Borrar

El Finisterre de Donostia

Su día a día era un cuestionarse perpetuo, en aras de una búsqueda, persiguiendo el rumor de los límites

Iñaki M. Ruiz de Eguino

Artista y crítico

Martes, 9 de enero 2024, 06:26

Comenta

Un aniversario es más que una evocación, es reavivar al artista, su valía y examinar su herencia. La cultura vasca, y no solo la artística, la dimensionó Eduardo Chillida con su obra.

Recuerdo ahora uno de los encuentros en su viejo estudio de Miracruz. Donde me habló del arte griego, del Partenón. De Mirón le interesó el sentido del movimiento, que él relacionaba con el espacio-tiempo. De Fidias, el Parthenón y los pliegues, de los que, personalmente considero surge su interés por lo cóncavo (hueco) y convexo (abombado) en Chillida. Hablamos de los límites del espacio, que él concebía como «materia rápida y espacio lento» y al tiempo de bordes y límites.

Sobre estos, un ejemplo es lo que él citaba como el «Finisterre de Donostia», hoy espacio que ocupa el 'Peine del Viento', donde examina a la naturaleza en su intimidad y la embebe. Porque su escultura especialmente genera 'lugares', espacios con notable carga estético-formal, acomodando un poema sutil, totalizado, con cadencia sonora. Muchos de sus títulos de los años 50 aluden asimismo a lo acústico. 'Peine del Viento' que, como manos de hierro forjado, atrapan el agua marina, mientras el viento, lo aéreo, es peinado ininterrumpidamente.

En el 'Peine del Viento' examina a la naturaleza en su intimidad

En Eduardo lo gravitacional, evoca lo espiritual y la elevación vertical. Espíritu y materia, que él evoca en un imaginario creativo.

Me viene también al recuerdo un hecho, que tiene qué ver algo con este tema. Un día en la Fundación Maeght de Sant Paul de Vence –me explicaba Eduardo–, tomamos un respiro en el trabajo y bajé con Alexander Calder hacia la cafetería, cuando repentinamente desde el piso superior cayó sorpresivamente una pieza cerámica, que trabajaba un artista alemán. La masa quedó conformando un bloque, un semi-cubo desnaturalizado. El ceramista, desde las alturas nos pidió disculpas. Yo inmediatamente –comentó Chillida–, reaccioné, que me dejara utilizar aquel material. Fue algo intuitivo, vi inmediatamente en aquella arcilla algo extraordinario. Me interesaron la materia, forma y tamaño. Me apresuré a trazar unas incisiones a modo de dibujos, por todas sus caras, aprovechando esa volumetría tridimensional.

Así nacieron las 'lurras', un espacio volumétrico, una escultura dentro de otra escultura.

He aquí la demostración palpable de su capacidad y disposición creativa.

Su mano entra en el lugar de los sueños. Su día a día era un cuestionarse perpetuo, en aras de una búsqueda, persiguiendo el rumor de los límites.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariovasco El Finisterre de Donostia