La internacionalización y el compromiso social guían el inicio de curso de la EHU
El rector Joxerramon Bengoetxea promete trabajar «con la excelencia como objetivo» para que la universidad vasca sea «referencia en Europa»
Era el primer acto oficial de inicio de curso para el rector de la Universidad del País Vasco (EHU) y Joxerramon Bengoetxea aprovechó para socializar ... el objetivo doble de la entidad que dirige. Uno hacia dentro y otro hacia fuera. «Tendremos como brújula las necesidades y el cuidado de la comunidad universitaria», dijo en primer lugar, incidiendo en el objetivo de «impulsar el compromiso social». Habló después de liderar el sistema universitario vasco y convertirse en «una universidad de referencia en Europa y en el ámbito internacional». Lo resumiría a la perfección después el lehendakari Carlos Garaikoetxea en su breve pero profundo discurso, cuando dijo aquello de «mundura irekia baina sustraiak ahaztu gabe» (abierta al mundo sin perder las raíces).
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Bengoetxea se congratuló de aquellas iniciativas en las que la EHU colabora, como el Campus Transfronterizo, el Arco Atlántico, la red Enlight, la red universitaria por la paz o el Campus Transoceánico. Precisamente, hizo valer su intervención para agradecer al lehendakari –que presidía la mesa– el apoyo expresado al proyecto de Campus Transoceánico impulsado por la EHU y la Boise State University.
La mirada internacional estuvo presente desde los prolegómenos del acto. Un centenar de jóvenes protestaban contra el genocidio de Palestina en el exterior de la carpa colocada en el parque Miguel Unamuno y otras tantas autoridades se ponían en pie dentro para respetar el minuto de silencio decretado por el rector. «Denunciemos el ataque israelí contra Palestina. Llamemos a las cosas por su nombre: por la paz y contra el genocidio», sentenció Bengoetxea. El minuto buscó «denunciar la hambruna, la destrucción y los asesinatos que el gobierno israelí está practicando en Gaza» y «en solidaridad con la ciudadanía palestina».
Encontró el lehendakari las palabras adecuadas para salir del paso en el enrarecido ambiente al definir la universidad como «un espacio de libertad y pensamiento crítico, donde se pueden y se deben confrontar y debatir ideas o pensamientos diferentes». Advirtió, no obstante, que «cuando se impone el dogma o la violencia sobre la episteme, la universidad pierde su razón de ser».
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Imanol Pradales se refirió en su discurso a aspectos clave como «calidad académica, investigación destacada, generación de conocimiento avanzado, infraestructuras de referencia, vínculo y compromiso social, internacionalización o innovación y mejora continua». Según Pradales, «la excelencia universitaria implica que la institución cumpla con sus funciones básicas y lo haga de manera sobresaliente; manteniendo siempre un fuerte compromiso con la formación integral de sus estudiantes y con el avance de la sociedad».
Tres medallas de oro
Según el lehendakari, «Euskal Herriko Unibertsitatea está dando pasos firmes como atestigua el logro de mantener su posición entre las 400 mejores universidades del mundo según el índice de Shanghái. Esta posición es un indicador de la mejora de su calidad y de la aportación científica de su comunidad», dijo antes de referirse a dos hitos importantes para la comunidad universitaria: a comienzos del próximo año se iniciarán las tareas para la elaboración del nuevo Plan Universitario y también este curso se iniciará la tramitación de la nueva Ley universitaria.
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La parte más amable del acto, que sirvió para terminar de ahuyentar la tensión que sobrevoló el campus donostiarra, llegó con la entrega de las medallas de oro de la EHU la ex rectora Nekane Balluerka, el histórico portero José Ángel Iribar y el lehendakari Carlos Garaikoetxea. Los tres fueron elegidos por «su humanidad y su compromiso con el euskera y el pueblo», aseguraron desde el rectorado.
Balluerka, primera mujer rectora de la EHU, tomó la palabra para reivindicar el valor de una universidad «que a pesar de gozar de reconocimientos internacionales, todavía no tiene, a mi modo de ver, la visibilidad que le corresponde en nuestra sociedad». Recurrió a la historia titulada 'la carta robada' del escritor Edgar Allan Poe –donde la policía busca en rincones escondidos lo que está a la vista– para señalar «cómo las cosas más evidentes nos pasan desapercibidas y cómo nos empeñamos en buscar lo importante allá donde no se encuentra».
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Balluerka subrayó que «nuestra universidad es una constelación de investigaciones, publicaciones, clases, congresos, informes, contratos... Es un volumen de tal magnitud que paradójicamente se hace más difícil de ver y apreciar en su justa medida». Valoró el factor cuantitativo. «Nuestra universidad ha formado a más de 350.000 personas en un territorio de algo más de dos millones de habitantes». Y ensalzó lo cualitativo. «Es un verdadero referente, no solo en formación, investigación y transferencia de conocimiento, sino en el impulso de valores como la democratización del conocimiento, el feminismo, la defensa y promoción del euskera, la inclusión social o la denuncia de barbaries como el genocidio que, ante la insoportable complicidad de demasiados estados, está sufriendo el pueblo palestino».
Tan redondo fue el discurso de Balluerka que el siguiente distinguido, ni más ni menos que José Ángel Iribar, asumió no poder mejorarlo y en un alarde de humildad dijo: «ojalá tuviera su cabeza». Agradeció el reconocimiento y la ovación, no quiso explayarse porque «mi carrera ya es muy conocida» y se sinceró al reconocer que «no estoy preparado para hablar». Pero guardaba un as en la manga. «Me siento como aquello que escribió Camús de la soledad del portero ante el penalti. Me habéis metido un golazo y qué le vamos a hacer. Gracias».
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El colofón lo puso Carlos Garaikoetxea, con una intervención centrada en el euskera. «Siempre he tenido una obsesión: nuestro idioma. Y siempre he pensado que una nación avanzada necesita avanzar en enseñanza e investigación, con una universidad abierta al mundo, pero sin olvidar sus raíces, que presta especial atención a su idioma». Se despidió con mención a Pedro Miguel Etxenike. «A él le debo esa preocupación por la importancia del euskera». Y volvió a dar las gracias. El aplauso se dilató en el tiempo.
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