temas propios como 'Oraçao' y 'Barco negro', que por la tarde había sido interpretada por Sílvia Pérez Cruz en el Kursaal. Y no solo hubo 'saudade'. Esa magia que Mariza logra con el movimiento de sus brazos le sirvió para cimbrearse en los pasajes más eufóricos.
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Con los cinco músicos dispuestos en línea, que recuperaban la sonoridad tradicional del fado pero con un empuje contemporáneo, Mariza encandiló por completo al público, tanto cuando acudió a «esa prima del fado que es la morna de Cabo Verde», como cuando cantó a «lo más importante del mundo, el amor en cualquiera de sus formas» o cuando bromeó sobre su primeriza 'Chuva', que siempre le exigen en sus conciertos. Y no faltó entre las emociones de la noche hermosa y redonda que protagonizó y se cerró con 'Fado Primavera' y una enorme ovación.
Paseo entre el público
Por si la emoción de 'Fado Primavera' no hubiera sido suficiente, Mariza volvió a salir al escenario para hacer un bis generoso a más no poder, en el que interpretó varias canciones, incluidos algunos fragmentos 'a capella' de temas que le pidió el público, como 'Cavaleiro monge'.
Pero el momento realmente apoteósico y conmovedor llegó con 'Ó gente da minha terra', que Mariza introdujo afirmando: «Me he dado cuenta de que la gente de mi tierra no es solo la de mi país, sino cada uno de vosotros que venís a compartir vuestras emociones».
Y mientras cantaba la emotiva canción, salió del escenario para reaparecer entre el público y recorrer toda la plaza, casi hasta el fondo, mientras seguía cantando con su espectacular voz. Al acercarse a las últimas filas sus lágrimas eran visibles para el público cercano. A pesar del coronavirus, o precisamente por el tiempo de dolor y aislamiento que ha provocado, Mariza quiso estar con su gente en Donostia y, manteniendo la distancia de rigor, física, pero no emocional, fue saludando y cantando al público que llenó la plaza en una noche memorable y conmovedora de esta edición tan especial del Jazzaldia.
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