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Tristeza. El día luminoso del viernes no pudo evitar que en las campas de Chillida-Leku se viviera la tristeza del cierre. :: ETXEZARRETA/EFE
CIERRE DE CHILLIDA-LEKU

Chillida-Leku echa el cierre sin perder la esperanza

Cientos de personas se acercaron al museo el último día que permanecía abierto al público

TERESA FLAÑO

Domingo, 2 de enero 2011, 14:51

Ya no podrá cumplirse el deseo de Eduardo Chillida de que el público palpe sus esculturas, tras el cierre el pasado viernes del museo que lleva su nombre. Pero la última jornada, a pesar de la tristeza, no pudo salir más redonda.

El público que acudió a realizar su propio homenaje al escultor, a recorrer, sin saber hasta cuando, las campas de Chillida-Leku o, en muchos casos, a visitar por primera el espacio ideado por el artista provenía literalmente de todas partes. Mexicanos, vallisoletanos, italianos, madrileños y muchos catalanes seguían las instrucciones del escultor donostiarrra y, en un soleado día, deslizaban las yemas de sus dedos por las portentosas piezas de hierro salpicadas por el césped.

Pocos miembros de la familia prefirieron pasar el día en la intimidad y pocos se acercaron hasta el lugar. Ignacio Chillida fue uno de los que se dejó ver, aunque a las once de la mañana se marchó rápidamente. «Es un día muy triste para todos. Para nosotros mucho, pero también para el público. Va a ser duro», auguraba. Explicaba que «nos reuniremos con la ama por la noche. Estaremos unos 35, porque algunos están fuera».

A pesar de la tristeza, se mostraba optimista ante el futuro, aunque con cautela porque «hay muchas cosas que tratar. En las negociaciones, las instituciones tienen que tener presente que nada de lo que se vaya a hacer puede pasar por encima de lo que nosotros queremos. Lo tenemos muy claro y así lo hemos dicho. Si se cumple... pues bien».

Antes de que se abrieran las puertas a las 10.30 de la mañana ya había una larga cola de personas esperando para entrar. Los primeros fueron una pareja formada por los barceloneses Carles y Anabel. Curiosamente el último en salir del recinto también procedía de Barcelona. Se llamaba Jaime, estaba de vacaciones en Donostia y «he querido hacer mi propio homenaje».

Desde el pasado 1 de diciembre, cuando la familia Chillida confirmó que cerraban el museo, en principio de forma temporal, ante la imposibilidad de sostener económicamente el museo, 8.329 personas han acudido al espacio que contiene la obra del artista, 5.078 más que en el mismo mes de 2009.

En la última semana del año, las cifras se quintuplicaron respecto al año anterior. El día de mayor número de entradas vendidas fue el pasado miércoles, con 874. El viernes, que permaneció abierto dos horas menos de lo habitual, fueron 425 los tickets que se despacharon. A lo largo de 2010, 66.000 personas se han acercado a Chillida-Leku, 5.000 más que en el año anterior.

Desde Valladolid

El grupo formado por Alejandro, Alfonso y Roberto Clavero y Maite y Agustín Hernando se habían reunido en el caserío Zabalaga, aunque sus procedencias eran bien distintas. Mientras los primeros y Maite llegaron de Valladolid, Agustín hizo lo propio de Pamplona. Se retrataban ante 'Consejo al Espacio IV'. Los vallisoletanos habían salido a las 7.30 de la mañana. «Es la primera vez que venimos y ha sido muy emocionante. Este espacio es magnífico. Siempre teníamos en mente venir pero, por una cosa u otra, lo íbamos dejando hasta que las fechas se nos han agotando. Ahora pensamos que hubiera sido mejor visitarlo otro día porque hoy hay mucha gente». La familia Clavero Hernando era del grupo de los optimistas: «No sabemos muy bien cuál ha sido la causa del cierre, pero esta preciosidad no puede estar sin gente que la contemple. ¡Que todos pongan de su parte y solucionen el problema!», exigían.

Por contra, en el sector pesimista se situaban Benito Alonso y Paco Gómez Calleja. Declarados admiradores de Chillida, también se habían levantado temprano para salir de Gijón a buena hora y poder disfrutar del último día del museo. «La subvenciones sólo llegan a los bancos y no al arte», afirmaban ante 'Proyecto para un monumento'. Reconocían que «hasta ahora no habíamos venido nunca, pero al conocer que cerraban nos dijimos: 'Si hay que escapar un día, se escapa'. Y aquí estamos».

Marie Pierre Viar era otra confesa seguidora de Eduardo Chillida. «Vivo en Burdeos, pero vengo con frecuencia y hoy para mí es un día muy triste porque puede que sea la última vez. Cuando hace diez años entré en el caserío Zabalaga me emocioné mucho. Un lugar tan extraordinario no se puede acabar. Espero que a todas las partes les entre la cordura y lleguen a un acuerdo», declaraba ante 'Arco de libertad', donde demostraba sus conocimientos sobre la obra del artista. «Es una escultura que fue hecha para una plaza de París, pero cuando la familia se enteró de que no estaba peatonalizada no dio permiso para instalarla».

La pareja formada por Iñigo Baranda y Luz Chávez se había acercado desde Getxo y también se estrenaba en su visita al museo de Hernani. «No nos queríamos perder el último día, aunque por la cantidad de gente que hay resulta un poco incómodo recorrer algunas zonas. Esperamos que el Gobierno Vasco y el resto de las instituciones reflexionen y se reabra», comentaban al contemplar 'La casa del padre' en el interior del caserío.

Pere Salanisch subía a sus hijos Daniela y Simón a una de las grandes esculturas, mientras Carol, la madre, les observaba. Se encontraban de vacaciones en San Sebastián -ellos son de Barcelona-, y no entendían «cómo un lugar de esta grandeza se puede cerrar». La pareja ya conocía el museo de otras ocasiones anteriores, pero no quiso perderse el último día y «enseñárselo a nuestros hijos, esperemos que ellos tengan ocasión de volver y recorrer estos espacios tan impresionantes. En lugares así es donde mejor se entiende la obra de un artista. Parece que cada escultura está pensada para el lugar que ocupa».

Los chavales Jon Ander, Olatz y Mikel Ansa se introducían en la magnificencia de 'Buscando la luz' y como verdaderos expertos afirmaban: «Es fantástica». Su madre Pili Silva, más pragmática, explicaba que «es un lugar ideal para los niños porque pueden tocar las esculturas, correr, gritar. La verdad es que se lo están pasando de miedo y no molestan a nadie». Estos antiguotarras apuraron hasta el final la jornada. El padre también repetía el estribillo de «vas dejándolo, vas dejándolo y al final hoy es la primera visita que realizamos. Yo conocía este sitio por la yeguada militar o la cantera, pero esto es otra cosa... Apuesto por que se abra. Aunque teniendo en cuenta que estamos en una época de crisis no se puede reinaugurar a cualquier precio». Son muchos trabajadores y creo que la familia podía ser un poco más generosa».

Cuando Luis Chillida ha hablado en reiteradas ocasiones de la idiosincrasia del museo creado por su padre, en parte se refería a lo que el viernes sucedía: era la primera vez que muchos visitaban el museo. «Puede que sea porque está aquí y siempre se deja para otro día, pero lo cierto es que nuestro mayor número de visitantes son de fuera».

El artista y crítico Iñaki Moreno Ruiz de Eguino, cámara en mano, quiso dar una última vuelta «por un espacio único no sólo en Euskadi, sino en todo el mundo. Eduardo lo ideó con un diseño maravilloso y así debe permanecer. Soy consciente de que el tema de la gestión es complicado. Habría que estudiar algún sistema de organización para volver a disfrutar de este lujo».

En la jornada del viernes tampoco faltaron algunas anécdotas. A unos mexicanos se les preguntó por el cierre de Chillida-Leku y muy enfadados contestaron: «Es una vergüenza, creíamos que cerraban a las tres y resulta que lo hacen a la una. No tenemos casi tiempo para verlo y nos volvemos para D.F. el domingo». Cuando se les explicó que el cierre era permanente, al menos hasta que se encuentre una solución, cambiaron de actitud y se felicitaban porque «rapidito, pero al menos lo vemos. ¿En serio que cierran esta maravilla?». Una joven pareja llegó cuando al museo sólo le quedaban unos minutos para permanecer abierto, también pensaban que se podía visitar por la tarde, y se tuvieron que conformar con contemplar el caserío Zabalaga y las esculturas desde la verja.

Pasada la 1 de la tarde una guarda de seguridad, también muy emocionada, cerraba el portón y uno de los empleados colocaba un cartel con la leyenda «cerrado desde el 1 de enero de 2011».

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