Frío y artificio en el paraíso

'Nieva en Benidorm' se basa en contradicciones acordes a su título: apenas hay gente, ni aglomeraciones, ni turistas, pero se cita reiteradamente a Sylvia Plath en el Benidorm de una Isabel Coixet que más bien parece estar pensando en su propio 'Lost in Traslation' cambiando Tokio por la Costa Blanca, y que aplica su estética artificial y rebuscada, hecha de colores estridentes, neones, geometrías imposibles y espacios fríos, que recuerdan a su propia experiencia nipona, la que aplicó en 'Mapa de los sonidos de Tokio'.

'Nieva en Benidorm' comienza con la descripción de un ciudadano británico de vida gris a más no poder, que puede colorizarse cuando de pronto se ve prejubilado y se propone visitar a su hermano que vive en Benidorm. Pero no hay hermano, ha desaparecido, y parece que Coixet quiere tirar por un thriller calmo (incluso entra la corrupción inmobiliaria por ahí) que nunca termina de arrancar. A cambio, el solitario encuentra compañía en una mujer de cabaret, para lo que al parecer quiere apuntar el filme: el retrato de dos perdedores solitarios, entre canciones y situaciones demasiado alusivas a Almodóvar, que produce el filme.

La permanente y narcotizante música de 'ambient' electrónico, los devaneos por escenarios esteticistas, la abrumadora utilización de edificios, cielos y crepúsculos para transiciones innecesarias y los personajes que se pretenden intrigantes y extravagantes pero no cuajan (los de Carmen Machi y Ana Torrent) dejan la errática 'Nieva en Benidorm' en tierra de nadie. Ni frío ni calor.