Óscar Terol | Actor, humorista y cantante
«Este espectáculo lo he creado especialmente para Donostia»El cómico donostiarra regresa esta semana al Principal con la segunda parte del monólogo 'Ay, Dios', que alarga el título con un enigmático 'Ahora vengo a por ti'
Tras el gran éxito hace un año en este mismo teatro Principal, Óscar Terol regresa con la continuación del monólogo, donde de nuevo Dios toma ... posesión del cuerpo de un cómico para dirigirse a los seres humanos y esta vez especialmente a los donostiarras. Todas las funciones tendrán lugar a las ocho de la tarde en el Teatro Principal.
– Ese añadido de 'ahora vengo a por ti', ¿es una amenaza o una bienaventuranza?
– Es una bienaventuranza y una especie de regalo con dedicatoria concreta, como cuando te firman un libro. Todo lo que envolvía la parte central del espectáculo es totalmente nueva y solo va a ser entendida en San Sebastián. He creado una función con temas de Donosti, con cosas que nos hacen gracia aquí, con nuestras polémicas y nuestro día a día. Es un espectáculo creado para esta semana en el Principal.
– ¿Qué ha estado haciendo ÉL desde el año pasado?
– Observando todas nuestras mediocridades y está un poco perplejo, asustado de cómo tenemos el mundo. Creo que está incluso razonablemente dudando de si el experimento de tomar el cuerpo de un humorista funciona.
– El año pasado logró llenar el teatro toda la semana. ¿Sabe por qué funciona tan bien su humor?
– Hay una inercia de cariño. Me dedico a esto desde hace 30 años o más y no he girado. A la gente le gustará más o menos lo que hago, pero sabe que apuesto por un humor creativo. Ven que no estoy intentando reproducir lo que hacen otros y que en momentos donde era complicado hacer algunas cosas, aposté por hacerlo. Creo que se me premia un poco la trayectoria, como ese bar al que vas porque sabes que la gamba con gabardina va a estar buena. También buscan la sorpresa y ver si me meto un poquito donde no me llaman.
– Le gusta bucear en la otra Donostia, la aplastada por la idea de creernos el mejor lugar del mundo.
– Ese ser la mejor ciudad del mundo encierra una tumba maravillosa de podredumbre. Primero no se puede ser nunca 'la mejor' ciudad del mundo y San Sebastián desde hace tiempo ya es maquillaje. Esa esencia que creíamos tener se está diluyendo. Hay una cierta sensación de nostalgia en todos los donostiarras que no se sabe cómo expresar. Procuro apelar a eso y al absurdo de ciudad que ya no tiene ningún sentido, metida en unos tiempos que tampoco a nivel global entendemos. Pero me gusta apelar a que podemos volver a lo que fuimos.
–¿Pero qué fuimos y qué somos?
–Fuimos una ciudad donde convivían modernidad y la tradición de una cultura vasca muy cerrada y con directrices muy concretas. Pero eso desembocaba en algo mucho más universal, donde la proximidad con Francia hacía que fuera una ciudad que quizás podía tener un pensamiento más abierto, más libre, que nos sanaba de toda la cerrazón de esta idiosincrasia que es lo guipuzcoano. Nos podíamos sentir los más vascos del mundo, pero también cosmopolitas. Ahora es una ciudad que ha aceptado un montón de dogmas absurdos de la modernidad y se ha convertido en la sede de todos las grandes intereses financieros y comerciales del mundo. Somos pioneros de una modernidad que no me interesa nada y, encima, las instituciones se jactan de ello. Han vendido parte de mi San Sebastián.
– Con 'Mundos paralelos' ya decía que el escenario era para usted un altar. ¿Ahora es una catedral?
– Exacto. Lo veo a veces como una catedral, pero también como una ermita románica cercana donde el público participa de la ceremonia. He sido muy de tele, incluso al teatro no le he dedicado grandes palabras a lo largo de mi vida. En 2020 redescubrí el escenario como un sitio donde se puede llegar a comunicar con las personas, porque en la tele ya no es posible. En este caso procuro que mi parte sagrada, o lo que yo concibo como sagrado, entre en acción, con lo cual ya no solo es una ceremonia civil, que lo sea para el que quiera, sino que procuro que sea una ceremonia sagrada.
– ¿Sigue pensando que es cómico para que la gente se entienda?
– Sí, lo traduciría ahora como para que la gente tenga esperanza. Cuando tengo problemas y atravieso malos momentos, como todo el mundo, veo a la gente reír con mis obras y me reconcilio, tengo esperanza de mí mismo y entiendo que eso le puede suceder también al público.
– Su anterior trabajo, 'Mundos paralelos', se centraba mucho en la pandemia. ¿Hemos salido mejores, peores o igual de tontos?
– A nivel global no estamos mejor. Sirvió para que algunas personas aceleraran un proceso y se dieran cuenta de algunas cosas. Quizás ha venido bien para ciertas personas, pero es un porcentaje mínimo. Por otra parte, se ha creado en una gran mayoría, que es la que me gusta, una sensación de incertidumbre y de alerta de que igual no todo es como nos lo cuentan. Yo apelo a esa incertidumbre que no sé cuándo va a convertirse en pregunta, en respuesta o en búsqueda. Pero noto en las miradas que la gente se ha quedado con una especie de duda existencial. Ahí es donde intento empujar porque creo que podemos hacer un mundo mucho mejor y ser más felices a nada que nos organicemos.
– Explique eso de que se reconoce en la palabra 'bufón'.
– Mi humor es un poco contrario a las instituciones, pero el bufón vive en la corte, no fuera, y eso lo asumo. No soy un antisistema, aunque pueda parecerlo. Soy muy del sistema, pero me gusta atacar desde dentro a la institución, al poder, al de arriba. Me veo como una válvula de escape para que la presión no haga estallar un sistema que las necesita.
– ¿Qué papel juegan la música y las canciones?
– Cada vez mayor. Desde hace un año le he dado a las canciones mucho más tiempo que al humor de los monólogos. Lo que más ilusión me hace prácticamente es cantar. Voy a estrenar en esta función una parodia de una cosa sobre Donosti y me estoy viendo un poco más ya como cantautor o cantor que cómico. No me importa porque mi vida acabará donde tenga que acabar, pero lo que empezó siendo un juego y una prueba, está ya cogiendo entidad. No sé si esa entidad va a ser lo suficiente para que acabe siendo cantante y músico y no actor. Ahora estoy en un cincuenta por ciento de amor repartido entre las dos posibilidades.
«El monólogo es una bienaventuranza y un regalo con dedicatoria concreta, como cuando te firman un libro
«En 2020 redescubrí el escenario como un sitio donde se puede comunicar con las personas, en la tele ya no es posible»
–¿Puede o quiere separar su vida profesional de la interior?
–Ni quiero ni puedo. Este espectáculo es una plasmación de que deseo ir desnudándome cada vez un poco más. Pero cuando decimos que nos hemos desnudado del todo mentimos porque es imposible: ni uno mismo se desnuda con uno mismo. En este monólogo dejo claro lo que en mi mundo interior habita y me arriesgo a ser mal interpretado o a no caer bien. Cada vez más mis trabajos van a ser así. Mi aspiración es salir al escenario no te digo que a improvisar, pero sí a hacer algo que sólo pueda ocurrir en ese momento, con la gente que haya. Que sea un diálogo en el que haya arte, canción, humor... Eso sería mi el espectáculo ideal.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión