En este Jazzaldia en el que ha habido ocasión de poner el foco como nunca en los artistas locales y nacionales con mayor y mejor ... trayectoria, y que algunos de ellos han podido juntarse en casi orgiásticas combinaciones que han procurado no pocos placeres a los asistentes, tenía que quedar reflejada la intermitente colaboración a lo largo de las décadas entre el pianista donostiarra Iñaki Salvador y el flautista y saxofonista madrileño Jorge Pardo. Salvador ya había actuado dos días ante con Chano Domínguez, y así quedaban entrelazados también musicalmente y en los escenarios los tres receptores de este año del Donostiako Jazzaldia.
Y ayer le tocó recibir la placa a Pardo, antes del concierto del cuarteto en el que fue especial protagonista. Pardo, que desde su juventud daba muestras de que «iba a cambiar la música en España y enriqueció enormemente el jazz», según expresó Miguel Martín al entregarle el premio, ya venía al Jazzaldia cuando era un aficionado adolescente, «aunque entonces no me dieron ningún premio», bromeó. Pero quiso recordar «las emociones que aquí viví en aquellas primeras visitas y el saco de sensaciones y la energía que me llevaba a la vuelta», expresó Pardo. Se diría que en el concierto matinal de ayer volvió a traer ese saco, y lo compartió con sus tres compañeros, porque emociones se desplegaron raudales en las músicas de diferentes puntos cardinales que compartió y engrandeció el cuarteto.
Aun sin premio o especial protagonismo, no podía faltar en esta edición tan cercana alguien tan importante en el jazz donostiarra como el contrabajista Gonzalo Tejada. Y qué mejor acomodo para él que junto a Iñaki Salvador, quien ejerció de director del combo que se completaba con otro fiel y destacado escudero, el batería Borja Barrueta. Salvador aprovechó para reivindicar la cultura que «la necesitamos como respirar» y deseó «que nadie se quede atrás».
La forma de moverse por el escenario de Pardo, libre de micrófonos con el saxo o la flauta, facilitó la visualización de lo que flotaba en la música: la camaradería, la compenetración, el diálogo fluido, perspicaz y cómplice, entre cuatro grandes músicos en sintonía total. La relajada aproximación al 'Txoria txori' desprovista de pomposidad y comandada por la flauta de Pardo, o una pieza del Padre Donostia que Salvador demostró que tiene bastante jazz dentro, se combinaron con incursiones en el flamenco o en el jazz clásico, con solos que formaban parte de una conversación apasionante.
El bellísimo solo de Gonzalo Tejada que recibió una ovación ampliable al resto de su trabajo más en segundo plano, dio comienzo a una interpretación de 'Rabo de Nube' de Silvio Rodríguez que resultó sublime por las delicadezas de Salvador en las notas altas y los acabados de piel de gallina de Pardo. El bis más distendido y festivo de 'Volando voy', acabó entre bromas y veras musicales de pura espontaneidad y gozo.
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