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Nerea Sorondo junto al local donde suele entrenar, en Oronoz-Mugairi. A.D.C.

Nerea Sorondo Maritorena

Aizkolari de Bera

«Seguro que nuestras abuelas tenían un hacha entre las manos, eran mujeres fuertes»

La beratarra cuenta con ocho txapelas, cuatro del campeonato de Euskal Herria y otras cuatro del Navarro

Alicia del Castillo

Baztan/Bidasoa

Jueves, 27 de noviembre 2025

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Es aizkolari, tiene ocho txapelas de las «grandes», cuatro del Campeonato de Euskal Herria y otras cuatro del de Navarra. Algo que han conseguido (y superado en alguno de los campeonatos) otros dos de los grandes: Iker Vicente e Iker Nazabal. Y es mujer. Nerea Sorondo Maritorena (Bera, 1987) entrena en Oronoz-Mugairi. Dice que esta última txapela lograda en Elgoibar fue algo inesperada. Había ganado el torneo en 2018, 2019 y 2021, pero se había tenido que conformar con la segunda plaza durante los tres últimos años, por detrás de Nerea Arruti. En esta ocasión, aventajó en 18'' a la urnietarra y se adjudicó su cuarta txapela en esta competición.

–Triunfo inesperado, ¿por qué?

–Soy la veterana de las que habían llegado a la final y me sentía como que ya había hecho mi camino. Además, tengo algo de falta de confianza en mí misma...

ENFERMEDAD

«Sabía que podía tener lipedema y me lo han diagnosticado hace poco. Es una enfermedad crónica»

–Pues ha tenido que ser todo un refuerzo.

–Totalmente. No me lo esperaba, todo el mundo juega por la favorita y las jóvenes vienen muy fuertes, pero he demostrado que todavía hay.

–¿Cómo fueron los comienzos?

–Era tronzalari y veníamos a divertirnos. Cortábamos en equipo, con los grandes, con Donato, Patxi (Larretxea) y subíamos encima del tronco para que la gente se sorprendiera. Era jugar. Aunque mujeres ha habido antes también: Mariví y su hermana, Maika... Lo que pasa es que los campeonatos se hacen hace poco.

–Se nos olvida.

–Seguro que nuestras abuelas y anteriores tenían un hacha entre las manos y más que nosotras. Eran mujeres fuertes, la de los caseríos. Mi abuela Maritxu, cuando empecé con la tronza me decía: «nosotras pasábamos horas y horas para hacer la leña de casa y pasar un buen invierno».

–¿Había interés por herri kirolak en la cuadrilla?

–Nunca he sido muy deportista. Teníamos amigos aizkolaris, pero empezamos de cachondeo. A mí el herri kirola me enganchó y aquí me quedé. Yo como mujer gorda –y no lo utilizo de forma despectiva, sino porque así lo es–, siempre he tenido miedo de hacer deporte y menos me veía como una referente deportista.

–Y mira.

–No es que puedas hacer deporte como mujer gorda, es que puedes ganar.

–Cada cuerpo es diferente.

–Sí, yo sabía que podía tener lipedema y me lo han diagnosticado hace poco. Creía que podía trabajar sobre ello, pero el caso es que no hay mucho que hacer. Es una enfermedad crónica, es una grasa que se acumula sobre todo en mis piernas y hay una desproporción entre el tronco y las piernas. Encima es una grasa que tiene fibras y que se inflama. No hace caso, como una grasa normal, ni al ejercicio ni a la dieta. Conviviré con ello. Y soy consciente de que tengo mucha suerte porque no tengo dolor, que debe de ser lo habitual.

–Habrás probado de todo.

–Sí, masajes, medias, hacer una dieta antiinflamatoria... Pero es un desequilibrio hormonal que ni se estudia, ni hay interés en estudiarlo, porque somos pocas.

–Seguro que más de las que se cree.

–Sí, porque hay todavía quien no sabrá que lo tiene y que está así o por vaga, por comer mal... Y más hoy en día, que se vive de la imagen. Es que yo misma me doy cuenta de que igual no acudes al médico porque claro, como soy tan grande, como no ando tanto como debiera... No te lo planteas hasta que hablas con otra persona.

–¿Y además, trabajas?

–Soy trabajadora familiar, auxiliar de enfermería, de apoyo domiciliario, a personas que lo necesitan, en la Mancomunidad de Malerreka y Bertizarana. Y estoy muy contenta porque después de ocho años haciendo sustituciones, he conseguido mi plaza.

–¿En casa siempre ha habido apoyo?

–Sí, aunque la aizkora también lo veían como un poco locura por eso de sufrir por sufrir.

–¿La puesta de largo cuándo fue?

–De aizkora el primero privado, pero oficial, en el 2017 y el de Euskadi oficial en 2018. Es como en otros deportes, nos han dado un espacio que antes no sé si no teníamos o no se había intentado, o no nos animábamos nosotras mismas y ahora las chavalas jóvenes tienen la opción.

–Y cómo es entrenar...

–Intento hacer tres entrenamientos de hacha y si se puede dos o tres de otra cosa, gimnasio o monte o algo que te mantenga un poco en forma. Siempre he sido muy fuerte, toda mi familia lo es. Creo que es algo genético y con lo del hacha aún más. No es algo que crea que tengo que trabajar. Tengo otras carencias: fondo, cardio. Al ser una mujer grande, creo que puedo trabajar más por ahí.

–En la final masculina decían que antes se cortaba más rápido.

–Es que los veteranos han nacido con un hacha entre las manos, nosotros hemos tenido que aprender. Todos los trabajos eran durísimos, calentar la casa, preparar la comida para los animales, para ti... Venían con otro nivel físico de casa. Y ahora tenemos que entrenar.

–¿Qué es lo que más sufre?

–Me doy cuenta de que no recupero como antes. Si cortas bien, ayudas al cuerpo y no hay tanta agujeta.

–Y vale más maña que fuerza...

–Hace falta fuerza sí o sí. Cortar con el menor número de hachazos posibles sólo se consigue con técnica. Así que las dos.

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