Hoy es el domingo más domingo del año. Termina el último verano de nuestra vida. Cada final de agosto el mundo se acaba y, a ... la mañana siguiente, hay que recoger los cristales rotos y comenzar a reconstruirlo. Septiembre siempre llega colmado de expectativas. A ningún mes le han dedicado los músicos tantas canciones. Volcamos en él nuestras esperanzas desde el neolítico, cuando nuestros antepasados recogieron la primera vendimia, pero el miércoles será diferente. Comienza el primer septiembre en muchísimo tiempo. Ha pasado un lustro en el último año y medio pero este septiembre nos trae la esperanza de volver a empezar.
¿Estamos preparados? ¿Estamos listos? Después de tanta salida nula, no será fácil saber cuándo es momento de echar a correr con todas las fuerzas. No quiero pedir demasiado, ni siquiera me atrevo a imaginar qué nos depara el otoño, pero ojalá septiembre nos invite a ilusionarnos, sin frenos ni 'porsiacasos' ni moscas tras la oreja, de esa forma en que solo se ilusionan los jóvenes amantes.
Cuentan los viejos que, cuando llega esa edad en que haces inventario, la gente se arrepiente más de las decisiones que no tomó, los barcos a los que no se subió, que de las cosas que hizo. El secreto para seguir adelante es empezar. No sólo por la economía, el empleo, el bienestar. Se trata de recuperar las cosas simples que dan sentido a la vida. Las cosas nunca regresan igual, ojalá no regresen todas igual, pero no importa. Tampoco nosotros somos los mismos.
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