Vivir según el horario de mareas (y no hablo de playas)
Las pleamares y bajamares del mundo real: llegamos a agosto cansados del mundo, pero sobre todo de nosotros mismos / El Juli y Pablo / La clásica, nuestro Tour
Muchos donostiarras organizan sus visitas a la playa según el horario de mareas (además de según las conciliaciones laborales y familiares, claro, porque en esta ... ciudad de jubilados, rentistas y estudiantes también hay gente que trabaja). No es lo mismo la playa con marea alta que con marea baja: hay pleamares de agosto en las que uno ve a los bañistas hacinados en unos pocos metros cuadrados y piensa en esos turistas que se preguntarán si ese trozo de arena superpoblado es la misma La Concha que sale calificada como «una de las mejores playas del mundo» en los medios internacionales.
Pero no quiero hablar de playas, sino de mareas. Quizás también deberíamos organizar nuestro día a día según el horario de mareas, pero las mareas de la vida. Ya, ese horario no se publica en los periódicos, pero lo conocemos por experiencia. Sabemos cuándo hay pleamar, marejada o resaca en las relaciones personales, laborales o familiares. También en lo social: vivimos ahora días de bajamar después del tsunami electoral, por ejemplo. También sabemos que con agosto llega la distensión, y sobre todo que las olas de verano son las que no permiten soñar con ser otro. Verano es el momento en que uno puede imaginar que no es el de siempre, y juega a convertirse en otro personaje, donde siempre o en un escenario distinto.
Esta página cierra hoy la persiana por las vacaciones de agosto y entran ganas de divagar como si fuese un personaje de los sueños estivales de Shakespeare, aunque sabe que es más un monigote del gran Ibáñez. Llegamos a la orilla de agosto cansados del mundo y sobre todo cansados de nosotros mismos.
Lo bueno de Donostia es que la cultura también vive pleamar en los meses estivales. Acabamos de cerrar un brillante Jazzaldia, el festival que congrega a miles de espectadores en sus conciertos pero sobre todo contagia un aire festivo. Ocurre lo mismo con el Zinemaldia, que es el regalo que llega cuando el verano termina según el calendario oficial pero en Gipuzkoa cuenta con ese epílogo de películas y estrellas (a ver qué ocurre con la huelga de actores de Hollywood y sus ecos sobre el Kursaal). Y arranca la Quincena Musical, otra fiesta a la que invito a quienes aún sienten temor ante las orquestas. La Quincena se abrió hace ya años a nuevos públicos y sigue en esa batalla por ganar jóvenes. Quien prueba, repite. Decía Manuel Vicent en su famoso relato eso de «no pongas tus sucias manos sobre Mozart», pero habría que dale la vuelta: pongamos las sandalias estivales sobre los pentagramas. Debajo de Mahler está la playa.
Sube la marea de la vida, aunque en Donostia ocio y trabajo se mezclan. Cuando explicas a un colega de Bilbao que vas andando por La Concha a una rueda de prensa pregunta si «eso es trabajar». Por no hablar de los baños crepusculares en Ondarreta tras la jornada laboral. Feliz verano.
En voz baja
El Juli en Illunbe
No soy aficionado a los toros, pero me interesa esa liturgia cuando la veo con quien sabe, como mi amigo Antxon. En sanfermines vi a su lado el triunfo de El Juli en Pamplona, donde el torero salió a hombros. En el coso pamplonés los toros rivalizan con las peñas y su banda sonora de infinitos decibelios. En Illunbe son como la ópera: un silencio absoluto en que el que se escuchan los sonidos de toro y torero.
El Juli, que fue figura precoz, se retira también joven, a los 41 años. Al menos por ahora. El diestro toreará en Donostia el 15 de agosto en la que puede ser su última corrida en Illunbe. Pocos saben que uno de los grandes amigos de El Juli es un donostiarra, Pablo Benegas, guitarrista de La Oreja de Van Gogh. En su Instagram el músico despidió al amigo con una cita de Luis García Montero: «La vida tiene menos que ver con los principios que con la dignidad de los finales». «Siempre a tu lado, amigo», remata Pablo.
Subir hoy a Igeldo
Disfrutamos hace un mes con la salida del Tour, pero nuestra 'clásica' es el Tour de todos los veranos. Hoy es el día en que el Igeldo de nuestros paseos se llena de aficionados y ciclistas. Estoy acostumbrado a la ascensión de Murgil en la soledad de mis bastones. Hoy lo haremos para animar a los corredores y disfrutar del espectáculo.
mezquiaga@diariovasco.com
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