Felice Gimondi tardó dos años en darse cuenta de que Eddy Merckx era mejor que él. No había arrogancia en la frase. El bergamasco era ... una figura extraordinaria, precoz y dotada de todas las virtudes que conforman a una estrella, entre ellas la clase. Ganó el Tour con 22 años en su primera participación, en 1965, y su carrera no parecía tener límites. El belga ganó su primer Giro en 1968 (con 23) y el Tour, un año después. Entonces no era evidente lo que hoy es ley en los libros de ciclismo. De hecho, pese a que Merckx ha pasado a la historia como el número uno de todos los tiempos, Gimondi figura a su lado como un gigante. Los dos ganaron las tres grandes... Y muchas cosas más.
Durante medio Tour, uno de los temas de discusión fue si Van Aert podría ganar un día en París o no. Con Evenepoel, la pregunta de si es un corredor de vueltas grandes le persigue desde sus inicios. Julian Alaphilippe sufrió esa presión en 2019, cuando estuvo a punto de llevar el maillot amarillo hasta los Campos Elíseos.
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La cuestión forma parte de una aproximación al ciclismo lógica cuando se trata de las grandes citas del calendario, que atraen un público masivo. El Tour es el gran evento y parece que es lo único importante, que todo lo demás gira a su alrededor, como los planetas con el sol. Es como si ciclistas como Van Aert, Evenepoel o Alaphilippe tuvieran que ratificar su calidad en una de las tres grandes, como si ganar en San Remo, en Lieja o en San Sebastián fuera un paso previo.
Evenepoel acude en quince días a la Vuelta. ¿Puede ganarla? Puede, porque su calidad es inmensa. El año pasado ya inquietó durante medio Giro a Egan Bernal. Tampoco es lo más importante. La carrera de Evenepoel tiene sentido tal y como discurre hasta ahora. Lo mismo que la de Van Aert, Van der Poel o Alaphilippe. Igual ganan la Vuelta, el Giro o el Tour. Igual ganan Roubaix y Lombardía. Seguro que son grandes.
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