Goyo Jiménez | Actor y humorista
«En el viaje de la vida todos, de una manera u otra, vamos en 'misery class'»Es uno de los grandes de la comedia y ha escogido Donostia para estrenar, de mañana al domingo, 'Misery Class', «una mirada a nuestras vidas»
Tras su trilogía sobre los usos y costumbres de la sociedad norteamericana, Goyo Jiménez mira esta vez más hacia nuestro entorno y a su propia ... vida con una función que busca la risa observando cómo «tras tanto empeño por ser ricos resulta que al final no somos felices. Algo nos pasa». Este jueves debuta en el Victoria Eugenia, donde estará hasta el domingo, con 'Misery Class'.
– ¿Qué le ha llevado a estrenar en esta pequeña aldea a orillas del cantábrico?
– Es un preestreno, lo que aún es más arriesgado porque hasta ahora solo he hecho pases con público amigo y la gente miente vilmente. Así que esto ya es sin red ni nada. Estreno aquí seguramente porque si en Donostia y en el País Vasco se ríen será porque es gracioso y funcionará en todas partes. No es un público complaciente ni apto para obras benéficas. La exigencia es alta y eso es lo mejor para ponerme a prueba.
– En la promoción aparece muy elegante, como de lord británico. ¿Pero no sé si es usted el dueño de la mansión o el mayordomo que le ha cogido el frac?
– Acabas de definir el espectáculo porque realmente ya no sabemos. Se llama 'Misery Class' porque habla de esa sensación de tengo por aquí, pero adolezco por allá. Está basado en esa idea de las líneas aéreas de te quito para luego poner cobrándote. Te quito un montón de cosas que supuestamente son prescindibles, pero que no lo son. En estos últimos tiempos nos han ido quitando cositas un poco de aquí un poco de allá. Se supone que tenemos un montón de servicios, pero no funcionan. Se supone que tenemos seguridad, pero te dicen que pongas una alarma. Que hay sanidad pública, pero que te hagas un seguro. Y que hay una pensión para ti, pero ve ahorrando. Es una sensación de vivir todos en una 'Misery Class'.
«Estreno en Donostia porque no es un público complaciente ni apto para obras benéficas. Es lo mejor para probarme»
– El título es un poco inquietante. ¿Se ha pasado a una especie de monólogo distópico?
– Se lo debo a King África. Nos saludamos en un avión donde yo viajaba en primera porque iba de presentador de un evento. Y él me comentó que viajaba detrás, en 'misery class'. Me gustó mucho esta idea que define lo que quiere transmitir la función: que en el viaje de la vida que estamos haciendo, por una o por otra cosa todo dios vamos en 'misery class'. Parece que los occidentales, que somos los que tenemos la calidad de vida, al final estamos todos oprimidos porque nos somos felices y nos cuesta entender cómo teniendo lo que tenemos en comparación con otros no conseguimos tampoco ser felices. Después de tanto empeño por ser ricos resulta que al final no somos felices. Algo nos pasa.
– Cuenta que tiene una psicótica propensión a divagar.
– Esto lo sabes tú mejor que nadie cuando me entrevistas.
– ¿Divagando se entiende la gente?
– No. Es imposible cuando vivimos tiempos en que a los chavales les parece mucho texto juntar más de dos frases. Divagar, cuando lo hacen varias personas, se llama tertulia. Una tertulia es una 'brainstorming', que los anglosajones le van poniendo nombre a cosas que ya teníamos inventadas las latinos. Las tertulias son para aprender de los otros escuchando, lo que pasa es que divagar exige que al menos alguien escuche y tenemos muy poco tiempo para hacerlo, o al menos eso nos han hecho creer. Por eso ahora vivimos los tiempos del meme, de la rapidez absurda, de la incapacidad de concentrarnos más de cinco segundos. Yo tengo el privilegio de juntar a gente para divagar delante de ellos y que encima me paguen. Soy un bendito en vías de extinción y en eso voy a seguir mientras me duren las fuerzas.
– ¿Vendemos barata la libertad?
– La vendemos por nada y lo vendemos todo, las libertades y los derechos que tanto han costado adquirir a generaciones anteriores, incluso a la mía. Estamos vendiendo muchas dignidades, muchas libertades y, sobre todo, muchas capacidades de obrar, que esto es importante. Todo por una supuesta seguridad.
– Asegura que no tiene alma de comediante. ¿En su caso es un chiste de comediante?
– Nunca la he tenido. Trabajo con comediantes y son gente muy graciosa que cada vez que abren la boca, por el tono por lo que dicen o por ambas cosas, son súper graciosos. A mí me cuesta muchísimo. Tengo que trabajar mucho y uso el humor para hablar de cosas serias. Aristóteles también decía que había una delgada línea entre la tragedia y la comedia, y a mí me gusta creer que la risa, o el humor, sirve como pomada del escozor. Primero se genera el escozor y luego va la palmadita. Cuando digo que lo que aquí denominamos niño hiperactivo en Bangladesh se conoce como empleado del mes, no sé si es un chiste o una tragedia.
«Vivimos los tiempos del meme, de la rapidez absurda, de la incapacidad de concentrarnos más de cinco segundos»
– ¿Como creador es de los que se deja aconsejar?
– Mucho. Para empezar porque el público es el que manda en esta democracia que es el teatro. Creo que en general la mayor parte de nosotros tiene un detector de cosas buenas y de cosas malas. En esta entrevista que tú crees que me estás haciendo, yo te voy utilizando para ver cómo reaccionas y saber lo que tengo que hacer y lo que no. Al fin y al cabo yo tengo la fe en que Dios, que es la vida misma, nos ha hecho en una tensión constante entre el individuo y el enjambre. Y hay que estar en el enjambre constantemente. No somos unidades, formamos parte de un todo y ese todo es el que de verdad nos hace cobrar sentido. Pero debemos salirnos para entender al enjambre. No sé ni lo que he dicho, pero ha quedado muy bien.
– Dígame si me confundo, pero su forma de trabajar me parece una mezcla adecuada de bondad y escepticismo.
– Lo has definido muy bien. Te pongo un ejemplo, una de las series que estoy volviendo a ver es 'El ala oeste de la Casa Blanca'. Cuando pierdo la fe en la humanidad me pongo series como esta, que son una mezcla de bondad y escepticismo. Es una serie en la que tenemos que creer en el liderazgo firme, en las buenas cosas, en la buena intención, pero luego está llena de escepticismo ante lo que es la política.
– Luego vemos a Obama bien rodeado en el concierto en Barcelona de Springsteen.
– Es la paradoja de la bondad escéptica. Alguien protesta y le dices sí, pero lo haces desde tu iPhone y empieza el debate de si alguien bueno puede tener un teléfono de última generación o no. El problema es que nos distraemos en el debate. Uno intenta en su pequeño hábito hacer los cosas lo mejor que puede, pero es inevitable que pises hormigas por muy budista que seas.
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