Un cara a cara a medio gas
Crítica teatral: 'El beso de la mujer araña' ·
Valentín dice ser un revolucionario (la novela de Puig se publicó en 1976, el año que la junta militar argentina impuso una dictadura) que solo ... piensa en la lucha por lo que él dice un mundo mejor. Tan armado de ideales como de dogmas, vive encerrado físicamente en una celda y mentalmente en sus propias normas que le impiden ir más allá de su destino.
Como compañero de reclusión tiene a Molina, un preso detenido por las leyes de 'vagos y maleantes', que en su caso es por sentirse mujer en un cuerpo de hombre. Valentín y Molina no tienen nada que ver, pero se necesitan. El uno es para el otro la único que les libra de la oscuridad absoluta y, al mismo tiempo, una posibilidad de conseguir objetivos inconfesables.
Estamos pues ante dos personajes cara a cara, sin escapatorias y sin red. Desde el punto de vista escénico estamos ante lo que debería de ser un 'tour de force', una 'paliza' actoral de dos actores con peso, con capacidad para llenar el escenario, para retar a su oponente, para llevarse mutuamente al límite. Y justo eso es lo que no hay. Y justo eso es lo que hace que esta función no atrape, no emocione, no acabe de hacer cercanos unos personajes a los que siempre les falta fuerza. Por mucho que la dirección se ponga ocurrente de vez en cuando.
Igor Yebra no está aún preparado para un personaje como este. Poncela puede gustar más o menos, pero es actor de teatro; sabe estar, sabe dar cuerpo a las palabras, sabe ser personaje. El tono a media voz de la dirección parece querer evitar que las carencias se noten demasiado, pero el resultado es un montaje que no funciona.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión