Para los turistas que buscan tranquilidad
Cientos de turistas llegan cada año a estos establecimientos y algunos incluso han fijado en ellos su segunda residencia. 'Faro de Higer' y 'Jaizkibel', Hondarribia cuenta con dos campings desde los ochenta
IÑAKI GOIKOETXEA
Domingo, 28 de agosto 2011, 13:31
Entre los miles de turistas que cada año llegan a Hondarribia, algunos que no buscan el lujo de los hoteles ni la hospitalidad de las casas rurales. Son los cientos de campistas vascos, madrileños y franceses e italianos que plantan su tienda de campaña o duermen en las casas prefabricadas de los dos campings de la ciudad, lugares que abrieron sus puertas a comienzos de los ochenta.
Juan Martín es el director del camping del Faro de Higer desde 1994, año en el que compró los terrenos a los anteriores propietarios. Martín cuenta que «a pesar de que el camping llevaba funcionando unos quince años constaba como ilegal porque no teníamos los permisos necesarios». Finalmente, en ese año pudieron legalizar su situación y ofrecer los servicios con los que sigue contando hoy en día: recepción, baños, piscina, bar-restaurante y salón de juegos.
El camping es de segunda categoría y tiene una zona de acampada capacidad para 528 personas, un camping mediano para el que, según el director, «no nos hace falta hacer mucha publicidad para llenarlo siempre y cuando acompañe el buen tiempo».
¿Qué busca el turista que viene a un lugar como este? El responsable lo tiene claro: «tranquilidad y paz con unas vistas que invitan a relajarse». Por ello, atrás queda en el tiempo las veladas de boxeo, la tamborrada «que no tenía que envidiar nada a a la de San Sebastián» o las cenas en las que se daban gratis costillas, sardinas y vino: «Ahora la gente ya no pide tanta fiesta», sentencia Martín.
Un negocio familiar
Arantxa Seijo es la propietaria del camping Jaizkibel, una zona de acampada que abrieron sus padres en la Semana Santa de 1981 cuando ella tenía veinte años. El camping no cierra en invierno pero, al igual que los responsables del Faro de Higer, subraya que «la temporada alta se reduce a la Semana Santa y a los meses de verano. Dependemos del tiempo y con la lluvia que ha caído en julio puedo decir que ha sido uno de los peores desde que estamos abiertos».
La familia vive en el edificio de entrada, por lo que son parte del «ambiente de familiaridad y compañerismo que se vive. Hay personas que repiten y repiten y los que antes eran jóvenes siguen viniendo pero ahora son abuelos y traen a los nietos», comenta sonriendo. Sobre la pregunta de si la gente se anima más a acampar debido a la crisis, no duda en asegurar que «para dormir en un sitio como este, te tiene que gustar estar pegado a la gente, ser sociable y alternar y al que le gusta estar en solitario no va a venir por aquí a pesar de la crisis».
A este camping llegan parejas jóvenes y familias de todas partes. Desde la última guerra de Yugoslavia, los italianos copaban el camping en este mes de agosto aunque este año han venido menos. Son muchos los franceses, alemanes y holandeses y valencianos, zaragozanos y navarros aunque algunos no vienen de tan lejos...
«Aquí se vive la vida»
Este es el caso de Juanjo, un azpeitiarra que comenzó viniendo al camping cuando sus hijos eran jóvenes y ahora continúa acercándose con sus nietos. Recuerda que «hace treinta años compramos una caravana para movernos con la familia, vinimos al camping Jaizkibel en el primer viaje y ya no nos hemos movido porque aquí se vive la vida». Juanjo tiene instalada su caravana en un recinto habilitado para ello, paga una cuota al camping y se acerca a temporadas durante todo el año porque «sin dudarlo, se está mejor que en casa».
Este es solo uno de los ejemplos de la gente que 'vive' en el camping. No son turistas, sino personas adquieren una de las parcelas, bungalows o casas prefabricadas en las que no falta de nada y de las que han hecho su segunda residencia. La mayoría de ellos son jubilados que pasan el verano, organizan cenas y disfrutan del mar y la montaña. Son quizás la cara más desconocida de los camping y como sentencia Leonor, otra de las 'turistas permanentes', «coincidimos todos los años, nos conocemos mucho, somos como una auténtica familia y para cualquier cosa que me haga falta, sé que los tengo aquí».
Nos encontramos en un camping y, por supuesto, tampoco faltan los turistas de toda la vida que con sus tiendas de campaña desafían a la meteorología. Es el caso de Laura, Lucía y Ana, tres chicas de Burgos que el jueves de esta semana se afanaban en montar su tienda de campaña para pasar cuatro días en Hondarribia. La primera comentaba que «todos los años intentamos hacer una salida de este estilo porque nos gusta el estilo de vida y es económico». Algunos lo hacen por gusto y otros por obligación, como Elodie, su familia y sus amigos, un grupo de la ciudad francesa de Marsella que tuvo que detenerse en Hondarribia en su viaje hacia Portugal por una avería en el coche.
Unos llegan y otros se van después de haber conocido gente y disfrutado de Hondarribia de una forma diferente. Muchos de ellos volverán el verano siguiente y otros guardarán en la memoria para siempre su visita a alguno de nuestros dos campings.