Duelos y funerales tenían sus códigos
Costumbres y normas ancestrales regían sobre el atavío del difunto, el orden de la comitiva fúnebre y las vestiduras del luto de los parientes
El Viernes Santo, una de las más señaladas conmemoraciones del calendario cristiano, recuerda la crucifixión y muerte de Jesús, y es el día de duelo, ... vigilia y luto por antonomasia. Vestimentas de tonos oscuros y corbatas y brazaletes negros era la forma de expresar pena y aflicción, pero no solo en fechas tan representativas como la de este viernes.
En la reciente inauguración del tanatorio de San Felipe, el presidente de esta cofradía de socorros mutuos, Javier Bengoa, daba la claves de la costumbre de vestir de luto cuando se producía un fallecimiento. Lo hacían, según lo grados: los familiares directos, de negro riguroso; las mujeres siempre y los hombres los días festivos. Los que lucían corbata la llevarían negra durante un año. Los familiares de segundo grado, una cinta negra cosida a la solapa de la chaqueta.
También los difuntos eran ataviado atendiendo a un ancestral código: los hombres, con el hábito de San Francisco de Asís; las mujeres con hábito negro, de la Virgen Dolorosa; los chicos solteros, como San Luis, negro con sobrepelliz blanco; las chicas, de azul Purísima; los niños y niñas antes de su primera comunión, de ángeles, vestido blanco.
Era la amortajadora, a quien se avisa en primer lugar, la encargada de vestir al cadáver. Seguidamente se llamaba a los parientes, amigos y a toda una amplia vecindad al rezo del rosario y al entierro.
Los conocidos y vecinos en general, o de no inmediato grado, adquirían allí mismo, mediante la entrega de una módica limosna, una hoja impresa con la bula de difuntos que se colocaba sobre el cadáver, lo mismo si permanecía aun sobre su cama o depositado ya sobre el féretro abierto.
'Gaubela'
Por la noche, entre familiares y amigos más íntimos que se relevaban, se efectuaba la vela del difunto, la denominada 'gaubela'. Antes de retirarse cada relevo era costumbre piadosa rezar un rosario por su alma. Para que la permanencia de los velantes transcurriera más llevadera, la familia ponía a su disposición café y coñac.
A la caída de la tarde, se repicaba en lúgubre composición musical, con una combinación las dos campanas grandes fijas y las dos más pequeñas, con contraseña final, dos golpes en caso de mujer y tres golpes en caso, de hombre.
Cuando se trataba niños o 'ángeles' este repique de aviso de víspera, así como los toques durante el entierro, se efectuaban solamente con las dos campanas pequeñas y badajos a mano. La contraseña final: dos toques e caso de niñas tres toques en caso niños.
Había cofradías con diversas misiones, pero la principal era para todas la asistencia a los entierros de cofrades. Existían las cofradías de la Vera-Cruz, la del Santísimo Sacramento, la de San José, la de San Pedro Apóstol y la de San Valerio. Todas asistían a los entierros de sus miembros con guión, bandera y diez hachas (vela de cera, grande y gruesa).
Cofradía para niños
La Cofradía de San Felipe atendía a personas mayores y la de Santiago a los niños antes de realizar la primera comunión. En la década de los años 50, reducida afortunadamente, la mortandad infantil, se estimó que no tenía mucha razón de seguir subsistiendo y se hizo un reajuste con la Sección de mayores de San Felipe y se unificó.
Estas cofradías tenían como obligación, bajo sanción económica, la asistencia personal, en grupos rotativos, a los entierros de los socios y prestar una ayuda económica a los familiares en cada caso. Después del funeral se pasaba en alta voz la lista de quiénes debían haber asistido, para poder sancionar a los ausente.
Conducción del cadáver
La conducción del cadáver se regía asimismo con un orden preestablecido y determinado. Los cofrades comenzaba a reunirse para la hora concertada en casa del difunto, para asistir y recibir a la comitiva religiosa. En presencia de esta, encendían las hachas de las cofradías y se colocaba en dos filas laterales para arropar a su regreso a la comitiva de familiares y allegados que acompañaba al cadáver... entonando la antífona (breve pasaje que se canta o reza antes y después de los salmos y de los cánticos en las horas canónicas).
El cortejo fúnebre solía ir constituido por la cruz alzada en cabeza, seguido de los guiones y banderas y estandartes de las cofradías concurrentes.
A continuación venían dos filas laterales de hombres con hachas encendidas. (según el viento). Tras ellos el clero seguido por el féretro con el cadáver, llevado a hombros por cuatro anderos. Usualmente familiares, amigos... A falta de estos, la Cofradía de San Felipe Apóstol tenía fijados los anderos que debían asistir a todos los entierros, según los grupos de rotación. Un cometido que se mantuvo hasta los años 1950.
Al lado del féretro, dos chicas, vestidas de riguroso luto, una a cada lado, portaban tres velas con sus candeleros. Después venían los hombres en masa y los familiares, de duelo, en fila india. Estas filas se suprimieron hacia 1.930 y estos familiares 'de duelo', se situaron desde entonces en filas al ancho, detrás del ataúd.
Pero hacia 1.910 los tres principales de 'duelo' iban vestidos de capa y tocados de sombreros de copa. La Cofradía tenía sombreros de varios diámetros, para según los casos. Cerraban la comitiva las mujeres, con las familiares 'de duelo' al final.
Ni coñac ni puro
Después del entierro, los familiares del difunto obsequiaban a los parientes asistentes con un hamarretako o almuerzo, según las horas. En las comidas de este día, no se servía coñac ni cigarro puro, y comenzaban y terminaban rezando un responso por el alma de los difuntos de la familia.
Los ataúdes de los niños, se revestían de blanco y hacían de anderos unos niños mayorcitos que llevan el féretro en la mano sujeto por las asas. Los féretros de las personas mayores y casadas iban forrados de tela negra, pero los de los solteros y solteras, con forro blanco.
Prohibido enterrar en las iglesias desde el año 1787
Desde el 3 de abril de 1787 se prohibió el enterramiento en el interior de las iglesias y se ordenó la construcción o habilitación de cementerios cerrados en campo abierto. Pero esta disposición se topó con una fuerte oposición de la población, que se amparó en la tan arraigada y piadosa costumbre.
El primer cementerio en el exterior del templo se habilitó en tiempos de la Guerra de la Independencia (1808-1812) por imposición de los ocupantes franceses. Más tarde se construyó en Aldai, ampliándose en 1.885 con 1.403 metros cuadrados, en 1905 con otros 200 metros cuadrados.
Por la parte trasera de la capilla y en 1940 se hizo la ampliación de la parte de arriba. Sobre los años 1960 se fueron construyendo los nichos elevados que ya ocupaban casi todo el cementerio de Aldai. En 1994 se inauguró el nuevo cementerio de San Cristóbal actualmente en funcionamiento.
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