«Lo más impactante fue ver a niños pequeños llorando, tosiendo y con los ojos irritados»
Maikel Calvo, director técnico del club de natación de Ordizia, dio la voz de alerta al percibir el lunes en la piscina «un olor a cloro más fuerte de lo habitual»
«Eran sobre las seis y cuarto de la tarde. Estaba en el entrenamiento de los alevines, chavales de 11 y 12 años, cuando me ... vino de golpe un olor a cloro más fuerte de lo habitual. Con gestos le pregunté al socorrista si él lo percibía y si sabía cómo estaba el nivel de cloro. Me dijo que no, pero fue a comprobarlo. Cuando le vi venir corriendo y con cara de preocupación, ya supe que pasaba algo y mandé salir a los nadadores de la piscina».
Miguel Calvo Morano 'Maikel', director técnico y entrenador del club de natación de Ordizia, fue la primera persona que el lunes por la tarde notó algo raro en el ambiente del polideportivo de la localidad del Goierri. En la 'sala de máquinas' había una fuga que provocó un contacto de cloro y ácido, dos componentes que se utilizan para controlar el PH y la higiene de las piscinas que si se mezclan desencadenan una reacción química tóxica que se expande con suma facilidad y que puede afectar a las vías respiratorias de quienes inhalan ese aire contaminado.
«En un primer momento actuamos con mucha tranquilidad. No es inhabitual que en una piscina se produzcan subidas de cloro. En esos casos, se saca a la gente del agua, se echa el producto para regularla de nuevo, y al poco tiempo la piscina vuelve a poder utilizarse». Era el escenario que Maikel manejaba durante los primeros instantes. De hecho, en la piscina nadie de su grupo sufría irritación de ojos, ni toses ni afección alguna. «Les llevamos a la sala de spinning, porque ya se veía que la zona de vestuarios podía ser la 'zona cero' y había que evitarla».
Horario infantil
Para entonces ya habían acudido allí otros usuarios, tanto adultos como niños, ya que es una hora con mucha presencia infantil por los cursillos que organiza el Ayuntamiento. «A algunos de ellos ya se les veía afectados y algunos de mis alumnos del club empezaron a tener síntomas. Lo más impactante fue ver a niños pequeños, de menos de 7 años, llorando, tosiendo y con los ojos irritados. Recuerdo especialmente a un padre y su hija y a otro par de niños que lo estaban pasando realmente mal», rememora. Esa imagen, unida al recuerdo de la cara de preocupación del socorrista entrando corriendo al recinto de la piscina, fue lo que empezó a hacerle ver que no era una subida de cloro más.
Tras la reagrupación de usuarios en la sala de spinning, donde la gente estuvo «entre 5 y 10 minutos, aunque todo pasó tan rápido que es difícil precisar los tiempos», se procedió a sacar a la gente del polideportivo. «También había otro grupo de nuestro club en la sala contigua haciendo ejercicios físicos que no se habían enterado de nada. Eran jóvenes de 13-14 años. Les avisé de que no salieran de la sala hasta ver cómo se iba a actuar, pero que se preparasen para salir pitando en cuanto les avisáramos. Alguno preguntó que qué iba a pasar con su móvil, y le respondí si le importaba más su móvil que sus pulmones».
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«Fue un susto tremendo. Imaginate, mi hija evacuada en bañador y mojada»
«Cuando de verdad me di cuenta de la magnitud del suceso fue cuando salimos al párking y vi a los bomberos, los equipos sanitarios, la Ertzaintza...». «Estábamos todos en bañador y mojados, a menos de 10 grados de temperatura. Pedí a las asistencias si podían hacerse con ropa de abrigo o mantas, que no era plan tener a la gente, en especial a los niños, en esas condiciones, a ver si iba a ser peor el remedio que la enfermedad».
Volviendo unos minutos atrás, durante la evacuación del polideportivo, Maikel recuerda que «hubo momentos de cierto pánico, en especial de padres o madres que eran evacuados de la piscina por un lugar diferente al de sus hijos y se preguntaban adónde se llevaban a los críos. Íbamos todos a la sala de spinning, pero es normal que un padre quiera estar junto a su pequeño en ese momento».
Ya con todo el mundo fuera de las instalaciones, Maikel pasó «dos horas en el párking, mientras avisábamos a los padres, asegurábamos que todo el mundo estuviera bien y a la espera de que todo acabase».
A sus 29 años, Maikel lleva toda su vida entre piscinas. Diez años como socorrista y monitor de natación, y los últimos «cuatro o cinco» como entrenador. Cree que esa experiencia es la que le permitió intuir antes que nadie que había un problema. «También que acababa de llegar minutos antes de un entrenamiento físico en otra sala fuera de la piscina, por lo que mi olfato tenía aún reciente un ambiente no cargado de cloro».
Sea como fuere, asegura que «si no hubiera sido yo, algún otro se habría dado cuenta al poco rato. Lo importante es que se actuó rápido y bien», sentencia.
Sí llama la atención sobre la necesidad de «renovar ya estas instalaciones». Aunque hace escasos seis meses que está en Ordizia, este madrileño da muestras de conocer bien el entorno en el que debe realizar su trabajo. «El vaso de la piscina es el original, de 1974, por lo que tiene casi 50 años. No sé cómo estarán el resto de estructuras (depuradora, tuberías...) pero imagino que también serán antiguas. Sé que hay un proyecto para hacer una piscina nueva, pero no termina de ejecutarse y, además de la edad, esta piscina tiene un problema de espacio que también habría que resolver», reclama. «Esperemos que este susto sirva para llevarlo adelante», remata.
Protegida con un edredón
Pocos minutos después de que el polideportivo reabriera ayer sus puertas a las 9.30 (salvo la piscina y la sauna que reabren hoy), Ángel Cuerda, profesor de gimnasia de la ikastola Jakintza acudía a Majori a preguntar si podía dar, como tenía previsto, sus clases en la cancha, donde para ayer tenía programado baloncesto. «Me han dicho que puedo hacerlo sin problemas, pero como hace buen tiempo, prefiero cambiar el plan y me llevo a los chicos (de 3º y 4º de ESO, 15 y 16 años) a la pista de atletismo al aire libre», señalaba a la salida del recinto.
Pocas horas más tarde, en torno al mediodía y una vez que a las 11.00 horas se permitió a los afectados pasar a recoger las cosas que se habían quedado dentro de las instalaciones, Miren Martín acudía junto a su hija June Fresnillo a recoger sus pertenenecias. «Fue un susto tremendo. Imagina. Estaba en casa y me llaman para decirme que mi hija había sido evacuada de la piscina y que estaba fuera, en bañador y mojada. Fui a buscarla a los vestuarios del rugby, adonde las habían llevado. Gracias a Dios estaba protegida con un edredón que le habían dejado y menos mal que al final todo ha quedado en susto para todos».
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