Vitoria se entrega a la fiesta más deseada

Comienza el desenfreno después de años dos sin fiestas de La Blanca. Hacía más de mil días, 1.096 para ser exactos, que Celedón no aparecía por el cielo de Vitoria para instaurar el régimen festivo en la capital alavesa, pero hoy ha vuelto para recuperar el buen ambiente y el tiempo perdido de tres años menos cinco días de ausencia. Puntual a la cita, tras el lanzamiento del chupinazo, el aldeano alavés apareció en lo alto de la torre de Miguel para surcar el firmamento de la ciudad y devolver a los vitorianos la diversión robada por la pandemia.

Al son de las campanadas de las seis, las chupineras, —la comerciante Jaione Prado, la corredora Elena Loyo, la triatleta Ruth Brito, la investigadora Arantza Navarro y la hostelera María José Sáez de Cortázar—, lanzaron el cohete anunciador para dar paso a la ya tradicional bajada de Celedón que, como desde 1957, siempre es igual y siempre es diferente.

Sobrevoló el muñeco las cerca de 40.000 cabezas congregadas para la ocasión en la plaza de la patrona, lugar de reivindicaciones, de pancartas, de paso y de encuentro de miles de vitorianos, nuevos y viejos, y también de muchos foráneos que han acudido atraídos por este especial rito de inicio de unas fiestas patronales.

Tras cinco minutos de chárter con innumerables turbulencias, el del paraguas se coló por el balcón de la calle Postas, para poco después salir encarnado por Gorka Ortiz de Urbina que, escoltado por una legión de blusas y neskas, emprendió el siempre convulso camino a la balconada de San Miguel.

Una vez arriba, saludó Ortiz de Urbina a las cinco chupineras y les colocó el pañuelo de fiestas antes de abrir el paraguas y dirigirse a la multitud congregada. «Bueltatu gara (estamos de vuelta)» , gritó antes de entonar la popular canción de Celedón.

Hizo una pausa en la melodía para recordar a «todos los que estas fiestas no pueden estar entre nosotros», brindó por «unas fiestas seguras para las neskas y para nosotros» y lanzó varios vivas para los vitorianos, para los blusas y neskas y para el Glorioso. «Volveremos a ser de Primera». Las proclamas en castellano y euskera y un par de vueltas más a la canción de Celedón dieron paso al desenfreno festivo habitual, pero triplicado, por los tres años menos cinco días sin fiestas de Vitoria.

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