Crítica de cine: 'Cry Mach' de Clint Eastwood

'Cry Macho' no es una gran película, la verdad, pero tiene ese agradecible aire familiar. Como volver a tomar aquel café casero que sigue sabiendo igual, como visitar al querido abuelo, exactamente. Clint Eastwood tiene 91 años y ni lo oculta ni tiene por qué hacerlo. Todos, con suerte, llegaremos a ancianos, y es raro que se nos haga raro ver a uno como protagonista de una película. Aquí, desde luego, vemos al Clint de siempre, pero con las manos venosas, el equilibrio precario, los andares seniles.

También con todo el carisma y honestidad que siempre ha sabido transmitir. Igual da que las peleas se reduzcan a un único puñetazo, que no te creas que el doble domando un caballo sea él, que cuando baila 'Sabor a ti' le lleve ella a él y no al revés.

Se está a gusto en 'Cry Macho', aunque sea una película tan sencilla, casi simple, o quizás precisamente por eso. Aunque mire con tanta ternura a sus personajes, o quizás por eso. Eastwood ha llegado a un punto sorprendentemente amable, que la vida es un ratico y para qué amargarse. Así, cuando encuentra al chaval supuestamente descarriado y pendenciero cuyo padre le ha encargado trasladar de México a Texas, vemos que el chico tiene cara de bueno y que pronto serán como padre e hijo. Y si Clint quiere encontrarse por el camino, en la cantina de un pueblo perdido, con una mujer cariñosa, orgullosa y hermosa, nadie puede oponerse.

'Cry Macho', con su veterano, su chaval y un gallo de pelea buscando su lugar por el mundo, será cinematográficamente floja, argumentalmente débil, pero se deja ver con placidez.