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La afición vuelve a tomar Murgil
Giulio Ciccone y Christen desfilaron en cabeza por un pasillo humano que propulsó a los corredores camino de la cima en la subida clave de la Clásica
Aitana Ábalos
San Sebastián
Sábado, 2 de agosto 2025
El olor de la hierba se mezclaba con el de los bocadillos en la subida de Murgil. Entre gorras naranjas, banderas y crema de sol, ... el muro de Igeldo volvía a convertirse en un punto de encuentro para los amantes del ciclismo. La subida de Murgil, que es la pared que decidió la Clásica de San Sebastián, ha vivido este sábado una jornada épica más en la que el italiano Giulio Ciccone coronó en solitario a eso de las 16.20 horas sin rival tras un ascenso impecable, mientras un pasillo humano lo impulsaba entre gritos y aplausos.
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El ambiente, sin embargo, ha empezado mucho antes. Desde las diez de la mañana los primeros aficionados ya buscaban su sitio en la cuesta. Muchos llegaban preparados para pasar el día entero: sillas plegables, neveras, bocadillos… y la imprescindible gorra para soportar el sol protagonista durante la jornada. Entre ellos estaba Egor Alustiza, que junto a su cuadrilla de Amara montó un pequeño campamento a las once. «Venimos con todo para pasar la tarde y luego irnos directos a las fiestas de Oiartzun», explicaba entre risas. Para ellos, repetir cada año esta tradición es casi obligatorio: «Nos gusta animar a los ciclistas, así que solemos venir siempre».
El público era tan variado como internacional. Willem, un aficionado belga que viajó con su familia, no se quiso perder la cita. «Somos muy fans y siempre que hay una carrera ciclista, vamos. Hace dos años ya vine y cuando vi que podía volver, no lo dudé», contaba mientras señalaba el famoso muro.
«Me habían hablado mucho del ambiente y tenía ganas de vivirlo», explica June Candelario, ciclista del Lokatza
Ryan Berns es tan fanático del ciclismo que vino desde Irlanda para pasar dos semanas por la zona y disfrutar de las carreras más míticas. Venía directo de ver el Tour pero «esta carrera y sobre todo esta subida se disfruta y se vive incluso más que cualquier carrera del Tour». Él practica el ciclismo en primera persona y dice que «los ánimos impulsan hasta arriba de cualquier cuesta».
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No solo los turistas internacionales pusieron color a la jornada. Muchos ciclistas locales aprovecharon la ocasión para vivir la prueba acercándose a la zona en su propia bicicleta. June Candelario, ciclista del equipo Lokatza, llegó pedaleando desde Bergara para vivir por primera vez la experiencia de animar desde la subida de Murgil de la que tanto había escuchado hablar. «Me habían hablado mucho del ambiente y tenía ganas de vivirlo. Aquí es donde se decide la carrera».
Tampoco faltaron en la cita los donostiarras Enaitz y Unax, que se marcaron la vuelta de la Clásica por puro disfrute. «Hemos sufrido para llegar aquí, pero el ambiente lo compensa. La gente está de buen humor y anima sin parar», aseguraba Unax. Ellos son atletas que aprovechan su momento de descanso de temporada para andar en bici y desconectar de su deporte habitual.
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«Esta carrera se vive y se disfruta más que cualquiera del Tour», confiesa Ryan Berns, venido desde Irlanda
El tiempo de espera entre bocinazos de motos de ertzaintzas y coches de equipo también se convirtió en una fiesta improvisada. Beñat y Telmo, llegados en bici desde Orio, amenizaron las horas jugando a cartas sobre el asfalto. «Hemos venido pronto por la mañana cargando con las cartas del Uno y la comida para comer aquí y ver la carrera».
Jon Ander e Iñaki, que venían juntos desde Hernani, fueron de los primeros en llegar para escoger el mejor sitio posible y cuanto se decidieron por la curva con sombra, desplegaron su campamento. Unas pocas horas después ese punto tan estratégico estaba repleto de gente. «El ambiente que hay aquí no lo hay en ninguna otra carrera», decían mientras agitaban la bandera naranja de Euskaltel, su apuesta de cada año. Son fieles seguidores del ciclismo y se acercan en cada ocasión a disfrutar de las carreras locales de máximo nivel.
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Seis horas después de que comenzaran a llegar los aficionados a la subida, llegó el momento culminante en el que se formó un barullo de gritos y aplausos. Eso sucedió cuando Ciccone coronó Murgil en solitario ante un pasillo de euforia con unos metros sobre Christen. Detrás, los corredores sufrían en el último tramo empujados simbólicamente por un público que convierte Murgil en algo más que una cuesta. Porque en Igeldo no solo se sube la montaña, se vive la emoción de los animadores en un momento que mezcla deporte, pasión y unas cuantas horas al sol.
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