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Aunque los grandes protagonistas del cierre del Carnaval irunés volvieron a ser la sardina y Zanpantzar, todos los que participaron en su entierro pusieron su ... granito de arena para que esa despedida fuera, aunque afligida, también brillante. Fue la última oportunidad de contemplar a ese Zanpantzar-mariposa, cuya llamada a la primavera, a juzgar por la temperatura suave del martes, parece haber surtido efecto; y la primera y última ocasión en se pudo a ver a una sardina que, este año, se presentó en pequeño formato y cedió el protagonismo a la mantarraya que la cubría.
El entierro de la sardina volvió a demostrar que vive un excelente momento en cuanto a la acogida por parte del público: la comitiva fúnebre salió de una abarrotada plaza del Ensanche para desfilar ante las aceras llenas del paseo de Colón. Abrían el desfile los músicos de la Banda Ciudad de Irun, dirigidos por Alazne Alberdi mientras interpretaban la solemne marcha. Les seguían varios miembros de Santiagoko Deabruak, cuya pirotecnia aporta espectacularidad al acto. Justo detrás, tras la cortina de humo y chispas, Zanpantzar y Bidasoako Erraldoiak, mucho menos dinámicos que en sus salidas habituales pero igualmente coordinados.
Cerraba el desfile la 'Dolorida cofradía del entierro de la sardina del Bidasoa', conformada por unos cuantos personajes siniestros, por el sacerdote y los monaguillos, la sardina y, tras ella, cientos de afligidos plañideros y plañideras: el fin de semana bailaron con sus respectivas comparsas y, ayer, cambiaron el color por el luto y la sonrisa por las lágrimas. Alguno no soltó el pañuelo hasta llegar a una plaza San Juan, también abarrotada, en la que ya estaba dispuesta la pira en la que Zanpantzar y la sardina encontraron su final. El llanto se convirtió en un lacrimógeno estruendo cuando el sacerdote dio su última bendición a ambas figuras y uno de los aterradores personajes se les acercó antorcha en mano.
Quizá fue la magia del Carnaval o el poder purificador que se atribuye al fuego, pero la tristeza mutó en jolgorio tras prenderse la hoguera. La Banda arrancó la interpretación de unos sones mucho más alegres y la corte de plañideras rompió a bailar alrededor del fuego. Cuando de Zanpantzar y la sardina sólo quedaban cenizas, un espectáculo de pirotecnia de Santiagoko Deabruak puso el broche al Carnaval.
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