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La furgoneta atacada por los radicales en Errenteria en 1995. [EFE]

Marcado por el horror

Un tribunal de Bilbao juzga hoy el caso de un ertzaina quemado en una emboscada radical en Errenteria al que una mutua no reconoce la invalidez total

ÓSCAR B. DE OTÁLORA

Martes, 22 de enero 2008, 02:32

SAN SEBASTIÁN. DV. «¿Por qué no detuvo al encapuchado?». En mayo de 1996, el fiscal dirigió esta pregunta a uno de los agentes que había sobrevivido a un ataque de kale borroka con cócteles molotov a una furgoneta de la Ertzaintza en Errenteria. La emboscada, perpetrada el 24 de marzo de 1995, fue la más violenta de la historia de la Policía vasca. Cinco ertzainas resultaron heridos de máxima gravedad, uno de ellos, Jon Ruiz Sagarna, con quemaduras en el 75% de su cuerpo. El vehículo en que viajaban, convertido en una bola de fuego sin control, atropelló a dos adolescentes, que también sufrieron lesiones graves. El policía interrogado había conseguido saltar del furgón y se encaró a uno de los atacantes.«¿Por qué no detuvo al encapuchado», había preguntado el fiscal. «No lo detuve porque mis brazos estaban ardiendo. Sólo pude verle los ojos», respondió entre sollozos.

Este mismo agente, trece años después, tendrá que volver a recordar aquel brutal atentado. Un tribunal médico de la Seguridad Social reconoció en mayo pasado que las secuelas psiquiátricas que le dejó aquel ataque han ido empeorando por lo que en estos momentos debe recibir una invalidez absoluta. Su caso, según los expertos, se corresponde al de un accidente de trabajo por atentado terrorista. Pero la mutua que debe correr con los gastos está en desacuerdo sobre el diagnóstico y considera que no existe nexo entre los problemas que sufre el ertzaina y el atentado. La diferencia es sustancial. Según el criterio de la Seguridad Social, el agente debe cobrar una pensión del 200% de su salario. Según la mutua, su caso no se deriva de un accidente de trabajo, por lo que no tiene derecho a percibir ningún tipo de extra.

Los médicos diagnosticaron que el ertzaina padece un síndrome de estrés postraumático con trastorno de personalidad. Esta enfermedad comenzó a diagnosticarse en la I Guerra Mundial, al examinar a los veteranos que llegaban trastornados del frente. Lo que vivió el ertzaina el 24 de marzo de 1995 en Errenteria no difiere del horror de una batalla.

Aquel día, a las ocho de la tarde, cinco agentes se dirigían en su furgoneta a una zona de Errenteria en la que se esperaban disturbios de orden público. No sabían que se encaminaban a una emboscada. Al llegar a la altura de un autobús incendiado, un grupo de radicales lanzó sobre ellos una lluvia de cócteles químicos, elaborados con gasolina y ácido sulfúrico. Jon Ruiz Sagarna recibió de lleno el impacto de las botellas inflamables. Su casco antidisturbios se fundió en su cabeza. Estuvo un mes entre la vida y la muerte.

Otro agente se rompió el hombro intentando abrir la puerta atascada, salió con el uniforme en llamas y rodó por el suelo para apagarlas. Cuando sacó su arma para intentar defenderse, el plástico de la empuñadura, derretido por el fuego, se le pegó a la mano. En el juicio contra los tres autores de la emboscada, celebrado en mayo de 1996, el policía recordó como sólo escuchaba los gritos de las dos jóvenes que habían atropellado y veía cómo los ciudadanos que querían socorrerle se acercaban con las manos en alto. No había podido soltar su arma.

El agente al que ahora una mutua deniega la invalidez total consiguió salir de la furgoneta con las manos envueltas en llamas. Sufrió quemaduras en el 8% del cuerpo. En 1998 le concedieron una invalidez parcial. Tres años después, su médico de cabecera le recomendó que comenzara un tratamiento psiquiátrico, dados los problemas que sufría por el recuerdo de aquella emboscada. Su caso fue empeorando.

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