Imanol somos nosotros
Es discreto, emotivo y eficaz: vendrían bien más 'imanoles' en Gipuzkoa... aunque cuando pierda dos partidos quienes hoy le elogian pedirán su cabeza
Un amigo de Imanol Alguacil, el entrenador de la Real Sociedad, me previene: «A Imanol le ponen nervioso los elogios y le motivan ... más las críticas». Y un compañero de Deportes me advierte: «Esto es puto (sic) fútbol, los mismos que le beatifican hoy pedirán su cabeza en cuanto pierda dos partidos, y por las mismas razones que ahora suscitan elogios».
No se vayan: voy a hablar de Imanol, pero no de balones, aunque solo sea para poner en práctica la vieja recomendación que lanzaba Ángel Gabilondo en sus buenos tiempos, o sea, cuando era profesor y no político. «Como higiene mental, dedica diez minutos al día a hablar bien de algo o del alguien», decía. Y sí, no hay mejor gimnasia.
Imanol es uno de los pocos consensos que reúnen hoy a los guipuzcoanos. Discreto, emotivo y cercano, pero también con instinto ganador, conecta directamente con la gente. John Benjamin Toshack siempre repite que cuando Imanol fue jugador a sus órdenes en la Real apenas le escuchó hablar más de dos frases, «y ahora alucino cuando le escucho su dominio en las ruedas de prensa».
Porque el mister de la Real ha logrado, entre otras cosas, que ese trámite habitualmente aburrido de las comparecencias públicas de los entrenadores tengn un calor especial. Lo mismo se pone la bufanda txuri urdin al cuello y canta como un forofo ante los micrófonos que relata un episodio sentimental. El otro día contó la historia del seguidor blanquiazul que le mandó un mensaje de voz poco antes de morir de cáncer y fue uno de esos intensos momentos que detienen el tiempo.
Tiene 51 años, es de Orio, de familia trabajadora, fue uno de esos jugadores más cerca del 'jornalero' del fútbol que de los cristianoronaldos y entrenaba con éxito al Sanse cuando fue requerido en una emergencia para subir al primer equipo. Dice Javier Cercas que héroe es el señor normal que se crece cuando las circunstancias lo exigen, y es el caso de Alguacil, que ha ido acumulando éxitos en el banquillo.
Vendrían bien varios imanoles en las instituciones y despachos de poder guipuzcoanos. Más aún, su forma de trabajar y de moverse por el mundo es ejemplo de lo que a menudo hemos entendido como «guipuzcoan way of life», sobria en los gestos y brillante en la acción. Ya dijimos aquí que es como un Hilario Arbelaitz pero en los estadios. No queremos 'hiperliderazgos' que conducen a callejones sin salida, sino liderazgos naturales y poco estridentes.
Todo quedará en agua de borrajas el día que el balón deje de entrar. La inmediatez del fútbol representa tan bien los tiempos líquidos que vivimos: vales en el trabajo, en la familia o en la comunidad de vecinos lo que has hecho en tus últimos cinco minutos. En un rato pasas de sabio a ignorante, de personalidad a personajillo. Todos somos Imanol. Si el otro día, ganando en Sevilla, le criticaban por no saber 'leer' el partido, imagina qué ocurrirá el día que pierda.
EN VOZ BAJA
La vida y otros asuntos sin importancia
Pensamos que lo importante es la inflación, las hipotecas o el Mundial de Quatar, pero citemos otra vez a John Lennon: la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes. Hace solo unos meses mi amigo Javier Otaño me mando una foto de una vieja excursión con el cole, que había aparecido entre viejos papeles: ahí estamos, como un 'Cuéntame' del principio de los 70, aunque parece de un No-do de hace setenta siglos.
En septiembre me felicitó el cumple: «El año que viene llegamos a los 60... y más jóvenes que nunca», me escribió. Hace unos días murió repentinamente en Pamplona, donde vivía desde que fue allí a estudiar Arquitectura, se casó y tuvo a sus hijos. Nos veíamos poco (a veces en sanfermines) y cada vez que nos encontrábamos era como si hubiésemos coincidido la víspera. Es uno de los tipos más alegres que he conocido.
No quiero darles el sábado, ni hacer 'paolocoelhismo', pero sí sacar un par de lecciones a lo Imanol Alguacil: la vida es tan maravillosa como cabrona y más vale aprovecharla, hasta en los pequeños detalles, sin perder el tiempo en lo que no lo merece. Lo del 'carpe diem' es el mejor homenaje que podemos dar a quienes se han ido y a quienes nos quedamos. Va por ti, Javi.
mezquiaga@diariovasco.com
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