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Lunes, 26 de mayo 2025, 10:23
La sostenibilidad ambiental es, probablemente, la primera fórmula de sostenibilidad que nos viene a todos a la cabeza cuando hablamos de este tema. No ha sido un proceso sencillo y, sin duda, queda aún mucho por hacer, pero se puede decir que la gran mayoría de las empresas de nuestro entorno tiene una sensibilidad por el medioambiente. Esa actitud es ya una forma de trabajar y una forma de entender el día a día y, lo mejor de todo, es que todos salimos ganando con ella.
Porque trabajando de una manera ambientalmente sostenible la organización ahorra costos, gana reputación y evita sanciones, entre otros aspectos positivos; pero toda la sociedad sale beneficiada de esta actitud verde por parte de las empresas.
Esta sensibilidad ambiental no ha sido, ni mucho menos, flor de un día y tampoco se puede negar que no todas las empresas han evolucionado a la misma velocidad en este sentido. Hay que destacar que, por suerte, Gipuzkoa ocupa una posición privilegiada en este ámbito, porque sus empresas tienen una clara vocación 'verde', pero aquí, al igual que en el resto del mundo, ha sido un camino largo que poco a poco, día a día, se sigue cubriendo.
Se puede decir que fue en las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo cuando nació esa inquietud por cuidar el medioambiente y nuestro planeta y también cuando, en este sentido, se puso el foco en las empresas y, más concretamente, en las fábricas. Surgieron las primeras corrientes de pensamiento verde, los pioneros movimientos ecologistas y ya en 1970 se celebró el primer Día de la Tierra. Las empresas veían estos movimientos en la distancia, pero comenzaron pronto a notar una presión social que se incrementaría en los años 80, cuando se produjeron algunos desastres ambientales como el de Chernóbil que todo lo cambiarían.
En la década de los 90 esa presión sobre el mundo de la industria desde la perspectiva del cuidado del medioambiente se vuelve más intensa. En los comienzos de la década se habla ya del concepto de desarrollo sostenible, empiezan a surgir regulaciones ambientales más estrictas y en 1996 nace la ISO 14001, la primera norma internacional para la gestión ambiental en las empresas, todo un hito y una declaración de intenciones, el pistoletazo de salida a una serie de normas regionales, nacionales e internacionales que todo lo regularán.
Con el cambio de siglo la apuesta por la sostenibilidad ambiental en la empresa se refuerza: comienza a hablarse de responsabilidad social empresarial y existe una incipiente preocupación por un cambio climático que el Protocolo de Kioto intentará controlar. Lo importante, en cualquier caso, es ese cambio de mentalidad en el mundo empresarial, que ve cómo la sostenibilidad ambiental ya no es un requisito legal o una inversión que están obligados a realizar, sino que es una ventaja competitiva, un compromiso con el entorno y una forma de ganar reputación, por lo que las grandes marcas y organizaciones adoptan ya políticas verdes.
En la siguiente década nacen los Objetivos de Desarrollo Sostenible y también conceptos como la economía circular o la huella de carbono, que seguirán cambiándolo todo. En cualquier caso, consumidores, inversionistas y gobiernos ya solo quieren empresas verdes y estas ya controlan, por medio de sus departamentos de sostenibilidad en muchos casos, el impacto ambiental (también social) que genera su actividad. Hoy, en un escenario de urgencia climática como el que vivimos, la apuesta por la sostenibilidad ya no es una opción, sino una forma de actuar que es parte del ADN de todas las empresas, organizaciones e instituciones. El presente y el futuro de estos entes es, sin duda alguna, de color verde.
Dependiendo del tipo de empresa, su tamaño y su actividad, las organizaciones pueden contar con su propio plan de sostenibilidad ambiental, más o menos desarrollado y conciso, y se tendrán que adaptar a las diferentes normativas vigentes. En cualquier caso, la sensibilidad por el medioambiente es ya, por suerte, una actitud común a todas ellas sin importar su naturaleza.
La sostenibilidad ambiental implica muchas cosas en el entorno empresarial. La primera es, por supuesto, el cumplimiento normativo, ajustarse a una legislación que dicta unas leyes ambientales, pero normalmente las organizaciones van un paso más allá y, por convicción y voluntad, suelen cumplir más objetivos ambientales que los obligados. Para ello, es también muy importante la educación y la cultura interna, fomentada entre las personas empleadas, pero también entre los proveedores o los clientes.
La sostenibilidad, como concepto, siempre tendrá como principio básico el uso eficiente de los recursos, reduciendo el consumo de agua, energías o materias primas y, por supuesto, el esfuerzo por generar menos residuos y gestionarlos de manera responsable, con sistemas de reciclaje e incluso reutilización. La adopción de tecnologías limpias, de fórmulas sostenibles de transporte y de energías renovables contribuye, a su vez, a reducir las emisiones y la huella de carbono.
Aquellas empresas que se dedican a la producción, se centran desde hace años en crear bienes y servicios que tengan un menor impacto ambiental a lo largo de su ciclo de vida y que sean sostenibles. El ecodiseño es una realidad a la orden del día.
Otra práctica cada vez más extendida es la economía circular. Las empresas, sus trabajadores y sus clientes han cambiado el chip y ya no se busca ese modelo lineal de producir-usar-desechar, sino que se sigue dando la transición hacia el modelo circular en el que los recursos se mantienen en uso el mayor tiempo posible y se intenta que incluso tengan una segunda vida.
Pero, ¿gana algo la empresa siendo sostenible o únicamente lo hace el medioambiente? Por suerte, desde hace años existe la certeza de que las organizaciones son las primeras beneficiarias a la hora de apostar por la sostenibilidad ambiental. En primer lugar, porque se adecúan a la legislación y porque evitan posibles sanciones. Además, la reputación de la marca gana valor e imagen, siendo muy apreciada por los consumidores y por los socios comerciales, pudiendo a su vez tener un mejor acceso a algunos mercados y clientes. A su vez, la sostenibilidad conlleva un ahorro de los costos, porque se gasta menos en energía, materiales y gastos operativos. Y, por supuesto, estaría la contribución a un mundo más sostenible por medio de la producción y el consumo responsables.
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