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Una memoria compartida

Miércoles, 10 de enero 2024, 06:32

Hay formas que perfilan un país mejor que su manifiesta identidad. El arte, como el viento, es un gran escultor de historias, leyendas y culturas. En el País Vasco, y en Donostia en particular, todos los caminos orillan los sentidos del gusto y de la vista. Nuestros museos han sabido atraer y recompensar a numerosos públicos, deseosos de arte espectacular y, a ratos, íntimo. Pero hay otras rutas, no menos sorprendentes, donde las formas artísticas se asimilan con la naturaleza. Además de las que nos acercan al mar, siempre celoso, es inevitable recordar un lugar deslumbrante como Chillida Leku, parada indeclinable en un viaje por nuestro territorio interior.

Para los donostiarras, las esculturas de Eduardo Chillida son parte de una memoria compartida. Fue autor de los logotipos de la Universidad del País Vasco y de Kutxa (hoy Kutxabank), además de la imagen que sirvió de reclamo de amnistía para los presos políticos, o la de la Fundación Balenciaga y el Orfeón Donostiarra, entre otros.

Hace más de cuarenta años, el artista donó a su ciudad la que está considerada su obra insignia, 'Peine del Viento', un conjunto escultórico que se agarra a las rocas de la bahía como un amigable habitante de los océanos. El ingeniero recientemente fallecido, José Maria Elósegui, y el arquitecto Luis Peña Ganchegui, acompañaron al artista en su aventura de crear una obra que cambió el perfil del Cantábrico sin traicionarlo y que hoy es uno de los emblemas de la ciudad. Desde allí, y también frente al horizonte, la escultura de hormigón 'Elogio del Horizonte' parece el abrazo de un gigante a la amable villa asturiana. Son obras en las que Chillida se adentra en un mar de manera sobrecogedora.

Más próximo aún, en Donostia, en el verano de 1995, la galería promovida entonces por El Diario Vasco, Galería DV, mostraba los trabajos de Chillida, lo que contribuyó al crecimiento e internacionalización de la sala hasta su cierre, veinte años después.

La cercanía y complicidad del artista y su esposa, Pilar Belzunce, es uno de los mejores recuerdos que nos dejó a todo el equipo. Como San Telmo, patrono de los marineros, Eduardo cedió los aparejos de la embarcación, dándonos buena suerte a los tripulantes.

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