La primera 'fake new' de la historia: Los hombres murciélago de la Luna
La primera noticia falsa de alcance planetario convirtió hace 190 años a un periódico neoyorquino en el más vendido del mundo
Luis Alfonso Gámez
Sábado, 23 de agosto 2025
El descubrimiento de vida en la Luna convirtió en 1835 a un periódico popular neoyorquino en el más vendido del mundo. «Fue un engaño de primera categoría. Engañó a más personas durante más tiempo que ninguna otra historia falsa jamás escrita», dice el periodista Frank M. O'Brien en su libro 'The story of The Sun' (1918). Edgar Allan Poe lo considera «el engaño más brillante», y el editor de prensa Ralph Pulitzer, «la primera noticia falsa». Hace 190 años, el gran engaño de la Luna demostró el poder de los recién nacidos medios de comunicación de masas.
Los diarios de un penique surgen en Estados Unidos en la década de 1830. Cuestan un centavo de dólar, frente a los seis de la prensa tradicional, y están dirigidos a la clase trabajadora, cuyo jornal medio ronda los doce centavos. 'The Sun' es el primero de Nueva York. Lo funda en 1833 el editor de prensa Benjamin Day. Arrincona la política y se centra en los sucesos y otras historias sensacionalistas. Con un estilo sencillo y directo, quiere «presentar al público, a un precio asequible para todos, todas las noticias del día y, al mismo tiempo, ofrecer un medio ventajoso para la publicidad».
El 21 de agosto de 1835 publica en su segunda página una nota breve titulada «Descubrimientos celestiales». Dice que sir John Herschel ha hecho, en el cabo de Buena Esperanza, «algunos descubrimientos astronómicos de la más maravillosa descripción por medio de un inmenso telescopio basado en un principio completamente nuevo». Sir John Herschel es hijo del también astrónomo William Herschel, descubridor de Urano, y ese mismo año ha publicado un libro de divulgación en Estados Unidos.
El 25 de agosto y ya en portada, el periódico publica la primera entrega de los «grandes descubrimientos astronómicos» del científico inglés en Colonia del Cabo, hoy Sudáfrica. Según el diario, el texto ha aparecido originalmente en la 'Edinburgh Journal of Science', una reconocida revista científica. El narrador es Andrew Grant, discípulo de William Herschel y compañero de aventuras de su hijo, aunque el texto no lo firma nadie. El episodio se centra en aspectos técnicos del telescopio. Se explica que su gigantesco espejo, de más de 7,3 metros de diámetro, permite distinguir en la Luna detalles de hasta 46 centímetros.
Herschel ve en el satélite ríos, lagos y mares, bosques, montes y llanuras. Gracias a la alta resolución del telescopio, puede identificar especies vegetales y animales, que presenta a partir de la segunda entrega de la serie. Hay abetos, tejos, bisontes pequeños, cabras con un solo cuerno en la frente, grullas blancas y negras, cebras en miniatura, moluscos de una concha…
El científico explora varios ecosistemas antes de ver volando a unos «seres alados de gran tamaño» que, en tierra y con las alas plegadas a la espalda, «asemejan a seres humanos» porque caminan erguidos. Su estatura es de 1,2 metros; tienen el cuerpo cubierto de «un pelo corto y lustroso de color cobre», excepto el rostro; y sus alas son membranosas. «Dímosles la denominación científica de 'Vespertilio homo' u hombre murciélago; y es indudable que son criaturas inocentes y felices, aunque algunas de sus diversiones no se vendrían muy bien con el decoro de nuestras costumbres terrestres», advierte el autor.
«Azul resplandeciente»
En un valle, Herschel descubre «una magnífica obra de arte… ¡Un templo! Era su figura la de un triángulo equilátero, construido de zafiro pulimentado o de alguna piedra azul resplandeciente que como él presentaba millares de puntos dorados y luminosos que brillaban centelleando expuestos a los rayos del Sol». Lamentablemente, en el artículo del 31 de agosto, un incendio accidental deja fuera de servicio el telescopio durante una semana. Una vez reparado, el satélite ya no se ve desde Colonia del Cabo. Herschel dirige entonces «sus observaciones a los principales planetas del sistema (solar), empezando por Saturno».
El hallazgo de los hombres murciélago de la Luna dispara las ventas de 'The Sun' el 28 de agosto hasta los 19.360 ejemplares, frente a los 17.000 del 'The Times' londinense. Los habitantes del satélite han conquistado al público. La rotativa funciona diez horas diarias para cubrir la demanda. Los neoyorquinos que se han perdido algún episodio quieren los números atrasados y todos, ver las imágenes que, según el diario, ilustran el original de la revista científica. 'The Sun' pone a la venta un juego de litografías a 25 centavos y reúne los seis artículos en un librito del que venderá 60.000 ejemplares.
Dos periódicos apuntan al engaño. Uno hasta identifica al autor: Richard Adams Locke, periodista de 'The Sun'. El diario lo niega en un editorial el 16 de septiembre. La mayoría de la prensa da por buenos los hallazgos de sir John Herschel, y algunas cabeceras reproducen la historia tal cual. Dicen que la han tomado de la 'Edinburgh Journal of Science'.
Edgar Allan Poe, que acaba de publicar 'Hans Pfaall', un cuento satírico sobre un viaje a la Luna, analiza el serial como aficionado a la astronomía. Concluye que es una ficción cuyo éxito demuestra la «gran ignorancia» del público. Ningún telescopio, explica, es capaz de alcanzar la resolución del supuesto de Herschel y, aunque así fuera, no podrían distinguirse en la Luna flores, ojos de animales y otros detalles de menos de 46 centímetros que se describen. Además, la ciencia ha dejado claro que en el mundo vecino no hay mares y, por pura perspectiva, si hubiera habitantes, los veríamos como a moscas en el techo y no como a través de una ventana. Nadie le cree.