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Jueves, 20 de junio 2024
«Nos gusta estar con personas mayores y queremos trabajar en ese ámbito, pero ¿qué hacer? ¿Qué podemos ofrecerles con nuestro perfil?». Fue la pregunta que se hicieron hace casi una década Eider Etxebarria y Beatriz Santamaría, dos jóvenes estudiantes del Grado LEINN de Mondragon Unibertsitatea.
Atendiendo al contexto social y demográfico actual, en el que aumenta cada vez más tanto la esperanza de vida como la población mayor de 65 años, consideraron imprescindible adoptar estrategias que respondiesen a dicha realidad. Es por ello que iniciaron un proceso de investigación en busca de necesidades y carencias del ámbito público y privado en relación a la atención y los recursos que se destinan a las personas mayores.
Así nació en 2015 el germen de lo que es hoy Bizipoz, una cooperativa de iniciativa social creada bajo el objetivo de diseñar y desarrollar estrategias que promuevan y garanticen a las personas mayores el disfrute de un envejecimiento activo, saludable y participativo.
En los inicios fueron «poco a poco encontrando nuestro hueco en el sector, trabajando proyectos piloto que fueron dándonos experiencia ». Un trabajo que pronto comenzó a ser reconocido en el ámbito del emprendimiento social con galardones.
Fue el caso del prestigioso Premio Forbes 30 Under 30, entre otros muchos de una larga lista a la que no restan importancia, pero no por la cantidad, sino por lo que conllevan: «Han sido premios muy importantes que nos han permitido crecer y llegar hasta aquí. Porque el verdadero premio de recibir premios es poder tener mentorías que te rodean de buenos compañeros de viaje y consejos».
Eider y Beatriz se graduaron en 2017, año en el que el proyecto se asentó en el parque tecnológico Garaia de Arrasate, un escenario privilegiado para el emprendimiento ubicado en el municipio considerado cuna del cooperativismo.
Y es que las cofundadoras no tuvieron duda en decantarse por el modelo cooperativo, basándose en dos motivos principales. El primero de ellos, el origen de Eider quien, nacida en Debagoiena, ha crecido en «un entorno en el que se emplea mucho esa fórmula y recibí en la ikastola una educación basada en esa filosofía». El segundo, es que ambas consideraban «conveniente tener el mismo nivel de responsabilidad y participación en la toma de decisiones. El modelo cooperativo se alinea a la perfección con nuestros valores y principios, por lo que fue una elección natural y coherente».
Ese salto fue «un hito importante» que supuso «salir de ese ecosistema de protección de la universidad y afrontar la realidad con otro punto de vista que requería hacer las cosas de otra manera». Así han ido avanzando hasta convertirse hoy en día en una cooperativa que, centrada en la alegría de envejecer, diseña y desarrolla programas específicos para promover el empoderamiento de las personas mayores.
Siendo estas personas mayores sus «usuarios» finales, la clientela para la que trabaja Bizipoz se divide en tres áreas: instituciones, «principalmente ayuntamientos de pequeños y medianos municipios»; empresas y asociaciones de jubilados.
A ellos les ofrecen diversos servicios y programas «enmarcados en la prevención» y relacionados con la transición de los trabajadores próximos a la jubilación, la implantación del concepto 'ciudad amigable', la creación y dinamización de los consejos de personas mayores, la formación y actividades dirigidas a la participación y el envejecimiento activo y saludable, entre otros.
Como resulta habitual en los inicios de cualquier emprendedor, la casi década de vida de Bizipoz no ha estado libre de altibajos. El gran obstáculo fue la pandemia de la COVID-19, que irrumpió el proyecto cuando les llegaba «el gran momento», mandando «al traste» toda la progresión planeada.
«Fue un tortazo impresionante », recuerdan las cofundadoras, echando la vista atrás a esos años «bastante duros» en los que «no estuvimos quietas, sino formándonos, renovando la marca, rehaciendo el equipo...». Habiendo dejado atrás la pandemia, el año pasado «el sector pudo, por fi n, renacer y Bizipoz con él», afirman satisfechas: «2023 fue un año positivo. Teníamos ganas de comernos en mundo y pudimos finalmente dar el salto que la pandemia truncó».
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