Crítica | Concierto de Niño de Elche

Sorprendió al interpretar en euskera 'Colombiana vasca', cumbia escrita y cantada en el disco por Maialen Lujanbio y Beñat Achiary, y sobrecogió con la jonda y desnuda 'Flor-Canto', sostenida por una nota fija de sintetizador y la bella letra del nicaragüense Ernesto Cardenal. Siguió hablando de colonialismo en 'Los esclavos' y en 'La gitana' urdió un hilarante e incorrecto club de la comedia a cuenta del colombiano Eblis Álvarez, productor del disco y líder de Meridian Brothers.

En 'Ni chicha ni limoná' se alegró de tener un público sin identidad, según opinan algunos críticos «criticones», pues la falta de identidad -sexual, nacional, nacionalista...- es para él «la gran liberación». Los 'gozokis' que lanzó en el sabrosón 'Pregón de los caramelos' no llegaron a la fila 10 y fue imposible saber si llevaban mentol y cocaína, pero ambos ingredientes pudieron inspirar esas 'Peteneras mexicanas' que degeneraron en rave techno animada por quejíos guturales y graves atronadores: el iconoclasta Niño cantó con el micro metido hasta la glotis y lo regurgitó para estrellarlo contra el suelo y rematar una performance psicotrópica tras la que seguirá creciendo la distancia entre quienes le adoran y quienes le odian.