Ver 39 fotos
Beasain desvela su mural renacentista, oculto tras doce capas de pinturas y cal primitiva
El desmontaje del retablo mayor de la iglesia de la Asunción en Beasain descubrió unas pinturas datadas en 1555 que cubren todo el ábside del templo
Fue gracias a la casualidad –y a la silenciosa labor de una plaga de xilófagos– que se descubrió el mayor mural renacentista de Gipuzkoa. La ... caída en julio de 2021 de un elemento deteriorado del retablo de la parroquia de la Asunción de Beasain dejó al descubierto una pintura policromada de 1555 sobre la pared de su presbiterio. Ahora y tras más de dos años de trabajo, el equipo de restauración de la empresa Artez, encabezado por Maite Fernández Azkona y Aida Paya Montesinos, se afana en culminar la primera fase de revelamiento del mural, tras la cual se elaborará un plan de intervención para su restauración.
Todo comenzó con los primeros trabajos de restauración del retablo mayor, una pieza de nogal de 1670 y ejemplo de barroco madrileño carcomida por pequeños insectos. «Se dieron cuenta de que por problemas estructurales graves había que desmontarlo. Y fue entonces cuando, tras él, apareció el mural», introduce la restauradora Maite Fernández.
La ficha
-
Autor Juan Pérez de Landa, natural de Villanueva de Araquil (Navarra).
-
Técnica Los pigmentos se aplicaron sobre una base de mortero de cal que se extendía antes en la piedra. «Es una técnica más parecida a la acuarela que la pintura al fresco».
-
Motivos Dedicó cinco escenas de la Pasión de Cristo (Entrada en Jerusalén, Oración del Huerto, Prendimiento, Quinta Angustia y Crucifixión); y en los muros del presbiterio aparece el retablo pintado con escenas de la vida de la Virgen.
La sospecha de que estas pinturas podían abarcar toda la bóveda del ábside se confirmó al consultar los libros de cuentas de la parroquia, que se conservan en Beasain: un contrato fechado el día 9 de noviembre de 1555 certificaba al navarro Juan Pérez de Landa como autor del trabajo. Suficiente para que las restauradoras de Artez empezaran las primeras catas sobre la bóveda del crucerío y los lunetos. En todas ellas, y bajo unas doce capas de cal primitiva y pinturas plásticas, continuaron apareciendo los dibujos. «Pensamos que las iglesias son algo rígido e inmutable pero también se van adaptando a las modas: aunque es renacentista más tarde se vio influida por las formas del barroco, por los colores modernos y posteriores reformas para reparar grietas...».
Y su gran valor, su excepcionalidad: en la actualidad apenas quedan iconos de este tipo. «En tiempos, en Euskadi y en Navarra hubo una fiebre por sacar la piedra de todos lugares, por lo que mucha pintura mural se ha perdido». Sin embargo, «en esta no ha sido así».
Cinco escenas de la Pasión
Se trata de una importante extensión de dibujos policromados con los colores «típicamente renacentistas» como son el rojo y el azul intensos, colores primarios y el «gris haya». Para su elaboración, Pérez de Landa utilizó en su pincel la técnica pictórica de la grisalla, con la que se ofrece a las figuras una sensación de relieve mediante claroscuro. No se trata de frescos como en apariencia podría creerse sino que los pigmentos se aplicaron «sobre una base de mortero de cal que se extendía antes en la piedra. Es una técnica más parecida a la acuarela que la pintura al fresco».
Los temas que Pérez de Landa trató en esta obra se dividen en tres diferentes zonas: para la bóveda dibujó motivos paganos «de animales, jarrones, híbridos y figuras antropomorfas»; a cada uno de los lunetos dedicó cinco escenas de la Pasión de Cristo (Entrada en Jerusalén, Oración del Huerto, Prendimiento, Quinta Angustia y Crucifixión); y en los muros del presbiterio aparece el retablo pintado con escenas de la vida de la Virgen «y un despiece de sillar imitando la piedra que hay por debajo».
Tras una década de trabajo conjunto bajo la firma Artez, Maite Fernández, Aida Paya y sus cuatro compañeras reconocen que este es su proyecto 'estrella'. «Es que estas pinturas por el estado de conservación en que están son únicas en Gipuzkoa, no hay otro ejemplo así. Hemos trabajado en otras pinturas murales, pero no de esta envergadura».
Restauración en dos fases
Como explica Fernández, la intervención se realizará en dos etapas. La primera –esta que está concluyendo ahora–, ha consistido en 'destapar' todas las pinturas eliminando los recubrimientos que las han ocultado durante siglos. Ahora toca restaurarlas. «Ese tratamiento durará en función de la intervención que se determine, puede realizarse de forma muy arqueológica, en la que solo se conserva lo que hay; o hacer una restauración más a fondo en la que se vuelvan a hacer las formas casi como las originales».
«Más o menos los próximos seis meses se dedicarán a la restauración de las pinturas y, a partir del segundo semestre de 2024, se realizará la reforma del presbiterio para el montaje completo», calcula Iñaki Erauskin, miembro de la comisión económica de la parroquia.
Una vez finalizado todo el proceso, el retablo de madera se recolocará en su ubicación original, sobre un «tótem» que lo mantenga erguido, pero separado de la pared unos tres metros, para dar visibilidad a las pinturas que antes se ocultaban tras él.
Bajo la dirección técnica de Cristina Fernández Palomo, asesora técnica en conservación y restauración de la Diputación, las restauradoras han colaborado mano a mano con un equipo técnico multidisciplinar formado por químicos, fotógrafos e historiadores que así lo reflejarán en un posterior estudio.
Alrededor del millón de euros
Mientras no se concluyan los trabajos con el mural, la restauración del retablo permanece a la espera. Tras su desmontaje, la gran pieza de madera de nogal europeo construida por Juan de Urrusualde y Echeverría fue sometida a un proceso de anoxia con gases inertes de manera que eliminó el oxígeno de la madera y con él también a los organismos que la infestaban.
A continuación, el material se tratará con una microinyección de gel antixilófagos que protegerá su estructura y con el que se dará por concluida una restauración para la que la Diputación de Gipuzkoa ha destinado cerca de 200.000 euros. Hasta ahora, según apunta Erauskin, el gasto de esta primera fase de trabajo ha alcanzado los 700.000 euros y se calcula que en total la obra se presupueste por encima del millón de euros.
Los técnicos pronostican que para comienzos de 2025 el conjunto de las obras habrán finalizado y el ábside podrá abrirse de nuevo al público. «Es importante que esto luego no quede en la oscuridad de una iglesia con la puerta cerrada», dice Erauskin.
El pincel de Juan Pérez de Landa no llegó a terminar su gran obra
«Como si labrase un retablo, a ejecutar ocho historias en pincel de la Pasión». Ese era el compromiso que el artista Juan Pérez de Landa, natural de Villanueva de Araquil y especialista en murales de iglesia, adquirió para este trabajo de pincelación en la parroquia de Beasain.
Tras formarse en Zaragoza, el pintor viajó a Madrid donde se empleó durante un tiempo hasta adquirir esas influencias que luego trajo de regreso a Gipuzkoa. «Este de Beasain fue uno de sus primeros trabajos en nuestro territorio», explica Iñaki Erauskin, «y es algo que está doblemente documentado, lo que no suele ser demasiado habitual».
Porque además del contrato de 1555 que se recoge en los libros de cuentas de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, la obra de Pérez de Landa aparece en las actas de un perito. «Al parecer los rectores de la parroquia no quedaron satisfechos con su labor y el artista no llegó a cobrar todo el montante. Así que fueron a juicio».
Y, con todo, el pintor navarro no pudo ver finalizada su gran obra. «Falleció durante los trabajos y, aunque no está documentado, se supone que fueron los empleados de su cuadrilla quienes lo concluyeron», cuenta la restauradora Maite Fernández.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión