Muere Eusebio Poncela a los 79 años, actor 'arrebatado' que hizo de Donostia su refugio
Figura esencial del cine, el teatro y la televisión, el actor, asiduo a Gipuzkoa, deja un insumiso legado artístico y una trayectoria salvaje y libertaria
Posiblemente odiara este obituario. Rehuía este tipo de honores a su vida y obra. «Me llamaban raro. ¿Qué actor no lo es?». Sin embargo, con ... quien quiso sí se despachó a gusto. Ante Carmen Maura elogió a la ciudad que tantas veces le acogió: «San Sebastián es mi refugio, un buen lugar para perderse. Aunque sus alrededores son todavía mejor». Se lo dijo ante las cámaras de Televisión Española durante su visita de 1988 al Festival de San Sebastián para presentar 'Diario de invierno' de Francisco Regueiro.
A ambos actores les unió, un año antes, Pedro Almodóvar. Fueron unos atormentados hermanos que, marcados por una infancia dura y múltiples resquebrajos sentimentales, se sofocaban al grito de «¡Riégueme!» ante la calurosa madrugada madrileña. Eso fue en 'La ley del deseo' (1987). En ese drama de amor homosexual, Poncela interpretaba a un exitoso director de cine que se enamora de un joven admirador suyo. «Antonio (Banderas), cariño, aunque tú lo hayas decidido así, no estoy enamorado de ti. Me emociona tu ternura, pero no te recomiendo que te enamores de mí, soy egoísta y llevo una vida incompatible», dijo con voz grave y magnética.
El 'arrebatado' Eusebio Poncela falleció ayer a los 79 años en El Escorial, víctima del cáncer que le venía devorando desde hace un año. Deja el madrileño una estela inolvidable, un legado brillante en cine, teatro y televisión, además de una estrecha relación con la capital guipuzcoana, que fue mucho más que un simple vínculo profesional.
Entrega absoluta
Quien desde los tres años soñaba con ser artista se convirtió en la década de los ochenta en uno de los habituales de las pantallas. Como era costumbre para ser uno de los consagrados, salió en Fotogramas y fue invitado del festival donostiarra –la primera de muchas– en 1980. Le acompañó una también debutante Cecilia Roth en el hervidero de estrellas a las que se equipararía poco después. Poncela nunca fue ajeno a las corrientes que agitaban el cine en los márgenes. Su tan sensible forma de vincularse con lo que más allá de la norma amaba también se refleja en su relación con 'Arrebato' (1979), de Iván Zulueta.
Toda una experiencia que marcó el centro mismo de su vocación, según declaró recientemente:«Con 'Arrebato' descubrí qué era el cine, qué era ese compromiso y esa dificultad». La gran obra del donostiarra fue para el madrileño un territorio arriesgado y visceral, una fuerza abismal que no pudo volver a ver: «No es por dolor ni por drogas... sino porque... porque no».
No pudo volver a ver jamás 'Arrebato' del donostiarra Iván Zulueta:«No es por dolor ni por drogas... sino porque no»
A diferencia de muchas estrellas, el cine fue para él «un acto de entrega, no de vanidad». Siempre le dieron papeles difíciles, personajes heridos, atormentados... «Me hubiera gustado hacer una comedia, pero no hay forma». Carlos Saura, Pedro Olea, Pilar Miró o Juan Carlos Fresnadillo obligaron al actor a mirarse hacia adentro.
Regresó al Zinemaldia para presentar uno de sus grandes títulos. En el papel de realizador desencantado, presentó 'Martín (Hache)' de Adolfo Aristarain en la edición de 1997. Todo un ejercicio de retratarse sin maquillaje, en carne viva, frente a un público que siempre supo leerle más allá del guion.
«No soy sumiso»
Nació en Madrid en 1945. Se formó en la Escuela de Arte Dramático, pero donde realmente se formó y se hizo áspero e insobornable fue en los escenarios alternativos. Nunca tuvo ínfulas de galán, «detesto hablar de mí», decía. No era un ser convencional, y tampoco lo fue teatralmente. Prefería espacios que vibrasen con la verdad. Frecuentó las tablas donostiarras a las que se entregó sin red.
A diferencia de muchas estrellas, el cine fue para Eusebio Poncela «un acto de entrega, no de vanidad. Detesto que hablen de mí»
En 2020 regresó encabezando 'El sirviente', montaje que dirigió Mireia Gabilondo, retando a amo y esclavo. Concedió entonces una entrevista a este periódico en la que confesó sentirse atraído por «ese separatismo, esa lucha entre clases sociales, absurda y perdedora porque ninguna gana». Aprovechó esa conversación para reivindicar su condición de artista no sumiso: «Estoy hasta los cojones… no soy sumiso. La mayoría de actores son sumisos; yo no».
Combinó su oficio, al que adoraba «cada día más», con su pulsión por la pintura: «Si no pinto bien me deprimo, si lo hago bien me alegro. Tiene que ver con los sueños y la expresión personal», explicó. Porque para el visceral, irreverente y políticamente incorrecto Poncela, actuar, pintar, escribir –crear, en definitiva– o vivir venía a ser lo mismo: una manera de no traicionarse jamás.
El cine español llora su pérdida en una semana trágica para la cultura
Tras el fallecimiento de Verónica Echegui, Manolo de la Calva y José Manuel Gorospe, «la muerte viene a recordarnos lo efímero de nuestra existencia». Apenado despedía por redes sociales Antonio Banderas a su «enigmático amigo» Eusebio Poncela. Su muerte ha consternado a la profesión en una semana trágica para el cine español. Compañeros y amigos como Pedro Mari Sánchez, Ana Belén o Juan Echanove han despedido «apenados» al actor a través de sus redes sociales. Por su parte, tanto la Academía de Cine como el Ministerio de Cultura y también el Zinemaldia han lamentado «profundamente» su fallecimiento.
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