Crítica de 'Mugaritz, sin pan ni postre': ¡Viva la creatividad!

Viendo olfatear, chupar, degustar, definir, comentar cada matiz, el espectador también quisiera sentir en el paladar esos platos que buscan provocar otras sensaciones (esa invitada a una degustación que casi se disculpa porque la mayoría de platos le han parecido ricos), comprobar si realmente las larvas de zánganos saben a requesón o descubrir si le agrada o repele succionar un líquido de un pliegue que podría evocar un ombligo u otra parte del cuerpo humano.

El documental se centra en los seis meses en que el restaurante de Errenteria cierra cada año sus puertas pero no deja de trabajar y Andoni Luis Aduriz lanza a su equipo de I+D el reto de crear una carta completamente nueva. Los 95 minutos de metraje se convierten en un homenaje a la creatividad, a la libertad, grandeza y limitaciones que significa jugar a emprender caminos inciertos y atrapar lo mejor que surja en el proceso. La estimulante dinámica resulta interesante incluso para los menos aficionados a la gastronomía. Y algunos no podemos evitar pensar cómo sería nuestra sociedad (¡y nuestra política!) si en otros ámbitos se potenciase la inventiva colectiva como en el mundo de Aduriz (quien, por cierto, sale poco al centrarse en la fase en que deja hacer a su equipo).

En este documental con director estrella, Paco Plaza ('[REC]') sabe captar la fascinación de ese grupo de jóvenes y veteranos en permanente tormenta de ideas. El único pero sería que, como creación cinematográfica, 'Mugaritz, sin pan ni postre' no cumple el estilo de la casa de atreverse a emprender caminos no esperados.