Crítica de 'Napoleón': Hundidos en el hielo

¿Y Ridley Scott? Pues, la verdad, se hunde en el hielo, como el ejército ruso en la batalla de Austerlitz. Su 'Napoleón' no capta la esencia del controvertido personaje, no ofrece ninguna nueva lectura, no emociona, no aporta más allá de lo superficial.

Por supuesto que la reconstrucción histórica es grandiosa, que todo luce en modo superproducción (aunque uno tenga dudas con esa luz blanca que apaga los colores). Que en la (auto)coronación del emperador vemos cobrar vida al icónico cuadro de Jacques-Louis David. Que las escenas de batallas son magníficas, pura coreografía devastadora, pura energía.

Pero cuando la acción se detiene nos quedamos con un personaje caprichoso, tenso, atormentado, impenetrable, débil y fuerte, pero todo a la vez y mal perfilado. Joaquin Phoenix (en su reencuentro con Scott desde 'Gladiator') no sabe si soltar la risotada triste del Joker o la mirada airada de Cómodo. Cuesta ver al militar corso detrás de su pose. El 'Napoleón' de Scott juega la baza de prestar atención a su compleja relación con Josefina (la actriz de moda, Vanessa Kirby), pero tampoco ahí halla su camino. No entendemos a ella, no empatizamos con él. Su química es escasa y sólo en sus cartas leídas asoma algo de emoción.

La película se queda así en un resumen, en 158 largos minutos, de los principales hitos en la trayectoria de Napoleón (hay historiadores que advierten que tampoco es una síntesis muy fina). Así, entre el caballo que explota de un cañonazo y las tropas hundiéndose en el hielo, al espectador le pueden volver sus recuerdos escolares.